Ha sido este un viaje lleno de nuevas experiencias, anécdotas recurrentes, algún contratiempo sin mayores consecuencias y, sobre todo, un genial y amistoso ambiente tanto en lo personal como en lo climatológico. Quien nos iba a decir que, con lo que estaba cayendo en levante, con la DANA, en Galicia y aledaños íbamos a disfrutar de un tiempo tan excelente.
Porque a quien se le diga que hemos andado casi en cueros en medio del monte en este primero de noviembre, no nos creería. Pero sí, lo hemos hecho y disfrutado -con algunos momentos menores que han quedado perfectamente documentados- en unos preciosos y soleados días.
Aquí va la historieta de esta nueva congregación de fanáticos divertidos -la gente TopoDiving-, en un nuevo viaje, esta vez hacia las termas gallegas, su mar -con viaje en barco entre Moaña y Vigo incluido-, una fiesta tardía de Halloween, hecha a la medida y el disfrute de los pequeños y -casi más- de los grandes. Y, cómo no, una carrerita de Karts.
Y esto es lo que pasó:
Esta primera parte de la crónica, realmente es la del viaje que los más adelantados hicimos en nuestro camino a Galicia. Cada uno es libre y mayor para decidir si le apetece conocer lo que dió de sí este tránsito para el convoy Marga's/Banet.
Camino a La Cañiza
Recogía a mis compañeras, Ángeles, Reyes y Marga, puntualmente -todo lo que da RENFE en este capítulo de la puntualidad, pero muy aproximada, ciertamente- en la estación de El Escorial. Y, tras un pequeño refrigerio de las tres viajeras en el bar de la estación, nos ponemos en camino.
La idea era pasar por Medina del Campo y, más tarde, parar a comer en Puebla de Sanabria. Incluso teníamos intención de parar en Allariz, que parece ser -por las diversas referencias positivas- un precioso pueblo. Pero este último hito quedó fuera de nuestro alcance, al final. La noche cerrada y un poco de lluvia hacían aconsejable el prescindir de la visita.
Visita a Medina del Campo
La primera parada fue, por tanto, Medina del Campo. Sonoro nombre de una ciudad que debió de ser importante por su historia pero que, desafortunadamente, los distintos gobiernos locales se han ido encargando de estropear el patrimonio arquitectónico en un frustrado intento de hacer de ella una ciudad moderna. Una auténtica desilusión. La mezcla sin sentido de una arquitectura moderna y rancia con algunos edificios antiguos, da como resultado un "sindiós" que hace que nuestra recomendación sea seguirla considerando una ciudad por la que pasas y no te detienes.
Quizá la salvedad sea su castillo, aislado del entorno lo suficiente como para que no colisione con ninguna hazaña arquitectónica. Pero es tan parecido al de Coca, que podría prescindirse de la visita.
Un breve paseo de circunstancias -que no se diga que no lo intentamos- y continuamos para Puebla de Sanabria.
Visita en Puebla de Sanabria
Aqui la cosa cambia. El pueblo es precioso y está situado en un entorno que es una maravilla.
Lo primero es buscar un lugar para comer pues, aún estando próximo el puente, no es temporada y no son demasiados los sitios operativos para tal menester. Pero hay suerte: encontramos un restaurante con un cierto encanto y un gran ventanal que permite una estupenda vista del exterior.
Luego, un paseo por las calles y rincones de esta ciudad-fortaleza. Al fin y al cabo, no deja de ser un bonito decorado temático a favor de la visita de forasteros, como Carcassonne -salvando las dimensiones- u otros lugares similares. Es la moda, qué se le va a hacer, pero visto así, apenas con unos pocos visitantes más, merece mucho la pena.
Después de la visita -con un momentáneo y breve despiste entre los miembros del grupo (menos mal que éramos solamente cuatro)- nos dirigimos a ver el famoso lago. Es un paraje deslumbrante, especialmente con los colores del otoño que ya rodean su contorno. Pero pasa lo mismo: menos mal que es un día fuera de la temporada veraniega y algo nuboso, porque esto debe ponerse de bote en bote al igual que ha de pasar en el pueblo.
Total: merece con seguridad una visita, pero huyendo de las fechas en que esto debe ponerse hasta arriba de gente.
