2023 Pasarelas de Mondego
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2023 Pasarelas de Mondego

Pasarelas de Mondego - El Alentejo Portugués

Miércoles 6 de diciembre Jueves 7 Viernes 8 Sábado 9 Domingo 10

2023 Pasarelas de Mondego

Pasarelas de Mondego - El Alentejo Portugués

Una vez más nos adentramos en territorio Luso para conocer nuevos y preciosos lugares de este país vecino que tantos rincones tiene aún por descubrir.
Empezamos ya el día previo con líos con el líder, en el momento de abrir el grupo de WhatsApp para el viaje -ya hace varios viajes que ha sucumbido a la necesidad de usar este medio- al compartir, con su proverbial diligencia, los mapas y coordenadas necesarias para apoyo en el viaje, en que incluía la solicitud de contestarle por privado la conformidad de la recepción de los mensajes.
La cosa es que al tercero que da el OK en el grupo, saltándose la mencionada directiva de hacerlo por privado, amenaza con echar del grupo al próximo que diera un OK o similar en el propio grupo. Este honor le corresponde finalmente a Gelen que, no obstante la advertencia, reincide en el error.
Pero es reincorporada al grupo al día siguiente junto con algunos viajeros aún pendientes de incorporación.

Miércoles 6 de diciembre
Arrancamos esta vez en varios grupos, con la idea de coincidir en Cáceres para la comida.
Mi pasaje usual, esta vez se desplaza hasta El Escorial en tren para evitar el tener que retroceder hasta Madrid para volver de nuevo camino adelante. Así que, a la hora convenida -más o menos-, recojo a Ángeles, Marga y Araceli y emprendemos camino en una soleada mañana que augura un buen viaje.
Ángeles viene tocada de constipado y lumbalgia y Marga a medio recuperar de su propia lumbalgia, pero, inasequibles al desaliento, no han querido perderse el viaje y haciendo acopio de fortaleza se aprestan a afrontarlo.
Al incorporamos al rato a la autovía, vemos un cartel anunciando un desdoblamiento del tráfico por una vía de escape alternativa que nos ahorra el atascazo que, poco después, vamos viendo que se forma en la vía usual.
El viaje transcurre entre comentarios de la suerte con la elección de la alternativa y sobre las expectativas de atasco cuando se termine el desdoblamiento, que finalmente se confirman, y el tiempo tan bueno que hace inicialmente, aunque habrá de empeorar.
Ya casi llegando, empezamos a valorar la opción de parada para pises en gasolinera, campo o esperar ya a la llegada al punto del picnic. Yendo por una autovía, se hace difícil encontrar una gasolinera a pie de vía y la opción campestre tampoco parece viable. Así, entre dudas sobre si alcanzaremos el destino en seco, comunicamos con el líder para preguntar sobre la existencia de WC públicos en el lugar de picnic. Nos informa inicialmente que no, para más tarde confirmar que sí los había -se ve que no ha controlado esta contingencia- y llegamos a destino in extremis, directos a los WC sin apenas decir ni hola.
La comida, como estaba previsto, es al aire libre. El tiempo ha ido a peor y se ha nublado, pero no llueve y podemos celebrar la comida al descubierto.
El concepto "un poco más de comida" indicado en las recomendaciones del organizador, es mucho más que ambiguo y los "pocos más" se convierten en "La grand boufe". Allí cada uno ha traído extra y estaremos abastecidos hasta la cena del día siguiente.
Luego de comer, empezamos el paseo por Cáceres, iniciando con ello la puesta a punto de los más oxidados con algunas cuestas y escaleras. Es de resaltar la solidaridad en el acarreo del carrito del infante de los Bardavíos, que hace imprescindible el acarreo manual por las escalinatas.
Unas cuantas vueltas por la ciudad con el escaqueo de Marga y Ángeles para hacer algunas actividades alternativas, ya que ellas han visitado hace poco la ciudad y lo tienen muy reciente, y acabamos en la pista de hielo de la Plaza Mayor, para que los menores se desahoguen dando vueltas por ella antes de continuar viaje.
