2025 Buceo en Colombia
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Buceo en Colombia

Primera parte Segunda parte Manual del oceanico de invierno



Buceo en Colombia

La cronista:

Arrancamos la crónica de la III Edición de la Oceánica de invierno post-pandemia; esta vez en el Caribe colombiano durante 8 días de febrero de 2025, si bien Trini, que practica el lema de “conozca un país con la excusa de una Oceánica” hará la extensión vacacional para mostrarnos otros lugares de Colombia y con ella nos despediremos de estas tierras.
Pero, antes de nada, como en cualquier Oceánica no familiar y fuera de temporada alta vacacional-laboral que se precie, no podemos continuar esta crónica sin transmitir en primer lugar un agradecimiento profundo y profuso a todos y todas, aquellos y aquellas, que han suplantado como han podido nuestro rol familiar y laboral mientras nosotros y nosotras disfrutábamos de unas vacaciones, eso sí, bien merecidas, (tanto desde el punto de vista familiar como laboral). (Se abre paréntesis. Nota de la autora: a partir de aquí se usará el masculino plural de forma inclusiva para considerar a los miembros y miembras de esta expedición cuando haya referencias que contemplen al menos a un individuo de cada género, o bien el masculino singular en caso de alusión sin distinción de género. Se cierra paréntesis).
Continuemos con la crónica. Otra puntualización: elimino lo de vacaciones bien merecidas desde el “punto de vista familiar”, que esta crónica es pública y puede que algún miembro de alguna familia esté totalmente en desacuerdo con tal meritocracia, - y sin hacer encuesta a los compañeros de trabajo que no tienen por qué opinar - … Ahora bien, no hay como desaparecer una semana para comprobar si a la vuelta nos echan de menos, en qué círculo de influencia y por qué. ¿Hubo besos y/o abrazos y/o apretones de manos?, ¿los marrones se han resuelto o se han postpuesto a nuestro regreso? Je, je, que cada cual haga sus propias reflexiones, 😉… y establezca un plan de acción para 2026 porque si el Topo sigue con energía, y su Ilustrísima y bien amada por todos Sra. Doña Topa tiene a bien autorizarlo, nada parará la IV Edición de la Oceánica de invierno post-pandemia, a la vista del buen rollo con el que nos despedimos en el cierre de esta edición, sniff!, y las ganas de repetir que había en el ambiente, 😊.
Pero, para tranquilidad mental de aquellos que no fueron a esta aventura, - bien porque no podían, bien porque no querían-, (aunque también está la opción de que ni podían ni querían, pero por no complicarlo más)… retomo, perdón, que lo que quería es dar argumentos a quienes no han disfrutado de esta Oceánica de invierno 2025 para liberarse de cualquier atisbo melancólico diciéndoles que tampoco merece tanto la pena apuntarse a estos viajes. Todo empieza con un montón de horas de avión en turista como sardinas en conserva, a la vez que desperdigados en el habitáculo y con un frío polar que llevara a MariPaz a cubrirse, cabeza incluida, con la manta porque para qué ver si no hay nada que ver y llevas la nariz congelada, (remedio que secundé, que el frío no era normal…). A esta jornada en el aire, hay que sumarle otro puñado de horas de espera entre vuelos, más hoteles y entornos ruidosos que boicotean el sueño necesario tras el jet lag y cansancio acumulado, para llegar a inmersiones en las que no se ve mucho, ni por visibilidad ni por tráfico de fauna marítima, y con un calor asfixiante porque para eso vamos a lugares tropicales donde tan pronto te llueve como el ambiente de bochorno te invade y entre una cosa y otra, atrae a los mosquitos que merodean y siempre dejan su impronta en brazos y piernas de alguno/s del grupo por más Relec que nos rociemos. Y no teniendo suficiente con los rencorosos voladores, ahora también son las medusas y lycras las que se encargan últimamente de dejar constancia con su paso por la fina piel de nuestros expedicionarios. Aquí es cuando una doctora experimentada como nuestra querida Marina es bendecida y adorada, pues pone su conocimiento y pericia a disposición del grupo, (no así siempre medicamentos en vigor, pero de eso ya se encarga el botiquín comuna intergrupal, :-D). Y aunque normalmente llevamos de todo entre todos, en este viaje nos hemos venido arriba y nos hemos puesto a comprar colirios y desparasitadores en el por si acaso, muy abiertos a explorar nuevas vías de automedicación para Oceánicas tropicales, (ver guía de recomendación para oceánicos de invierno más adelante).
Y una vez dados los agradecimientos y eliminados de la lectura a quienes no deseen nuestro disfrute, pues no habrán seguido leyendo tras 2.893 palabras que llevamos escritas, vayamos a la crónica propiamente dicha.