Reunión con todos
Por el camino al destino final en A Cañiza, abandonamos -como decía- la visita a Allariz, recomendada a mis acompañantes por una amiga -luego, también nos lo recomendaría como alternativa a las termas el encargado del camping-, debido a la noche cerrada y una lluvia que nos acompaña durante este final del viaje.
Llegamos al camping en donde el querido organizador nos espera en la misma puerta, para evitar que nos pasemos de largo, ya que las coordenadas disponibles te llevan más allá de su entrada.
Hacemos acopio en la misma garita del recepcionista de las obligadas cápsulas de café para el desayuno -el modelo de cafetera disponible es algo especialito y lo requiere- y de algunas cervezas para consumar la cena y nos vamos siguiendo al Topo hasta la cabaña que acogerá nuestro reposo.
La cabaña es grande y bien dispuesta. Pero la cuestión es que el sofá cama que me destinan es un tanto "tetrix" y escaso para mi envergadura. Tras algunas conjeturas sobre las opciones para mejorar el camastro, Marga se ofrece generosa a ser ella la que sufra el sofá, más adecuado a su menor talla. Gracias, querida amiga.
El responsable del camping nos da, como alternativa a que las termas estén saturadas de gente -parece algo inverosímil, dadas las fechas y que son al aire libre, pero verificaremos más tarde que es la cruda realidad- el ir a visitar Allariz que, por segunda vez, aparece como destino apetecible, por su reputación de pueblo bonito (lo que acrecienta las dudas de algunos/as sobre la opción "B" como más deseable que la "A" y evitarnos cocernos al aire libre y en paños menores).
Cenamos algo y nos vamos de visita a los que ya han ido llegando, concretando la ronda en un encuentro con las hermanas Palomino y sorprendiendo a Ana ya en pijama (hay un velado documento que lo atestigua). Después, nos vamos recogiendo a nuestra cabaña para descansar y preparar el día siguiente con un esperado descanso.
Viernes 1 de noviembre
Levantados, aseados y desayunados, lo primero a continuación son las salutaciones al resto de compañeros que han ido llegando cada uno a su hora -alguno parece que a deshora- y nos vamos congregando para salir escopetados en breve, pues el líder no aguarda y el plan es apretado.
Así que, en cuanto vemos que el Topo llega a la puerta del camping con su coche, salimos todos disparados a ponernos tras él.
Aunque sus vetustos mapas empiezan a adolecer de una cierta obsolescencia, es mejor perderse con él que por cuenta propia. Al menos, te queda la coartada y la opción al choteo, aunque, como él mismo dice: "si pones las coordenadas que yo doy, llegarás siempre al destino" (menos en el caso excepcional de ayer, en que nos hubiéramos pasado de largo, ya digo).
Llegamos a Moaña con una preciosa mañana de sol, una excelente temperatura y un cielo con alguna nube que servía más de adorno y engalanamiento que representar una amenaza de lluvia. Ganial!
Un breve paseo por la zona portuaria, disfrutando de unas preciosas vistas unos, otros -más pequeños- de las atracciones de los parques infantiles que jalonan el paseo -tirolina incluida- y otros, en animada tertulia futbolística o de marujeos surtidos respecto a sus responsabilidades infantiles; todo muy correcto y tolerado.
En barco hacia Vigo
Volvemos al puerto para embarcarnos en el trasbordador que ha de cruzarnos la ría hasta Vigo. Surge un cierto cabreo del líder de la expedición con el capitán por el retraso de la salida del "paquebote". Retraso merced al que Marga pudo darse una carrera para hacerse con una camiseta, pues el sol aprieta y su previsión frente al frío del norte, ha sido demasiado contundente. También da oportunidad a Tere para ser la última en embarcar, intuyo que por razones similares.
Ya en el barco y camino de Vigo, disfrutamos de una calmada travesía en su cubierta superior, con la vista impresionante de la ría, las bateas de mejillones, el gran puente sobre la ría y la llegada y atraque en el puerto de Vigo.
Yo me esperaba que la iluminación del Sr. alcalde vigués estaría ya tejiendo las calles de la ciudad, pero al parecer va algo retrasado, pues no me pareció que fuera para tanto la iluminación dispuesta en las calles, al menos, por las que discurrió el paseo.