Continuamos a continuación camino a la frontera, en donde debíamos repostar combustible en la gasolinera que existe justo al borde de la demarcación. La faena, ya viene siendo un clásico, de mi navegador fue que me indicaba que la gasolinera estaba a más distancia que la frontera, cosa que me llamó la atención pero no me hizo sospechar. La cuestión es que me hizo dar la vuelta pasada la gasolinera en un supuesto cambio de sentido y retroceder hasta ella haciéndome saltarme una prohibición par apoder entrar a repostar. Un clásico, ya digo.
Llegamos finalmente a Marvão, en donde pasaríamos la primera noche. El pueblo se ve iluminado -precioso- en lo más alto de un cerro. Se antoja un maravilloso destino.
La cosa de llegar hasta los respectivos hoteles se convertirá en una gimkana, merced al laberinto de calles que es Marvão. Es muy bonito el pueblo, a pesar de todo, pero las calles, aparte de intrincadas, son tremendamente estrechas y los navegadores, esta vez todos, no atinan fácilmente con los destinos. Así que al final el líder nos tiene que guiar casi a mano para conseguir encontrar el camino. Esta búsqueda por calles revueltas repletas de esquinazos y poyetes, propicia que el coche de las hermanas Palomino sufra un percance en una marcha atrás para reconducir la búsqueda del hotel que supuso un bollo en la tapa del maletero.
Pero los hoteles son tan bonitos y acogedores como el pueblo y compensan con creces las tribulaciones del itinerario.
La cena -sandwichera, nocturna y al fresco- la hacemos conforme a lo previsto respecto a la ubicación, porque el espectáculo de la puesta de sol ha ocurrido ya un rato antes. El cálculo de los ocasos no ha sido una de las mejores previsiones del líder, conforme se comprobará en otros momentos similares.
La búsqueda de los sándwiches, a la luz del móvil, convierte la cena en una tómbola gastronómica en la que no vale catar los sandwiches y dejarlos de nuevo en la caja si no gustan. Hay que apechugar con lo pescado y, como mucho -aquellos que tienen maridos/mujeres/hijos/amigos complacientes- pueden pasarse al susodicho/a y probar suerte de nuevo. Así hubo alguno que los comió casi de un solo tipo.
Para terminar la programación oficial, el organizador organizó un "kahoot-briefing" con el que -aparentemente- pretendía ponernos al tanto de la actividad venidera. Ahí, los más avisados hicimos trampas con el uso del móvil para no quedaren evidencia.
El consabido briefing para el día posterior se hacía en un invernadero en una terraza en la que había un jacuzzi público. La aventura de abrir la puerta de aluminio del recinto, que tenía el abridor en el marco en lugar de la propia puerta, fue una experiencia delirante, pues, al estar medio oscuro todo, no se distinguía bien la peculiaridad del diseño de la carpintería. Y fue divertido ver los esfuerzos del personal hasta que se percataron de la anomalía.
Personalmente no comparto eso de los jacuzzi públicos por aquello de los fluidos compartidos en tan poca cantidad de agua, aunque supongo que estará prevista una buena depuración, pero hubo también quien aprovechó para disfrutar de un baño nocturno en el jacuzzi mientras el briefing -y también tras el mismo, con mayor intimidad-.
Después de enterados -más o menos- de lo previsto para el día siguiente, algunos irredentos, dada la todavía temprana hora, nos fuimos a dar unos paseos nocturnos por el pueblo.
Yo coincidí con Gelen cerca del castillo. Había desestimado yo acercarme más allá de la cercana muralla por lo oscuro y lo irregular del terreno y ella venía disfrutando de su propio paseo hacia el mismo lugar. Allí, de cháchara, observamos luces de linternas -luego fueron móviles- en la puerta del castillo. Resultaron ser los Flores en una visita nocturna al castillo. La visita, con algún canguelo de la Flores, fue interesante por lo contado. Menos mal que no se me ocurrió continuar y entrar al castillo mientras su visita, porque igual el susto hubiera sido descomunal si nos encontramos de improviso.
Un rato más de cháchara y a dormir temprano.

Jueves 7
Tras el desayuno, cada uno en su alojamiento, dejamos todo ya listo en los coches para continuar rápidamente el camino tras la visita programada al castillo.
El punto de encuentro era en la puerta del Castillo. La cuestión era que la niebla casi no deja encontrarla. Desafortunadamente, ella será culpable en varias ocasiones de no poder disfrutar las vistas en algún otro lugar del recorrido.
