Expedicionarios |
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NO
DIGAS QUE FUE UN SUEÑO
Nuestro
periplo comenzó el 9 de julio, un maravilloso
viernes, todos son buenos pero si encima es el
primer día de vacaciones mucho más.
Punto de reunión, el aeropuerto de barajas
12:00 horas. Para empezar el viaje tenemos el
consiguiente retraso de un vuelo charter y salimos
3 horas y media tarde.
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Eso no es un problema para nosotros, esperando,
jugamos al fútbol, dormimos y como no, ingerimos
una buena cantidad de ibéricos como es norma
habitual en Oceánica. Antes de coger el avión,
facturando el equipaje, la primera de Cepe, brazo
en alto y a voces preguntó si podía
llevar su equipo ligero como equipaje de mano, lo
que hizo que la amable señorita del mostrador
nos preguntara a cada uno si llevabamos equipos
de buceo para cobrarnos la simbólica cantidad
de 60 € por equipo y eso solo para el viaje de ida.
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Tras
las amenazas de muerte a Cepe y mucha técnica
Disney con la jefa de Spanair, pudimos embarcar
los equipos sin coste y hasta nos ofrecieron unos
tentempies que rechazamos amablemente para paliar
el retraso del vuelo. Por último, hacer mención
de que la Tere y la amable señorita casi
se agarran de los pelos. Tras un confortable vuelo
de casi 5 horas llegamos a Aswan a las 23:30, hora
local. Desembarque y en la terminal a buscar a nuestro
guía, aunque lo normal es que hubiera sido
él quien nos buscara a nosotros. |
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Rellenamos
el papeleo de entrada, pasaportes, recogida de equipaje,
sin pérdidas y salida del aeropuerto, donde
estaba esperándonos el verdadero guía
que nos acompañaría durante el crucero
por el Nilo, menudo fichaje para la expedición,
Mustafá, que tenía más tablas
que las de multiplicar. Viajecito de casi una hora
en microbus hasta el barco con el que haríamos
la travesía, el Florence. Después
de atravesar los hall de recepción de 5 barcos
que se encontraban fondeados en paralelo en el puerto,
llegamos al nuestro, madre mía, parecía
la entrada la escalinata del Titanic. Tras instalarnos
en nuestras habitaciones, pudimos acostarnos durante
una larga hora, antes de levantarnos rumbo a Abu
Simbel. |
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Sábado
a las 02:45 de la madrugada, todo el mundo en
pie. A las 4, después de esperar a que
se formará el convoy de autobuses para
hacer el viaje todos juntos y que nos metieran
a un militar de escolta que se desnucó
nada más sentarse, partimos hacia nuestra
primera visita. Después de 280 km, un amanecer
en el desierto y 3 horas de camino estabamos en
Abu Simbel. Visita de una hora con el beneplácito
general, aunque algunos lo exteriorizaran más
que otros por el sueño y calor reinante
a las 8 de la mañana.
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Otras 3 horitas de autobus de vuelta, muchos pensaron
si la paliza merecía la pena. Antes de
volver a comer al barco nos pasamos a ver el obelísco
inacabado, vaya chinitas que hacían estos
egipcios, como se nota que no tenían televisión.
A
las 15:00 zarpamos hacia Kom Ombo poniéndonos
las botas en el buffet del barco. A las 6 de la
tarde estabamos viendo el templo de la ciudad
y después se nos ocurrío dar una
vuelta por un mercadillo próximo al barco,
aquello fue tremendo, los vendedores se nos colgaban
de la chepa como auténticas lapas. Hubo
momentos de tensión por que llegamos a
perder a Dino, pude contar hasta 10 mercaderes
intentando sujetarle, hasta que llegó Virginia
para espantarlos.
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Conseguimos
llegar al barco, no sin antes ver como comenzaba
la leyenda de Vicente el Fenicio, el desalmado
compró a un pobre niño como 20 pulseras
con el escarabajo de la suerte por ¡¡¡
un euro !!!. Después de un buen baño
en la piscina, una reparadora cena en la terraza
de la motonave y una velada bajo las estrellas
surcando el Nilo, acababa nuestro primer día.
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Pero
a quién se le ocurre levantarse un domingo
a las 6:15 de la mañana?, pues solo a nuestro
guía Mustafá que arrastró
de nosotros, ni desayunar nos dejó, para
llevarnos en calesas, último modelo, a
ver el templo de Edfu y a la vuelta, por fin el
desayuno. Menudo resto del día que nos
tiramos, como teníamos que pasar la presa
de Esna no pudimos bajar del barco en lo que restaba
de jornada. Esto nos ocasionó un grave
trauma que tuvimos que paliar comiendo, bebiendo
y tirándonos en la piscina.