Iniciamos el paseo/ascensión por las callejas de Vigo, en un acelerado caminar hacia el mirador/fortaleza -Castelo do Castro- que hace que "el fuelle" se ponga a trabajar de inmediato. Parada a medio camino para discriminar a los menos dotados o más decantados por la opción del aperitivo reposado que de la cuesta al trote.
Seguimos camino al mismo ritmo -sube que sube, trepa que trepa-, hasta la que parecía la llegada al mirador en cuestión. Pero no. Porque desde allí no se veía mucho de la anunciada e impactante vista del todo Vigo y su ría, ello debido a unos hermosos árboles que jalonan los jardines de las laderas del monte y a la hermosa (por lo grande) torre del edificio del concello que la ocultan.
Aquí nos advierte el Topo que nos queda aún una buena parte de la subida, pero que él se tiene que volver para la gestión de los billetes de vuelta pues, con eso de que vamos retrasados de horario, hay que ir a la carrera.
Blanca hace en ese momento un comentario poco oportuno sobre el estado de forma del Topo y este, en un intento de agraviarla, la compara a ella conmigo -vaya por dios, no había otro animalico a mano- y mi estado/capacidad física, en su intención de reproche. Así que, con una cierta duda por lo veraz de esa afirmación afeante y para demostrar que aún me queda si no vigor, sí pundonor, decido arriesgar el bofe en la subida restante, que ya sabemos que será a trote cochinero.
Pero, felizmente -y para mi sorpresa- llego con todos, pero unos cuantos metros por detrás, acompañado caritativamente por Blanca, que no me ha querido dejar sólo por si hubiera requerido de su capacitación en el rescate de ahogados.
Los esforzados que nos hemos reunido en la cumbre (Blanca, Pedro, Juanra, Manu, Jarka et moi même) nos damos una vuelta exprés por los varios puntos de vista que ofrece el promontorio -bonitos según he visto en los videos y fotos que hice, porque en el momento no daba tiempo al disfrute pausado- y a la carrera para abajo, que no llegamos a tiempo.
Manu se ha tomado literalmente lo de a la carrera, porque parece un todo terreno camino abajo. Pero, afortunadamente, llegamos incluso con tiempo suficiente para aparecer como sobrados de fuerzas e impresionar -con nulo éxito- al personal que se ha quedado sin culminar la hazaña de la subida.
De termas en Prexigueiros
Llegamos a las Termas con -y a pesar- del contínuo discrepar de los navegadores. No hay manera. No se ponen de acuerdo ni entre ellos ni con nosotros, sus espectantes seguidores.
El viaje llega, a pesar de todo, a buen término y nos encontramos con que aquello que comentaba el encargado del camping, era meridianamente cierto.
Las termas están algo retiradas del pueblo, por un camino delimitado por coches desde casi su mismo inicio, al modo de cualquier otro que condujera a la cala de moda en un lugar de playa. Im-pre-sio-nan-te. Ya algunos nos estábamos acochinando con la idea de ponernos en remojo a la intemperie, pero, con la visión de aquella aglomeración de coches empezamos a valorar seriamente la ya mencionada opción "B" de la visita a Allariz. Pero, como hay que comer en el restaurante de las termas, no hay más remedio que apechugar con el atasco y bajar. Al final, el peor de los temores respecto a las opciones de aparcamiento (en la parte exterior de la casa de dios -a tomar viento, en otras versiones-) se ve compensado por un golpe de fortuna: unos coches se van al llegar nosotros al aparcamiento -lo que es la fe y la esperanza- y aparcamos allí mismo.
Subimos al restaurante con un sospechoso olor a huevos podridos. Pero la cosa se debe al efecto sulfuroso de las aguas de las termas, que apestan todo el entorno.
También apesta el número que nos toca, pues aquello va por turnos (hasta un "turnomatic" con pantalla tienen) y la diferencia de los valores numéricos de nuestros tickets y el de la pantallita en cuestión, sugieren una reposada comida. Reposada, hablando en términos de tiempo, porque nos hemos reunido allí toda la patulea de bien avenidos y el follón es considerable.
