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Carpetania
El pontón de la Oliva
La quedada
Primeros pasos
La subida a las ruinas
El picnic de ultratumba
El mirador sobre el Atazar
Need for Speed
Aquí no es como en Las Guardas
El briefing y a la pista!
Mucha testosterona y algún Ovario
En modo infantil
La cena
Las coordenadas y el callejón sin salida
De nachos, costillares y ensaladitas
Despedida y cierre
Carpetania
El pontón de la Oliva
La quedada
Con la puntualidad habitual, escasa, vamos apareciendo en el ya atestado parking. Parece que hemos sido bastantes los que hemos tenido la misma idea de venir a esto de la ruta del pontón, además de los escaladores y los que vayan a ver la cárcava.
Hay que ir aprovechando los huecos y rápido que la ente sigue llegando, a pesar de ser ya las 11. Los últimos en llegar, van a tener que aparcar ya fuera del parking.
El día promete ser bueno. Sin viento, no muy caluroso, de momento, y poco a poco nos reunimos todos, salvo algún retrasado (en el tiempo) que llega más tarde, y al fin, con el rebaño reunido, nos ponemos en marcha.
Primeros pasos
Nos encaminamos hacia la presa del Pontón, que no es presa de nada, porque por un error de diseño no valía para su cometido.
Parada para la primera foto de grupo, que hay que dejar constancia documental, y seguimos por una pasarela de hoprmigon, pegada a la pared del lateral de la presa, hacia la senda de la ruta, que va en su inicio paralela a unos farallones en donde se puede apreciar algún que otro escalador jugándose el tipo.
El principio resulta fácil y sin complicaciones mayores que adelantar a algún pequeño grupo que debe quedarse "acongojado" por lo nutrido del nuestro.
Primera parada para hidratar pues va subiendo el calor, y alguno para rellenar el hueco que le quedó vacío en el desayuno, y también para verificar que vamos todos bien y no separar mucho el grupo.
Aquí el topo tiene la feliz idea de recordar a Vicente y su costubre de tirar boñigas de vaca al alto, con la suerte de Araceli que le caen unos pedacitos por estar tumbada justo detrás del Topo. Y ahí se ve al Topo apañándose para soplar las virutillas de mierda vacuna del pecho de Araceli.
Luego, ya de nuevo en marcha, el camino va cambiando de pendiente y se hace algo más exigente, pues hay que subir ya algunas cuestas y también que procurar que los menos resistentes no pierdan el fuelle en exceso.
Hay un momento de duda, porque con la cosa de acortar el trazado de la pista, el Topo tira monte a través y hay que encontrar la trocha, que está muy desdibujada. Pero al final conseguimos llegar al lugar adecuado, otra vez en el buen camino de la pista.
Lo único, que hay que compartirla con los participantes de una prueba ciclista de montaña que tienen además por allí sus avituallamientos. Hay que ver lo que aguantan algunos. Qué fuelle, qué corazón y que patas! Cosa de entrenar, claro.
Y así llegamos al cruce de caminos en donde se toma ya la pista para las anunciadas ruinas romanas.
La subida a las ruinas
En este camino, se encuentra también la famosa cueva del Reguerillo, clausurada por razones de seguridad y conservación, en donde cuenta el Topo que es de donde le vino el susodicho alias, debido a su costumbre juvenil de andar arrastrándose por cuevas y agujeros varios en su afición a la espeleología.
En fin, que se cumple el trámite de ir a visitar -algunos- la mencionada entrada y continuamos camino hacia las ruinas, que hay que ir pensando en comer.
Como siempre, el guía tiende a acortar y Araceli empieza a preguntar aquello de "...falta muuuuchoooo???" Porque las subidas en cuestión y con este sol que nos calienta, la cosa le va resultando fatigosa.
Pero, al final, todo llega y en un par de arreones más, llegamos a la cima del cerro en donde se encuentran las famosas ruinas.