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La
noche comenzó con el pase de la presa y con
una acalorada conversación con el director
del barco para dilucidar si era mejor equipo el
Agly egipcio o el Madrid. Siguiendo con las tribulaciones
de Cepe, la pantagruélica cena que se apretó,
tuvo consecuencias impredecibles. El atracón
le produjo una cagalera monstruosa, no incluímos
prueba gráfica por no herir sensibilidades,
pero cada vez que iba al baño después
tenía que ducharse. Creo que durante la mañana
superó el record del barco, visitó
el trono casi 10 veces. Pusieron una placa en su
honor. El mal de Egipto se había apoderado
de él y ya no le abandonó en todo
el viaje. Esto impidió que los Poretti se
levantaran a las 5 de la mañana para visitar
con nosotros todo lo que no pudimos ver el día
anterior comprimido con lo que tocaba para esa mañana. |
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Una
carrera vertiginosa y frenética nos llevo
a visitar el Valle de los Reyes, los Colosos de
Mennon, los templos de Abú, Karnak y Luxor,
y por supuesto la obligada parada en una tienda
concertada para comprar alabastro. Pues, aunque
no lo parezca, nos sobró tiempo para comer
de nuevo en la motonave y echarnos una siestecita
en la piscina, antes de finalizar nuestro periplo
por el Nilo, ya que esa misma tarde, a las 6,
un nuevo convoy de autobuses nos llevaba hasta
Hurgada. Tras más de 5 pesadas horas de
viaje llegamos a nuestro destino, entre cabezada
y cabezada que se iba echando el conductor de
nuestro bus. Tenemos que agradecer a Cepe que
nos amenizara el viaje pegándose un cabezado
con la puerta de salida del bus en la parada intermedia
y posteriormente regándome de vómito,
por que no acertó a la primera con la papelera.
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EL
TITANIC ABU
Depués
de unas cuantas vueltecitas por Hurgada
y varias llamadas de móvil encontramos
a Fer, estaba esperando con la gente del
barco en la puerta de un hotel.
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Esa
noche pudo terminar en rebelión,
más de uno/a estuvo tentado de volverse
a España cuando vió el pedazo
de barco que nos iba a albergar durante
una semana, el Abumosleh. Tras las charlas
iniciales, todas en inglés, por que
nadie del barco sabía ni una palabra
de castellano, preparamos todo el equipo
de buceo y bien entrada la madrugada cada
uno se buscó un hueco donde dormir,
el calor hizo que la mayoría de la
gente durmiera en cubierta en vez de en
su camarote.
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El
primer amanecer en el barco empezó
en el puerto, hasta medía mañana
no pudimos zarpar, por culpa del policía
de turno que tenía que dar el visto
bueno a nuestra salida, no sé si
eso fue bueno o malo pero supongo que tardamos
lo suficiente como para llegar al punto
donde algunos afortunados pudimos nadar
cerca de un grupo de casi 40 delfines. IMPRESIONANTE.
Aunque la verdad es que eso fue después
de la inmersión.
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Menudo
numerito circense se monto a la hora de realizar
la prueba de experiencia en el primer buceo. Alguno
parecía que no había buceado en
su vida. Menos mal que solo fue un atocinamiento
pasajero y pudimos experimentar parte de todo
lo que veríamos en las siguientes inmersiones,
mucho coral, aguas claras y mucha vida. Alguno
pudo incluso dar de comer a una tortuga. Un par
de inmersiones más cerraron el primer día.
La vida a bordo era muy sencilla, despertar al
amanecer, inmersión, desayuno, inmersión,
descanso breve, comida, siesta, inmersión,
merienda, inmersión, cena y ...bomba, era
terminar de cenar y la gente perdía el
conocimiento. Sobre buceo tuvimos inmersiones
muy buenas, buenas, menos buenas y alguna un poco
extraña pero en general creo que salimos
satisfechos de haber ido hasta allí. El
encuentro con 3 tiburones en Ras Mohamed, las
dos visitas al Cister, la búsqueda de los
dientes de la instructora Uschi en la 100 inmersión
de Dino, que había perdido en la nocturna
anterior, y muchas otras experiencias más
enriquecieron nuestro escaso libro de inmersiones.