Alli nos encontramos, entre todos, con Julio, que con su nuevo Tesla, sigue siendo capaz de perderse, a pesar de la inmensa pantalla de esa maravilla técnica que posee desde hace dos meses. Ha llegado, en un despiste, con un escaso bagage energético con el que llegará por la noche al camping, si no tiene un nuevo despiste, con un escaso 4% de carga. (Gloria se ha vuelto -seguramente- más religiosa en estas horas, agarrada a la estampita de San Cristóbal que debe llevar ya como parte del kit automovilístico para emergencias).
Las dudas de los timoratos sobre la conveniencia del remojo, perviven hasta el último minuto de la extensa espera. Al final, me decido -hay que probarlo todo- y me apresto al remojo, junto con algún otro de los dubitativos.
Un lío de intercambios entre los grupos previamente organizados por el Topo (que discriminan sexo para aquello de los vestuarios) hace que el querido líder rezongue un poco, pero le sorprendemos haciendo unos intercambios entre grupos perfectamente organizados y con respeto a las peculiaridades de la asignación de géneros indicados en los tickets.
La estadía en el ardiente remojo no es para tanto como se decía. El agua está caliente pero perfectamente soportable. Lo menos soportable, al menos inicialmente, es la recomendación de ponerse en remojo en agua fría entre baños en caliente. Luego, te vas haciendo a ello e, incluso, llega a ser agradable ponerse debajo del chorro gordo de una de las pozas de enfriamiento.
Ya en remojo. Ahora sí, el respeto del aforo de las pozas, especialmente de las frías, es una quimera. Especialmente por algunas individuas (de otros grupos, eh?) que parecen querer quedarse a vivir en el fresco remojo.
Total, que, en el jacuzzi, creí que nos iban a sacar en coplas, porque de los cuatro aforados máximo que se permitían por norma, pasamos a ser una manada entre adolescentes y veteranos, veteranos que no conseguimos imponer orden ni cordura al chavalerío. La hormona es así.
Finalizado el cocimiento, nos dispusimos para la vuelta al camping, para montar el importado numerito de Halloween e ir luego a la cena, no sin antes dejarme olvidado mi traje de baño en el local, que alguna tenía que ir yo ya haciendo también.
El Truco y el Trato
A la gente le gusta esto de Halloween, está claro. O disfrazarse, al menos. Y montar escenarios adecuados para la interpretación de sus terroríficos personajes, también.
Aunque también los hay que se apañan y resuelven la cuestión con una careta y gran entusiasmo, los que se ponen, se ponen. Hay que ver lo sofisticado de los disfraces y caracterizaciones que lucen. Y lo bien que interpretan.
De Frankestein a brujas/os/@s -más abundantes- buenas o malas. Aunque el día de autos ya ha pasado, algunas de las cabañas han sido decoradas para la ocasión, propiciando a los chavalines más pequeños un goce añadido a las chucherías diversas que los campistas les han llevado.
Todos en procesión, siguiendo a la comitiva de la santa compaña, vamos guiados por el agresivo Sr. Martínez que, con su renovada cachiporra -la otra la cascó el pasado año de los castañazos que atizaba-, va amenazando a los más remolones para que ofrezcan sus golosinas a los niños.
Hubo una cabaña en la que a punto se estuvo de la desgracia. No atinaban a abrir la puerta -cosas de las llaves, que para algo están- y a puntito estuvieron de quedar encerrados para siempre ante la furia del Sr. Martínez.
También hubo algún rapaz que, díscolo, no quería comer la "golosina trucada" que la bruja "Almuleyva" les ponía como precio a poder obtener las chuches "convencionales". Pero al final se apaño el chavalín con un bocadito al plátano-fantasma y consiguió el premio.
Un buen rato de risas, trucos y tratos para el disfrute de todos.
Y de ahí, a cenar a la cacharrería de Merche.
En la cacharrería de Merche
Pues ahí que llegamos en marabunta, pasando ordenadamente para la "visita" a la cacharrería de la susodicha señora.
Cacharrería. Un perfecto nombre otorgado a una casa, algo ruinosa y poco iluminada, que alberga un montón de cacharros y cachivaches de diversa índole, con la opción de poder comprar cualquiera de ellos. Cacharros pretendidamente antiguos y "vintage". Y seguramente algunos, o muchos, lo eran, pero alguna tostadora eléctrica de pan o wok había, junto a algún que otro enser más, que deslucían la aseveración.