El castillo es digno de visita pues es grande y bien conservado. Tiene un algibe enorme que hay que visitar en fila y por turnos, pues el sitio disponible en su interior para verlo, es escaso.
De las vistas desde el altozano en que se encuentra el pueblo... apenas hay un momento en que se rasga la cortina de niebla y permite atisbar, entre girones de bruma, un retazo de lo que debe ser una panorámica increíble con tiempo de sol.
Habrá que volver con mejor tiempo.
Salimos a continuación hacia Cais de Vila, parando en un supermercado para comprar el picnic de la cena de ese día. La mayoría aún tiene comida de la cena de ayer, con lo que las compras son de menor cantidad.
Salimos "escopetados" para el Paseo en barco por el Tajo. El tiempo se pone en lluvioso -modo con ganas- para el paseo en barco.
La cosa resulta un poco penosa, porque si desde el exterior se ve poco debido a la niebla y la lluvia, desde dentro se ve aún menos por lo empañado y desmejorado de los ventanales. Un fastidio.
Aún así, algunos se atreven a observar desde la cubierta -descubierta- superior mientras llega el momento de zarpar y zampar.
El ambiente y decoración del barco es agradable, aunque no tanto la comida, que resulta un poco "justita", como el tintorro áspero que el Topo -en modo sumiller- se encargó de sustituir con un vino blanco más aceptable. Pero se cumple el cometido de alimentar y llenar la andorga, que ya es bastante.
El tiempo lluvioso cede un momento y nos da oportunidad de ir a la cubierta superior a admirar algo del paisaje, plano y descolorido con la lluvia y las nubes bajas, y algunos buitres que intentan secarse con las alas extendidas en lo alto de los riscos que bordean el río.
Sin más tiempo ni para el café -vamos atrasados con el horario- salimos corriendo, unos al Kartódromo de Castelo Branco y otros, las hermanas Palomino y mi propio pasaje, al pueblo de Monsanto, que previsiblemente no iban a poder ver los del Kartódromo y nosotros no teníamos interés ni en conducir ni en mojarnos hasta lo más íntimo de la anatomía.
En el Kartódromo se dirimían las primeras disputas por el ansiado podio. Aunque, según parece, hubiera sido mejor que llevaran el neopreno porque la carrera se declaró "en mojado". Especialmente en alguna curva que, sí o sí, había que pasar por un charco. Y claro, teniendo en cuenta lo abrigaditos que son estos karts, toda el agua iba a parar a las enaguas.
Alguna previsora se llevó panalones de agua, pero en la parte superior parece que no iba tan protegida y se mojó lo suyo.
Los salido parece que se llevaron una buena parte del agua, con eso de ser más. Abel, el "demonio del karting" en seco, parece que en mojado no lo es tanto. Y es que controlar esos cacharros con tanta agua, es un sindiós.
Al final, parece que, en esta ocasión, no ha habido mayores daños por trompazos y que todo quedará, como mucho, en algún trancazo monumental debido a las mojaduras.
Los ya mencionados de la tropa anti-karts, nos dirigimos directamente hacia Monsanto. Llegamos sin mucha dificultad, dada la deficiencia de mi navegador, y nos adentramos al laberinto del pueblo. Craso error. Si pensábamos que Marvão era una trampa para los coches, Monsanto es aún peor. Desatendiendo la indicación del organizador de aparcar a la entrada del pueblo -tampoco había mucho sitio, parecía- nos adentramos en él. Al final, tras callejeos endiablados en busca de dónde dejar los coches, aparcamos casi a la salida del pueblo por el lado opuesto, junto al cementerio y la puerta de salida del recinto amurallado.
Iniciamos el paseo armados de paraguas pues sigue lloviendo algo. Recorremos con algo de prisa algunas calles al azar, pues la luz del día va menguando rápidamente y hay que aprovechar lo que se pueda.
El pueblo parece ser más bonito incluso que Marvão, con casas rústicas imbricadas con las enormes rocas del entorno. El tiempo apenas amaina pero nos da una tregua para poder ver algo del paisaje desde algún mirador. Tras un apresurado paseo, nos ponemos en busca del bar del pueblo, ya que parece no haber más que uno. Y es, realmente, el bar del pueblo, con hechuras y tamaño de bar de pueblo de montaña, aunque sí que vemos lo que parece ser un hotelito del estilo de los de Marvão, con bastante buena pinta.