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Aunque
no solo vivimos del buceo, tuvimos nuestra Operación
Triunfo particular, jugamos al futbolín humano,
múltiples charlas y muchas risas, sobre todo
cuando veíamos a Reyi tirarse al mar a hacer
sus necesidades. Uschi, Lisa y la tripulación
se portaron muy bien y eso hizo que nos olvidáramos
de las carencias del barco. Lo sorprendente fue
que sobraran cantidad de biodraminas y se agotarán
los antimeteorismos. |
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De
vuelta en Hurgada estuvimos un día más
recorriendo la ciudad y disfrutando de las comodidades
del barco para eliminar todo el nitrógeno
antes de coger el vuelo que nos llevaría
a nuestro siguiente destino. Juanra y Fer nos
abandonaron en ese momento para regresar con sus
oposiciones y con sus churris. El paseo y la cena
en Hurgada fue espectacular, los hombres de Oceánica
fueron rompiendo corazones por donde pasaban.
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LA
AVENTURA DEL CAIRO
Me
asalta una duda, siempre llegamos a los nuevos
puntos a altas horas de la noche. ¿Es que
algún ente perverso no quería que
fuesemos vistos?. Otra vez llegamos al hotel Cataract
Pyramids Resort a las tantas. Este hotel en España
no pasaría de ser un 3 estrellas pero bueno
para nosotros creo que cumplía todas las
necesidades.
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Desayuno
en buffet a lo bestia para aguantar el día
y bien tempranito a visitar las pirámides
de Giza. Tuvimos que largarnos a la carrera del
complejo de Giza, entre Cepe intentando derribar
a cabezazos la pirámide de Micerinos desde
su interior, Tere lanzando redondos cañonazos
y Vicente el Fenicio engañando a los mercaderes,
lo mejor fue desaparecer cuanto antes. Seguimos
con la visita a la fábrica de papiros para
ver como los hacían a la vez que nos sacaban
los cuartos. Para terminar con la mañana,
recorrimos el museo arqueológico hasta que
las fuerzas nos abandonaron. Las recuperamos rápido
comiendo en el restaurante Felfela que nos recomendó
Blanca, la guía virtual de este viaje. Menudo
jaleo tuvimos que liar para coger 4 taxis que nos
llevaran al hotel, fue divertidísimo regatear
con ellos en un idioma indescriptible. Que decir
de los taxis antidiluvianos y el tráfico
de El Cairo, solo el que ha estado allí puede
comprenderlo. Para terminar el día volvimos
a coger, esta vez solo 2 taxis, de 7 pax que nos
acompañarían el resto de la estancia
para tener el
primer contacto con el bazar Khan el Khalili y cenar
en un precioso restaurante típico.
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Amanecía
un nuevo día y ya empezabamos a
vislumbrar el final del viaje, pero aún
así nos quedaban más aventuras,
esa mañana fuimos a visitar la
pirámide escalonada de Saqqara
y la de Dahshur, cuyo interior es mucho
más interesante que el de Micerinos.
Para rematar la mañana visitamos
Menphis y la colosal estatua de Ramsés
II. La comida de ese día fue especial,
la primera vez que el grupo se separaba
para comer.
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Una
mitad fue a un restaurante típico a comer
pollo y la otra a un PizzaHut, justo en frente
de las pirámides, desde el que a cada bocado
había que quitarse de encima la Esfinge
de Giceh. Como de costumbre vuelta al hotel, unos
a sestear y otros a defenter el pabellón
patrio dispuntando un encuentro futbolístico
con la élite balompédica egipcia,
hasta que por la noche volvimos al Khalili, uno
de los momentos más divertidos del viaje,
tuvimos de todo.
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Acoso a los chicos, tocamientos de culo a las
chicas, aplausos, vítores, compras, regateos,
vocerío, callejeo desconocido, olores,
tensión, risa, Cepe acojonao y un té
y unas pipas de sissa para rematar la faena. Para
terminar el día un peloti en la piscina
del hotel donde pasará a los anales de
la historia Oceánica la sentencia I' AM
VODKA. Para el que no lo entienda que se lo pregunte
a Reyi. Llegamos al penúltimo día
con otro marathon completo; barrio copto, ciudad
de los muertos, ciudadela, comida en el centro
y compras de última hora para eliminar
la moneda egipcia que teníamos. Cantamos
el pobre de mí por la última cena
en el Café Riché, otro de los buenos
restaurantes recomendado por Blanca.
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Para
no desentonar con el resto del viaje el último
día nos pusimos en pie a las 4 de la madrugada,
tras solventar ciertos problemillas que nos impedían
embarcar conseguimos dar con nuestros huesos en
el avión que nos trajo sanos y salvos de
regreso a casa. En el aeropuerto nos esperaba
Juanra que fue convenientemente manteado por su
aprobado estudiantil. Las despedidas fueron de
lo más húmedas y emotivas. Pero
nadie se quedo triste por que el final de aquella
aventura no fue más que el comienzo de
la siguiente, de... OCEANICA 2005.
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