Un trámite esta visita, un tanto sorprendente, porque -gente la hay para todo, eh?- no le veía mucho fuste yo a aquél barullo de bártulos relacionado con el hecho de cenar. Pero, cuando lo tiene allí montado en plan rastro, bazar o asimilado, y lo mantiene, algo le sacará; aunque creo que es algo más de estrategia mercantil que beneficio lucrativo contante y sonante. De nosotros no obtuvieron beneficio por ese concepto, desde luego.
Luego abarrotamos el local del restaurante en sí. Apiñados, pero bien avenidos, nos distribuyó el amigo Topo en "mesa veteranos premium", mesa "frente de juventudes" y resto del mundo en mesas dispersas.
Los veteranos quisimos celebrar el momento con un buen vino. Pero no se dió el caso. Lo del buen vino, digo. Al final, la cerveza fría siempre es buen lenitivo para las gargantas y no llegó el agua al río.
La cena fue variada, con su caldo gallego incluido, que bien nos hizo reponer lo gastado en los remojos del día.
Luego de la cena, llegó una sorpresa a cargo de la mencionada Merche: una queimada.
La puesta en escena nos sorprendió, pues pidió -creo que se refería más a los jóvenes- que dejáramos los móviles aparcados. Yo pensé si sería para evitar distracciones o más bien las grabaciones, pero, como yo iba con mi GOPRO en ristre, me daba igual; yo iba a grabar y luego ya veríamos.
La mujer hizo una voluntariosa presentación, alentándonos a gritar con ella un exabrupto en gallego para expulsar los miedos a las brujas antes de pasar al clásico conjuro. Pero no consiguió contagiarnos excesivamente su celo y hubo de insistir. Puso también ambientación con su música y con su altavoz bluetooth incluido -ya algunos lo hemos hecho antes con parecido fin y éxtito variado. (Véase el video de la crónica de los miércoles al sol)- pero la mujer lo dominaba mejor. La experiencia será.
Luego de realizado el conjuro, pasó a los trucos y efectos especiales con lo de atrapar a una "bruja", experimento consistente en chuparse el dedo y mojarlo en el cacillo incendiado de remover la queimada, llevándote una llamita en el dedo. Llamita que había que chuparse del dedo rápidamente para evitar tener que llamar a la Cruz Roja, área de quemados por estúpidos. Pero, al final, todo está bien si bien acaba y no hubo daños por quemaduras. Pero no está tan claro si los hubo o no por inhalación de los vapores o la propia ingesta del brebaje de la queimada.
Yo estaba grabando con mi camarita, colocada sobre una empuñadura telescópica extendida sobre mi cabeza, para sobrepasar el numeroso "cabecerío" que me separaba del escenario de la queimada. Al momento de repartirse las tacitas para la cata del licor del conjuro, oigo una voz que me pregunta: "pero, llueve?". Sin más comentarios. Pero opino que la queimada, aunque estaba buena, produce un efecto pernicioso sobre la percepción de la realidad y los sentidos; por muy oscuro que estuviera todo, aquello mío no era un paraguas.
En fin, que el asunto dió para unas risas más, y a dormir, que mañana seguíamos viaje.
Sábado 2 de noviembre
De termas y a la intemperie
Ya de mañana, comprobamos que, si bien Julio ha llegado hasta el puesto de carga, prácticamente en la puerta del camping, su novísimo Tesla se muestra remiso para aceptar el 80% de la carga y se ha quedadpo en el 40%. La cosa es que es la segunda vez que le ocurre -la otra fue en su propia casa- y eso ya empieza a ser mosqueante. Total, que tiene que quedarse esperando al 100% de la carga porque luego no habrá tiempo.
El resto, nos ponemos en camino hacia las termas de Os Baños de Bande, al aire libre, a continuar la experiencia de la tarde anterior.
Al llegar nos encontramos con que el lugar es una zona de acampada libre junto a un embalse, el de As Conchas, y que también hay bastante gente.
Aunque menos sofisticadas, estas termas sí que tienen una piscina con agua realmente caliente. Y mucho. Pero no tan apestosas.
El personal se va poniendo en modo cangrejo y un bañista, amable, nos hace las recomendaciones de enfriamiento entre baños calientes, sumergiéndonos en la de agua fría. Fría no, helada al decir de los que la van probando. Hoy si que existe contraste, no hay más que mirar algunas caras.