De ahí nos vamos en busca de los coches, que encontramos tras consultar con algún voluntarioso vecino sobre la ubicación del cementerio, porque ha anochecido y ha caído una niebla espesa que, junto con la iluminación del pueblo aún no encendida, hacen un tanto complicado el encotrar el camino.
Al final lo conseguimos e intentamos salir por la puerta que mencionaba, puerta que sí que vimos que un coche del vecindario utilizaba para salir, pero que no nos atrevimos a usar nosotros porque vimos que el paisano salió ajustando por milímetros y ni Gelen tenía ganas de darle otra rascada al coche familiar ni yo de restregar el mío por la primera y dejarme algún trocillo de coche en el intento. Así que dimos la vuelta y nos dispusimos a sufrir la búsqueda de la otra salida por lo intrincado de las callejas. Una odisea.
Tras una parada técnica a consultas en una encrucijada, Inés ve un cartel que indica claramente "SALIDA", aunque la maniobra para coger la calle, evitando modificar barandillas, alféizares y poyetes, tuvo su aquél.
Conseguido salir del pueblo, nos dirigimos hacia Penamacor. Un viaje algo agobiante por la oscuridad, la niebla y la falta de señalización de las carreteras portuguesas, sin rastro apenas de la pintura que en su día debieron lucir.
Al final, en un nuevo lío con las direcciones acabamos en el propio Penamacor en lugar de en el hotel, donde finalmente habíamos quedado al abortarse la opción "cena con puesta de sol" desde el mirador de su castillo.
Así que seguimos en el navegador las coordenadas para aparcar en el punto indicado por la organización, que nos metió por otras callejas que parecían cortarse o eran en contrasentido. Esto, al menos, nos brindó la agradable sorpresa del contemplar el ambiente nocturno de la población, iluminada de navidad, y, por primera vez, un ambiente de gente celebrando la fiesta, con acordeonistas cantando por las calles incluso. Las hermanas nos abandonaron en nuestra infructuosa búsqueda, pues ellas sí que tenían puesta la localización del hotel, y, hartas de seguirme en mis idas y venidas, se decidieron a llegar solas al hotel.
Tras percatarme de mi error, pusimos las coordenadas del hotel y llegamos, al fin!, al Hotel Termas de Sao Tiago en Penamacor. Un moderno hotel de categoría superior, aunque más frío de ambiente que los disfrutados en Marvão.
Cenamos todos en el vestíbulo -cual tribus- y se procedió a la entrega de premios de los esforzados ganadores del Karting. Esforzados hasta el punto de que los Salido hubieron de dejar los abrigos a secar en las secadoras del hotel, debido al estado en que quedaron tras la carrera.
Foto de los triunfadores -Raúl, Diego y Cintia- que recibieron su medalla y posaron en un decorado navideño, impostando la corona de laurel de los vencedores con la decoración navideña del hotel. Y, tras ésto, y al briefing.
La reunión se hizo en la recepción del hotel mientras esperabamos a los Cebollas, que tardaron lo suyo en llegar.
Y ya todos juntos y explicado el acontecer previsto para el día siguiente, que será de solaz y relajo para unos y de visita a Penamacor para otros.

Viernes 8
Por fin buen tiempo. Un desayuno algo desnortado de la calidad tan aparente del hotel y cada uno a lo suyo. Es decir: Los más, al remojo del SPA; y el resto, de nuevo las hermanas Palomino, mi "séquito" forzado y yo mismo, a visitar Penamacor, que nos había cautivado con su ambiente la noche anterior.
Alguno, ya de antemano no teníamos previsto el remojo del SPA, pero otras se animaron a la visita in extremis ante esta opción, por aquello de ver el pueblo y de disfrutar de algo de sol que nos ilumina la mañana.
Bueno, pues por turnos de remojo, la experiencia SPA, fue un mostrar tipos de todos los calados. No me refiero a la mojadura sino al volumen desplazado en el agua. Sin entrar en detalles, alguna foto delatora hay circulando por ahí.
Los gorritos de baño tampoco acompañan mucho la mejora del look, con lo que más valía estar bien metido en el agua hasta el cuello y pasar desapercibido debajo de los chorros.