El picnic de ultratumba
Las ruinas en cuestión decepcionan a alguno de los mozalbetes, que se esperaban algo más vistoso y echan en falta algún muro de mejor porte. Al fin y al cabo, aquello son apenas unos muretes que, si bien dan idea de que aquello fuera parte de la edificación del campamento romano que fue en su tiempo, para la fantasía juvenil, da poco de sí. Al final, los listos de la dirección de obra de la presa del Pontón, destrozaron para nada el yacimiento para construir con sus piedras un muro inútil.
Otra cosa es cuando se explica que aquello acabó convirtiéndose más tarde en un cementerio, en donde hoy se aprecian las estructuras de lo que fueran las sepulturas, ya exhumadas, y que al fin y al cabo a alguno parece que le da, inicialmente, algo de repelús. Pero, cuando las ganas de comer aprietan... Así que los más domingueros sacan sus mantas de picnic y sus tarteras, el resto sus bocatas y demás viandas y a comer, que hay aún que visitar el mirador sobre el embalse del Atazar y luego llegar a tiempo a lo que creo que acabó convirtiéndose en la actividad estelar: el Karting.
El mirador sobre el Atazar
Bien, pues con la panza llena nos vamos camino abajo -afortunadamente, abajo-, para llegar de nuevo al parking y recoger los coches para or al mirador.
Algún comentario ligeramente ácido del Topo sobre el hecho de que las coordenadas de su emplazamiento están en la web del evento y salimos para allá.
Aunque no es como la vez anterior que visitamos el mirador los afortunados participantes de "los miércoles al sol", en la que montó allí el Topo un aperitivo alucinante, nos quedamos un rato admirando el panorama inmenso del embalse y la presa. Además, hay que llegar al circuito, que está a un trecho algo largo.
Aquí nos separamos ya de algunos que tienen sus quehaceres y no pueden quedarse para el resto de la jornada.
Abrazos y besos entre los que se van y los que se quedan y arreando caino del primer circuito que nos acogerá y calmará la sed de emociones fuertes del grupo.
Need for Speed
Aquí no es como en Las Guardas"
Nada más llegar al aparcamiento del circuito, se advierte, a simple oreja, que el material de este circuito no parece tan manso como el que se maneja en la reserva de "Las guardas". Aquí se oye el zumbido de un kart a tope de revoluciones que hace que alguno/a dude sobre la conveniencia de subirse a uno.
Luego, ya dentro, comprobamos que no, que es uno con kart propio, que debe de participar en carreras con él, y el hombre aprovecha entre grupo y grupo para demostrar que se puede ir zumbando a muerte por esas curvas ratoneras. Yo creo que también lo hacen, los del circuito, para que la gente se anime a emularlo y gaste más, porque eso de 15€ los diez minutos, sale caro de bigote.
El caso es que el fulano se marca unas vueltas a todo meter, derrapando en cada curva que parece mentra lo que se agarran estos chismes al asfalto.
En todo caso, sirve de entretenimiento mientras que nos llega el turno.
El briefing y a la pista!
Después de algún café, refresco o similar y un buen rato de espera, le toca el turno a nuestro grupo. Todos a la garita de la pista en donde les van a impartir unas lecciones de qué se puede, qué no se puede y qué si se debe hacer para mantenerse dentro de la pista y no matarse por las lindes del circuito.
El circuito resulta molón, porque es bastante revirado con curvas enlazadas, desiguales, con desniveles... corto, pero resultón. De hecho esa recta cuesta abajo rematando en curva descendente, es para poner a prueba las manos de cada piloto.
Así que cada uno enfundado ensu protección capilar -no quise hacer fotos de ese momento para no hacer sangre-, aviados de casco y alguna incluso con guantes, comienza la carrera!
Mucha testosterona y algún Ovario
Aquí se nota que a la gente le mola eso de correr. A ellos, a ellas, a elles... Eso de pisarle al trasto y zumbar en las curvas, les pone. Y eso de adelantar, también. Porque se notan aviesas intenciones cuando ves a algun@ tirándole el kart al interior de la curva a algún incauto que deja la puerta abierta. Incluso algun@ se atreve a intentar algún "por fuera". Aquí se percibe mucho vicio y competitividad.