Pues allí nos quedamos por un buen rato, unos cambiando entre aguas y temperaturas y otros mirando como disfrutan o se quejan, según los casos. También el paisaje es una delicia, aunque el embalse esté un tanto bajo de nivel. El sol bajo, filtrado entre el vapor de las aguas termales, resulta en un espectáculo tan relajante como el de las propias aguas.
Arqueología romana y santuarios
Luego, ponemos ruta hacia las cercanas ruinas romanas, empezando por la visita al centro de interpretación, donde vemos un video documental sobre la historia e influencia romana en la zona y visitamos el museo/exposición allí instalado. Un poco pasar sin parar por los estantes y murales dispuestos, pues tenemos que irnos a la visita a los restos arqueológicos.
Un corto recorrido nos lleva por un camino arbolado hasta las ruinas. Ruinas que muestran un emplazamiento que debió ser importante, una especie de resort de los tiempos, por lo extenso y diverso de los restos.
En un momento, ya al final del breve recorrido, vemos que se forma una pequeña aglomeración entorno a Juan Luis, intuyo que por la creencia -o esperanza- de que haya puesto a disposición su ya famoso
"corte". Pero no. O no aún, porque luego, ya en el aparcamiento junto al centro de interpretación, se improvisa un "corte" generalizado en el que cada uno pone en común lo que tiene.
Y así, bien "repostados" nos ponemos de nuevo en camino al Santuario de San Benito da Porta Aberta.
En este camino comprobamos una vez más que, incluso con los mismos navegadores, las opciones de itinerario son tan variadas como los coches y personalidades de los conductores. Yo me sitúo tras el coche del Topo, con el ánimo de seguirlo a muerte allá donde vaya, pues no he llegado a poner la ubicación en mi navaegador y es la única oopción por el momento. Pero varios coches se interponen entre el Topo y yo y, como él se tiene que adelantar para unas nuevas gestiones, lo pierdo y me quedo desubicado y con una ristra de coches que me siguen.
Llegados a una glorieta, yo voy por donde mi instinto me dice que debe ser. El resto, toman otro camino, con lo que compruebo que también mi instinto me falla.
A poner la ruta en el navegador y vuelta para atrás. Pero ni por esas, un nuevo despiste nos hace tener que retroceder hasta un desvío equivocado. Así, nos vamos adentrando en el maravilloso entorno del Parque nacional de Peneda-Gerês, con unos parajes y unas vistas conmovedoras por lo preciosas, amén de un montón de tráfico y coches que se amontonan en los puntos más atractivos de los diversos miradores por los que vamos pasando sin tiempo a detenernos. Habría que organizar un monográfico para ver la zona. Pero nos vamos retrasando mucho con la contemplación del pasisaje -y quien sabe si algún despiste inadvertido más- y la hora prevista para llegar al santuario se nos ha echado encima.
Luego me contaron que todos los que me seguían se habían
separado en un determinado punto, siguiendo a sus respectivos navegadores, y vuelto a reunir en otro punto. Así que, mal de muchos... epidemia. No estaba tan clara la ruta o había diversas opciones para llegar. Vaya usted a saber.
Llegamos, finalmente, con el tiempo justo para ver el santuario y su entorno privilegiado en un plis-plas, para seguir a continuación al restaurante, cercano, con una privilegiada ubicación en la orilla del embalse de Caniçada; un lujo para los sentidos.
En trineo y despendolados
A partir de aquí la crónica se convierte en el diario de un accidente en carretera y no hay muchos mas datos que las fotos y videos que Blanca, certera y oportuna, decidió capturar y que, generosa, nos comparte. Lamentablemente, mi herramienta de edición de video (o mi conocimiento insuficiente) no me ha permitido integrar sus videos en los videos generales por algún problema de formato, con lo que los he tenido que subir indivisualmente. (Debo hacer hincapié aquí en la conveniencia de configurar el modo de video de la manera adecuada, pues el estandar europeo es PAL y no NTSC, amén de otros parámetros no identificados).
Parece que, muy a mi pesar, me hubiera propuesto el epatar a Julio en sus percances automovilísticos, pero no es mi intención; prefiero quedar último en el ranking.