Otra cosa es que las rociadas del SPA vinieran bien para recomponer el cuerpo de sus fatigas -la tensión vivida en el Karting hay que rebajarla-, que eso de que te caiga encima del cogote una cascada entera de agua parece que, si no te las casca (no he podido resistir el tonto juego de palabras), descarga las cervicales.
Un buen rato de relax y remojo -parece que no había habido bastante con el del día anterior- y a preparar los avío para continuar viaje.
Los de la visita a Penamacor nos volvimos a meter en la encerrona del callejeo por las mismas calles que la noche anterior nos habíamos perdido los de mi sección. Al final, resultaba que lo que parecía el final de la calle que acababa en el castillo, continuaba por los vericuetos de los alrededores de sus alrededores. Gelen aparcó en aquél extremo y mi parte del convoy llegamos a lo que el optimismo del Topo había seleccionado como el sitio para aparcar. Escaso de plazas y ocupado, menos mal que no fuimos allí los diez coches, hubiera sido divertido.
De allí, retrocedimos para reencontrarnos con las hermanas P y encontrarnos, ya a pie, con que la calle supuestamente cortada podía continuar.
Alcanzamos el lugar desde donde deberíamos haber disfrutado de la cena a la interperie y la puesta de sol. Sí que hubieda sido un buen lugar, al menos amplio, para la cena. Pero la puesta de sol hubiera sido un poco a nuestra espalda, dada la orientación del lugar.
En todo caso, pudimos disfrutar de unas preciosas vistas, del entorno y del propio pueblo, desde la explanada en donde se ubica la torre, única muestra del castillo.
La verdad es que el pueblo en sí nos ofreció una mejor imagen la noche anterior, con su iluminación y ambiente festivo. Hoy, a plena luz del sol, el ambiente queda algo desdibujado, pero el pueblo merece el rato de la visita. Calles con casas envejecidas, empedradas y con algunos rincones interesantes.
Tiempo para un rápido café en una terraza -Amelia no sobrevive sin su café de media mañana- y regresamos a la búsqueda de los coches para regresar al hotel y continuar camino con el resto del grupo.
Por el camino al restaurante donde comeremos, paramos en una especie de granja con animalejos -por aquello de hacer tiempo hasta la hora comprometida- en donde un avestruz mala leche, una cierva algo enloquecida, unos pavos reales algo escuálidos, un caballo, un burro y poco más -aparte de un par de perrillos- nos permiten estirar las piernas y entretenernos e ir haciendo gana para la comida.
Luego, a comer en "A Cascata", un pequeño restaurante en donde conseguimos colocarnos y comer, ocupando la totalidad del local.
Después seguimos camino a las minas Recheira también conocidas como "Minas do Alemão", en donde al Topo se le conmueve el ego con la emoción de ver que nos reciben con un cartel personalizado con el nombre del grupo.
Las minas son de Wolframio, metal llamado "oro negro" por su valor en los tiempos de la segunda guerra mundial. Son unas minas, ya en desuso, de donde se extraía abundantemente, en tiempos, el preciado mineral. Ahora, ha quedado en un lugar en donde ilustrarse vagamente sobre el asunto minero en la época y en donde celebrar bodas y despedidas de soltero, pues para eso ha quedado la cosa. También se utiliza como cava y bodega, pues la temperatura acompaña.
Fotos de rigor, con todo el grupo, y explicaciones orientadas a grandes y a pequeños, recorriendo parcialmente algunos de los túneles de la mina.
Acabada la visita, continuamos a Guarda, en donde pasaremos las últimas dos noches.
Al llegar, nos sorprenden en el hotel con un cambio de la habitación doble de Ángeles y Marga a otras dos individuales, que, curiosamente, coinciden con las de servicio. O, al menos, así están rotuladas y dan tal aspecto.
Ángeles, que es del gremio, dice que nanai y que les busquen otras. Al final, las albergan en unos cuchitriles un tanto infames e impropios de un hotel que pretende ser digno.
Tras alojarnos, nos vamos de paseo para conocer el ambiente navideño de la ciudad, tan cambiado desde la anterior visita en Halloween en el pasado año. Un gran ambiente navideño, con casetas, luces y algunas atracciones, atraen a un montón de gente que no había en la anterior ocasión.