Algún otro, no quiero señalar pero ahí está el documento gráfico, se hace un trompo por apurar mucho el piano interior. La acompañante usual, no quedó claro si por despiste, imposibilidad material o por simple venganza doméstica, le atiza un "meco" en el morro -kart contra kart- para que espabile.
Así, vuelta tras vuelta, van consumiento los 10 minutos contratados intentando el "más rápido todavía", cual si de unos Verstappen cualesquiera se tratara.
Disimulan que no les interesa, pero, al final, se hacen con la hoja de tiempos para verificar cómo han quedado respecto al resto. Eso sí, en sana competencia.
En modo infantil
Tras la carrera senior, hay que salir pitando para llegar al karting de Los Santos de la Hunosa ya que, como no podían los adultos reservar para hacerlo todo en una y en esa primera no había pista infantil, hay que llegar a tiempo para la hora reservada.
Y no sé para qué, pues allí lo de la hora de reserva es un dato anecdótico. Resulta que hay un cumpleaños y tienen derecho a dos vueltas, con lo que, entre éstos y otros grupos, hay que armarse de paciencia y esperar.
Mientras la espera, se puede observar que los mocitos más pequeños y los más crecidos -sobre todo- tienen la testosterona que les rezuma la piel, pues se ven cosas que... en fin, miedo me daría compartir carretera con ellos.
Pero todo llega y la espera compensa con la cara de ilusión y velocidad que ponen los pequeños. Y no solo los pequeños, que a las mamás se les nota que vienen aceleradas de su carrera previa y les dura aún la adrenalina. Hay que ver qué curvas a tres en fondo que se riñen. Menos mal que los coches biplaza están pensados para los muy menudos y van casi como a pedales.
Por cierto, lo de los más menudos implica que los padres/madres de talla superior tienen que entrar -y salir- del coche con calzador.
Terminado su tiempo, a alguno se le ve poner cara de pensar "...yaaaaaa????" y que se les nota que les sabe a poco. Pero hay que ir a cenar.
La cena
Las coordenadas y el callejón sin salida
Al final, con las demoras acumuladas, hay que saltarse el disfrute de las vistas de la puesta de sol del mirador, y mira que estaba precioso el ocaso. Pero no da tiempo pues hay hecha reserva y hay que llegar puntual.
Así que, sin más, nos dirigimos a la brasería en donde podremos disfrutar de las famosas hamburguesas de costillas asadas a la barbacoa.
Ponemos las coordenadas suministradas en la web del evento y para allá que vamos... hasta un callejón sin salida. La precisión de Google es la que es y la chincheta del destino la ha calculado en la parte de atrás del restaurante, donde llega el callejón mencionado, con lo que hay que recurrir al móvil para contactar con el Topo y llegar con sus instrucciones al sitio.
Nos ponen una mesa corrida que parece que vaya aquello a ser una boda. Pero estamos bien colocados al fondo, lo que resulta cómodo para estar juntos aunque alejados los de los extremos.
Aquí se nos une Cris, que con eso de que es de su onda, se ha apuntado a lo de comer a la americana.
De nachos, costillares y ensaladitas
La sorpresa es por las cantidades. Alguien pide unos nachos y le ponen un fuentón que no se lo salta un gitano. Otro, un costillar como una flauta de pan de las grandes. Cris y Jarka unas "ensaladitas" en formato barreño que tienen que pedir que les empaqueten la mitad para llevar.
Las hamburguesas de costillas, pues bien, generosas y sabrosas, aunque algo requemadas, pero bastante apetecibles.
A la hora de pagar nos hicieron un poco la puñeta, porque no "podían" hacer cuentas separadas y hubo que buscar un pagador al que luego hacerle los consabidos "bizum". (Salvo los que somos reacios a esto de los medios de pago en el móvil, que recurrimos a la clásica transferencia).
Despedida y cierre
Y con ésto, bien caminados, bien corridos -con perdón-, y bien cenados, termina la función. Besos y "hasta prontos" con los mejores deseos de volver a coincidir pronto.
Hasta la siguiente, queridos!
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