La cosa fue que un ribete de la carretera pelado de asfalto, y con algún borde muy borde, hizo que reventara las dos ruedas del lado derecho. No hubo nada especial, pues era en una curva y en una carretera estrecha, y no iba a mucha velocidad. Pero fue un susto y un inconveniente, especialmente para mis queridas y sufridas acompañantes, que nos ocupó toda la tarde resolver.
Al final, nos llevaron a un pequeño y destartalado taller en Painzela, ellas en un taxi y aterrorizadas por la velocidad que llevaba el taxista -hubo de reñirle Ángeles- y sobre todo por un coche parado en medio de la carretera, y de noche ya, que hubo de evitar con un frenazo. Yo, con el conductor en la cabina de la grúa/rampa que llevaba mi coche, también despendolado y consultando el móvil con una mano... Ya tenía experiencia de estos lances por otro accidente sufrido hace mucho, también en estas carreteras portuguesas y también por el estado lamentable en que, aún más entonces, estaban. Pero eso es ya otra historia.
Llegamos por fin al taller, regentado por Adelino, un sujeto que era la reproducción más cercana de Mario Bro que he visto en humano. Bajito -no me llegaba al pecho- y con un mostacho impresionante, enfundado en su mono de trabajo, no pude evitar que me viniera a la cabeza el monigote animado. Pero era suficiente amable y dispuesto y tenía un par de ruedas de la medida requerida.
Repuestas las ruedas y con un gorro de regalo, nos dispusimos a reunirnos con todos en el Hotel, armados de paciencia y bien asesorados por el amable y arriesgado gruista sobre el modo de poder usar autopista una parte del camino, para aligerar, evitando meternos en la que no tenía más medio de pago que el VIAT, y no incurrir así en la infracción y denuncia posterior con la multa pertinente.
A partir de la autopista, la ruta se convierte en un pequeño calvario por la concurrencia de la oscuridad, el estado penoso de la carretera -estrecha, sin arcenes ni señalización alguna- y mi temor a extraviarme y volverla a liar con un nuevo despiste, amén de cierta incertidumbre sobre los nuevos neumáticos. Pero llegamos.
Los veintitantos años de Topodiving
Llegamos finalmente al hotel, casi a misas dichas, justo para cenar y ver un poco del Powerpoint de los veintitantos años de TopoDiving.
Recuerdos emocionantes y entrañables de tiempos pasados, muy pasados, en que los jovenes de hoy se reconocían en los niños de ayer, o viendo a sus progenitores y demás panda cuando aún tenían pelo y menos panza.
Muchos recuerdos de los tantísimos viajes, organizados y conducidos por nuesto infatigable Topo, de gente que ya no está y de otros que, tristemente, se apartaron del grupo hace tiempo.
Cenados ya, y tranquilizado mi pasaje, nos vamos a descansar a las estupendas habitaciones del hotel; no sin antes tener que solicitar la intervención cinegética del personal del hotel para eliminar un bichejo que compartía la habitación de Ángeles, Reyes y Marga.
Domingo 3 de noviembre
El vértigo del fraile
El amanecer me sorprende con un luminoso e impresionante panorama al abrir el ventanal de la habitación. Un extenso mar de niebla cubre el paisaje, dejando visibles, por encima, la incipiente salida de un sol radiante y los promontorios más elevados del pasisaje. Todo un espectáculo que no puedo dejar de documentar y compartir con el resto del grupo en WhatsApp (sección marujeos).
Bajo al desayuno, dispuesto en un mirador acristalado, e inundado por la intensa luz del sol, pero ya filtrada por la bruma, que ha ido levantado con la salida del sol.
Nos ponemos en viaje, camino ya a España, con una primera parada en el Mirador del fraile.
El Tesla de Julio se vuelve a rebelar y Juan Luis acude en rescatador y consigue someter al coche rebelde. Se notan las dotes de mando.
La ruta se inicia entre bancos de niebla que ralentizan la velocidad e impiden la contemplación y el disfrute del paisaje. Luego, según va calentando el día, la niebla se disipa y podemos ir disfrutando ya ese paisaje cambiante hacia Salamanca.