Cenamos en "la casona" del hotel unas "tostas" -a modo de sandwiches descomunales- que el organizador a previsto que nos irían trayendo del restaurante concertado "Casa da María". Traen la primera ronda y ya empezamos a sospechar que va a ser demasiado. El concepto "un poco más de comida" que nos afeaba en nuestro exceso de cálculo el bienamado líder, no parece que deba aplicarlo él en sus previsiones... Sobró como para que muchos comiéramos al día siguiente. Pero estaban ricas, eso sí.
También hubo momento emotivo con la celebración del cumple de Tere, que pudo soplar su velita, puesta sobre las gachas dulces -en un barreño inconmensurable- que hizo las delicias de los más golosos.
A continuación vino la tortura del briefing para el día siguiente, en que visitaríamos la atracción principal del viaje: las pasarelas de Mondego. Lo fundamental era organizar los acarreos y desacarreos de las gentes y dónde dejar los coches.
La verdad es que el Topo tuvo que tener alguna pesadilla antes y después de las explicaciones. Antes, para poder organizar el trasiego de coches p'acá y p'allá que iba a ser necesario para poder ir a cada parte del itinerario y la logística de coches y conductores que suben, bajan, vuelven a subir y a bajar. Como los peces del río pero en trasiegos en vez de tragos. Después, por los quebraderos de cabeza para explicarse, y que atendiéramos y entendiéramos cómo era la cosa.
Se inicia por lo fundamental de la organización con los coches de los "sesteadores", que ya tenía su aquél y costó lo suyo. Pero luego, cuando se puso a explicar el resto del plan a los ya "animados" participantes -las birras es lo que tienen- fue cuando casi entra en crisis. Entre el cachondeo propio de la grey y la complicada estrategia de idas y venidas, no sé cómo no acabó de los nervios total. Una de las cosas claras, es que el coche de las hermanas no debía ir a no sé donde y debía de quedar en cierto lugar.
Al final, ante la imposibilidad de que quedáramos con las cosas claras, todo se acordó en un "sigan al jefe" para los que seríamos conductores del grupo de senderistas. Lo único, pegarse a él ante cualquier duda. Pero no... no iba a ser tan fácil.

Sábado 9
La primera del día fue el madrugón para desayunar a las siete, porque debido a los concilios entre grupos de desayuno y las exigencias del horario para poder realizar toda la ruta con luz, debíamos desayunar entre esa hora y las 7:40. Así que, con los ojos pegados aún por el sueño, nos fuimos encontrando en el comedor del hotel para el desayuno. Cierto es que existía la posibilidad de recoger el desayuno sobre las siete y media y llevárselo a la habitación. Pero eso era útil solamente para los que estaban en el hotel, que podían ir en pijama y pantuflas, porque los que estaban en la casona de enfrente lo tenían más complicado.
Así que desayunamos bajo la ferviente vigilancia de la dueña consorte del hotel -al menos lo parecía- que nos intentaba embusar de pan tostado; no importaba cuantas veces le dijeras que no, que seguía insistiendo.
Tras el desayuno tempranero, todos a los coches para visitar el pueblo amurallado de Trancoso, visita que hacemos en el coche, porque cae agua con ganas y hay niebla además. El líder y guía nos va conduciendo por un nuevo laberinto de calles -menos mal que algunos ya íbamos entrenados de los días previos- en el que alguno debió maldecir lo suyo. Especialmente los de los coches más grandes.
Al final no vimos apenas nada por lo cerrado del tiempo -fue más un intuirlo- y Raúl y su gente se fueron de regreso a Madrid porque Laia estaba fastidiada con una fea tos. Yo creo que, además, fue la excusa perfecta porque ellos, con su furgo extra-grande, no podían seguir el estrecho itinerario. Pero, fuera de bromas, ojalá que se ponga bien pronto y al tiempo de estar lista esta crónica, ya se encuentre dando volteretas por ahí.
Despedida con los mejores deseos de todos para la mejoría de la nena y a seguir.
Llegados al inicio de la ruta de las pasarelas, afortunadamente -e increíblemente- ha dejado de llover. Unos pocos kilómetros y minutos antes, llovía con profusión. Y al llegar allí -oh maravilla- se abre el cielo para ir dejando paso al sol. Un milagro! Aún así, cargamos los paraguas, que son el mejor antídoto para que no llueva y una sabia previsión en el caso de que lo haga.