El mirador es un balcón colgado sobre la presa del Embalse de Aldeadávila, un tanto espeluznante por la altura volada sobre el embalse. Se encuentra al final de una estupenda carretera, vallada a la altura de la central eléctrica, por lo que hay que bajar a pie hasta el mirador en un pequeño pero empinado paseo que luego habrá que remontar.
Fotos de rigor, unos minutos de contemplación y a seguir camino.
La parrillada y el Karting
Vamos de nuevo con premura, pues vamos mal con el horario, y con la amenaza de tener que alterar el orden de acontecimientos, primero correr y luego comer, con lo que todo se descolocaría.
Parece que nos vamos poniendo de acuerdo en eso de turnarnos en pifiarla con el coche, y Los Navarro se quedan tirados por agotar la gasolina y la carga eléctrica de su autito. Una gasolinera cerrada -por ser domingo- los deja aparcados en la cuneta y a la espera de que Juanra vuelva con Blanca y el preciado fuel, para ir a respostar y seguir camino al karting.
Llegamos sin nuevos inconvenientes a las instalaciones del karting y comenzamos con el paseo de los retoños más jóvenes y sus protectores padre/madre como acompañantes o escoltas. Charly me hace de primer operador de cámara subjetiva (POV), para recoger más imágenes del desarrollo de la carrera. Charly hijo apenas puede decir nada, no se sabe si por la emoción o por el susto, pues su padre se despendola nada más arrancar. Almu va vigilante de su hija hasta que su coche decide ir por su cuenta. Pero esto de conducir, siempre supone un ratito de disfrute.
Y a comer.
Ha cambiado el dueño, pero el menú parrillero se mantiene abundante, aunque con la pérdida de unos pimientillos que acompañaban a lo asado. Pero es una buena y generosa parrillada, en todo caso, regada con abundante cerveza y tinto de verano. Así que nos ponemos "púas" -así le dicen en tierras almerienses- aumentando el peso muerto a mover por los ya sufridos karts.
La participación de los mayores se inicia con la sesión de clasifiación. Ya desde ese momento empiezan los más y los menos, con adelantamientos frustrados y consumados y el consabido pique competitivo por la "pole position". Aquí, todo va condicionado no solamente a las habilidades del piloto, sino al estado más o menos vetusto del cochecillo. Pues algunos de éstos siguen humeando sospechosamente, recordando, inevitablemente, al que le tocara al Topo en la anterior edición.
Juanra, que me hace el favor de asistirme como soporte de cámara POV -gracias compañero-, manifiesta su inconformidad con la posición en parrilla que le han otorgado. Pero no le vale de nada su airada protesta. El tiempo registrado, es el tiempo registrado y la dirección de carrera no atiende su reclamación. (Más bien se la pasa por el forro, creo).
Se inicia la carrera con distintos intentos de ganar plaza en la primera curva, pero luego se van generando dos grupos que compiten en cada curva, con arriesgadas maniobras para adelantar al contrincante.
Para los "muy cafeteros", he hecho un video con la carrera completa y lo he alojado en mi servidor, por temas de personalización, su duración y peso y el ahorro de espacio en el servidor de TopoDiving. Podéis acceder a él desde éste ENLACE.
Todos disfrutaron, aunque Juan Luis quedó fuera de carrera en la última vuelta por un problema con su kart. Pero lo más importante es que no hubo daños personales, que aún recuerdo cierto viaje en que fueron varios los damnificados por diversos accidentes en la pista. No se puede pedir más.
Fin de fiesta: El regreso
Terminada la carrera, se aceleran las despedidas para ponerse en camino, cada uno a su casa.
En resumen: un estupendo fin de semana largo, con muchas actividades encadenadas, algunas novedades -con esto de lo termal-, disfrutadas en una perfecta armonía. El tiempo que nos ha acompañado no ha podido ser mejor, tal como lo ha sido la apreciada compañía de "todos ustedes vosotros", queridos hooligans de TopoDiving.
Gracias -es obligado- a nuestro esforzado organizador, por sus esfuerzos, renuncias y desvelos para porveernos de estos encuentros de amistad y buenos momentos.
Para no empalagar en exceso, solamente añadir el aprecio de éste que os escribe y os fotografía en un intento de conservar y compartir todos estos recuerdos.
Y hasta la próxima pues, queridos todos.