E iniciamos el raid. Sueltan de liebre a Almudena -la líderesa consorte- con los rapaces al frente. Y todos detrás, a la carrera. Al final, el propio Topo tiene que decirle a la Topa que frene un poco que no va de rally.
El primer tramo es de bajada por las escaleras de madera, que se agradece que estén ya secas por el sol. Aún recuerdo los resbalones de la anterior aventura en pasarelas, las de Pavia, que estaban mojadas y llenas de barrillo de hojas. Luego, continúa por una pasarela más o menos plana, en que hay que emplearse a fondo para llegar al punto de la comida con tiempo.
Rematando el camino hay que pasar por un puente colgante sobre el río. Ahí nos reuníamos con los más presurosos. Uno de ellos, Pablo, retrocedió por el puente para encontrarse con su padre. La cosa fue que una familia local estaba también cruzando el puente y cuando Pablo se puso a hacer cabriolas sobre el puente, a la señora del susodicho grupo casi no le da un "perrenque". El alarido que le pegó a Pablo se debió de oir hasta en Salamanca! Qué susto que le dió a la pobre mujer. El puente, oscila más -aparentemente- en los extremos, que era donde ellos se encontraban y a la buena mujer tampoco le debía de resultar muy atractivo eso de cruzar puentes.
Así, hube de temer por Ángeles, que está reñida con eso de las alturas y los pasos arriesgados. Pensé que igual no iba a poder cruzarlo; pero no, llegó al inicio del puente y, esperando a que no hubiera más gente en el puente, pasó sola sin detenerse ni una vez. Toda una heroina!
Allí comimos, de pie y al fresco viento, todas las tostas y víveres comprados en el super. Rápido, porque hay que contiuar la marcha y los acarreos de coches.
Luego vino el momento en que no me acordé de la movida del briefing del día anterior, pues me iba con el resto de "senderistas" sin atender a mi supra-condición de conductor. Total, que una voz del líder me devuelve al rebaño de conductores y allá que vamos a dejar los coches en el lugar propicio. Después, vuelta para abajo con el resto de coches necesarios para acudir después a por los dejados atrás. Fácil no?
Y de allí, en busca del resto del grupo haciendo el camino inverso al que ellos realizaban, con la intención de encontrarnos a la mitad del recorido... más o menos.
Un primer momento de duda del líder en la elección de la ruta hacia el reencuentro, al equivocar un desvío; pero reacciona enseguida y recuperamos el buen camino. Luego, para pesar de alguno/a, la mitad de nuestro recorrido empieza en unas subidas de tomo y lomo. Y encima a la carrera, para llegar a ese "más o menos medio camino". Pero lo logramos; no sé si a la mitad del camino pero nos encontramos. (Tampoco había muchas posibilidades de no hacerlo puesto que íbamos por la misma pasarela, claro.)
Acabamos esa parte de la ruta y los Salido se retiran de la expedición por las necesidades estudiantiles de sus vástagos para regresar a Madrid, con lo que al Topo se le descolocan las neuronas intentando recalcular la fórmula magistral para subir a recoger los coches.
Otra vez en reunión los restantes senderistas y sesteadores, hacemos/deshacemos el camino todos juntos hasta llegar de nuevo a la ubicación de los coches bajados para luego ir unos en subida y otros en bajada hasta la presa, para bajar los subidos y retornar con los coches otra vez a la presa. (Nota del escriba: A estas alturas ya no sé si voy bien con el orden de la narración, pues con tantos ires y venires, mi subconsciente ha reprimido algunos pasos y ya no soy capaz de recuperarlo con solo las instrucciones de la planificación.)
Al final, el Topo también se lía y le falta un conductor al llegar al parking. Además, las llaves del coche de Diego -creo que era el de Diego- las tiene Cintia y nos falta un conductor, con lo que el siempre bien dispuesto y querido organizador -la procesión la lleva por dentro-, se vuelve a dar otro paseo para traer al conductor faltante y las llaves.
Luego, por fin todos en sus correspondientes coches, nos vamos otra vez para Guarda, a curiosearnos un poco antes de irnos a cenar las afamadas "Francesiñas" en "Digujá".
Primero damos un paseo por la plaza esperando a los Cebollas que se han ido a disfrutar de un concierto de villancicos por allí al lado y, luego, a pie hasta el restaurante, en donde se reunirán finalmente los Cebollas.
Llegados al restaurante, hay que elegir lo que cada uno se quiere comer. Tarea que no es fácil porque el menú no acompaña las útiles fotos de los platos y, con solamente la descripción de sus ingredientes, no es fácil saber de qué va la cosa.
Así, cada uno se va pidiendo sus francesiñas o lo que les peta. Pero los que piden Francesiñas se van a lleva una gran -muy grande- sorpresa con ellas. Especialmente los que piden la versión "Germinada".
Es la francesiña en cuestión un sandwich en remojo de una abundante salsa -algo picante, parece- y rellena de filetes, salchicha, jamón huevo frito y más cosas... por partida doble. Si ya es un atentado contra la salud gástrica una de la versión "estándar", aquello es como para que te dé algo.
No obstante, el tragón de Fer se apiola su germinada y luego unos gofres -o muffin o ambas cosas, no sé ya- para empujarles a las francesiñas en su viacrucis rectal. No sé dónde lo echa el hombre -que se dice- ni cómo pasó la noche, pero no sucumbió.
El resto hizo lo que pudo y, los que no pudieron, se lo pidieron envasar para llevárselo para la cena del día siguiente, ya en Madrid. Bonito recuerdo.
Luego, en el retorno al hotel, hubo sus más y sus menos con la orientación -una vez más pero esta íbamos a pie-, pero llegamos finalmente a término y nos fuimos a dormir -y digerir- lo cenado.

Domingo 10
Hoy es día de carreras. De carreras en el sentido de que hay que correr por carretera, esta vez con peajes, para llegar al circuito con puntualidad. Y de carreras en el circuito, que era la gracia final. La gente le tiene mucha afición a esto de jugarse el tipo en estos cacharricos.
Llegamos pues al circuito y se aprestan, primero los infantes y los que, prudentes, prefieren disfrutar de la experiencia en un modo menos "Born to race" y arriesgar menos el pellejo: Jarka, que ya ha pasado por la experiencia de darse un piñazo en tierras granadinas e, inusitadamente, Marga, que se decide a probar qué es eso del karting. Elena decide ir ella sola en un kart, su primera experiencia, y su madre se apresta de escolta para protegerla de adversidades. Y arrancan los coches! Bueno, los Karts. Los más jóvenes van en modo carrera a pesar de su juventud. Jarka va prudente a lo suyo y Marga, feliz neófita, disfrutando de la experiencia como una chavalilla más. Jaime va en un "dúplex" con su padre, imaginando que es él quien conduce su "bólido".
Acaba esta primera ronda y toca el turno a los adolescentes y adultos. Aquí ya se ve que eso de "no, si es para disfrutar un rato" es más falso que una moneda de dos euros cincuenta. Ahí se ve que hay pique entre conductores y ganas de pasar al adversario.
Luego, ya en pista, se confirma. EL Topo y la Topa picados una vez más, aunque tan amorosos al bajarse del vehículo; no llega la sangre al río y parece que ha sido una sana competencia. Alguno se ciega en el deseo de adelantar o no ser adelantado y Charly se cruza en un trompo que evitan los que pueden, salvo el pobre Juanra, que apenas puede frenar y se estrella de costado contra él. Total: dos coches siniestrados y Juanra medio tronchado. Otra víctima del frenesí de las carreras.
Luego queda alguna que otra carrera más para consumir los Karts de los ausentes Salido y que los que no han tenido suficiente aprovechen un poco más. Así, Elena quiere "progresar" y pide un kart más "de mayores" que el primero era un poco de la "señorita pepis" y a ella también le gusta eso del correr. Se ve que lo lleva en los genes.
Y tras la comida, barbacoa algo fría a pesar de los intentos del personal, y las despedidas de rigor, retornamos a Madrid esperando no ser víctimas de algún atasco.
Besos y parabienes acostumbrados y ganas de volver a otra nueva excursión.
Hasta la próxima queridos todos. Gracias como siempre por la alegre compañia y al Topo por su sufrida organización y control para que no falte nada.