Primera parte

Para empezar, todos los caminos llevan a Bogotá y ahí nos encontraremos la expedición al completo: de un lado del Atlántico, los residentes habituales en Madrid, que oh cielos!, vuelan en un único avión todos juntos esta vez, pero no pegados codo con codo puesto que el Topo, despabilado como siempre, coge asientos de pasillo para el grupo al completo y así poder estirar las piernas sin levantarse, o levantándose, a gusto del consumidor. Del otro lado del Atlántico, e incluso Pacífico, Trini que consigue salir de Canadá, donde en esos días caerá la mayor nevada desde hace varias décadas y que ella seguirá a golpe de Internet globalizado y al mejor precio por Gigabyte que para eso ya tiene experiencia digital acumulada (ver guía para próximas expediciones), y Conni, quien hace sus traslados saltando de su paraíso particular (no hay nada mejor que Galápagos, recuerden) al interior de Ecuador, y de ahí al punto común para los 12.
Hasta aquí todo bien, besos y abrazos, y cervezas en lugar de cafés para desayunar a las 8 am en la zona de embarque, pues dicen que hay que dormirse en el siguiente avión a San Andrés y luego aguantar hasta caer en la cama del primer hotel. (El Topo aprovechará la conectividad para gestionar billetes para Azores, que este chico está pluriempleado y lleva la agencia de viajes en la mochila para los caprichitos de la tropa de la Oceánica estival, ainsss, qué paciencia, Señor!).
Aquí en Bogotá empezaremos el trapicheo de pesos colombianos, moneda, (o más bien billetes), que habremos adquirido en la zona de internacional los que volamos desde Madrid. Necesitaremos un master en agente de bolsa y valores para saber cómo ahorrarte una comisión de unos 3-4€ de más, utilizando la proporción adecuada de cambio en tarjeta de crédito desde España, más extracción en cajero hasta el tope sin comisión, más extracción por parte de Julio y bizzum a cambio, y finalmente unido a la cantidad transaccionada en la casa de cambio con su propia comisión a partir de euros en metálico por parte de Sebas. Vamos, que más de 1 hora de tejemanejes con toda la predisposición del bancario Julio y del banquero Sebas, (no están confundidos los términos, no) para dar con el mejor cambio al día que siendo festivo tiene su plus. Para que luego nos terminemos llevando a casa pesos no consumidos o derrochado a última hora para no quedarse con ninguno… Estas cosas que nos gustan de la pela es la pela, que para generoso cuando yo quiera, 😊.
Pues eso, que ahora que somos capitanes generales con tanto miles de pesos colombianos, aterrizamos en nuestra primera isla caribeña, San Andrés, para deshacernos de nuestras mangas y perneras largas, guardar las maletas, - todas tras la revisión canina -, en una furgoneta sin matrícula, porque aquí tardan mucho en el trámite de la entrega de matrícula, (unos 3 meses nos dice el conductor, y debe ser que toda la isla ha hecho el trámite a la vez porque la falta de chapas es sorprendente cuanto menos) y subirnos a dos mulas, 6 oceánicos por cada una. Sí, aquí las mulas tienen capacidad de hasta 6 pasajeros con conductor incluido, y las motos 4 y si me apuras 5 si van varios niños. Si no sabes lo que es una mula, tienes que ir a Colombia, pero si quieres reírte hasta privarte en una mula, entonces no sólo tienes que ir a Colombia, sino que además tiene que conducirla Julio, así que llévate entonces a Julio porque ir con él de conductor ha sido de lo más divertido de este viaje, (gracias Julio, todavía me río recordando las anécdotas porque no quiero poner julitadas y yo diría que reírse hasta no poder articular palabra no tiene precio, es vitamina pura). En cuanto a las motos de San Andrés, pues lo normal, para qué utilizar un coche si sólo tengo que llevar unas tarimas, unos cubos, unos cabeceros, un mazo de escobas… vamos que en un pis-pas, los moteros parecen salidos del Circo del Sol de funambulistas y recordemos, Julio y el Topo de conductores, sin intermitentes, ni freno de mano, ni claxon, ni retrovisores laterales, que aquí se conduce guiado por el instinto de suponer por dónde te va a entrar la moto que te quiere adelantar…
Cuando vayamos a Providencia las mulas serán de 4 pasajeros y pasaremos por el asiento del conductor la mitad de la expedición entre tanto viaje y viaje. A 15-20 millas por hora nos haremos los reyes y reinas de la carretera.
Para situarnos, San Andrés tiene una población de 56 mil habitantes y el tráfico es un caos, por resumir. Aparcar es complicado, así que, para trasladarse a una inmersión, es mejor ir los 12 en dos taxis más los dos conductores, aunque eso implique que Sebas vaya en el maletero, todo por no desplazarse en mula y comértela a la llegada al centro de buceo. Providencia es otra cosa, con 6 mil habitantes, conducir es hasta agradable. Santa Catalina será la tercera isla que pisemos, pero a pie, unida a través del puente de los enamorados con Providencia.
Tanto San Andrés como Providencia fueron utilizadas por los piratas ingleses y holandeses como refugio y base de ataques contra las rutas comerciales españolas. La leyenda dice que Henry Morgan, galés con fama de bebedor y carnicero, en el siglo XVII convirtió a Providencia y San Andrés en su base de operaciones y que escondió parte de su tesoro en Morgan’s Cave de San Andrés, y la otra parte en Providencia, donde hay una formación rocosa denominada Morgan’s Head.
Nuestros buzos no encontrarán tesoro alguno, pero sí tendrán la suerte de perder y recuperar un sonajero y un ordenador, gracias a la pericia de sus instructores en el 2º caso y a la repetición de las zonas en el primero. La primera inmersión de esta oceánica, la del domingo en Providencia, será la mejor de todas: tiburones de punta negra, barracuda, Napoleón, pez loro… buena visibilidad e inmersión cómoda sin apenas corriente, aunque el Topo debería explicar cómo un dive master como él subía con 30 bares y tirando de la botella de MariPaz para 38 min de inmersión y eso que se supone que la que tenía miedo de los tiburones era MariPaz… (Pues sí, me lo explicó en la revisión de la crónica por el editor: el Topo bajó con 160 bares, 40 menos que el resto, así que echando cuentas, no sólo es dive master en la teoría sino también en la práctica). Joselito usó aletas de dos tallas diferentes, porque el jefe de la inmersión Malcon es como es y si no te sirve una aleta, ya harás para que te sirva, y si no tienes un núcleo para la botella de Sebas, pues con un destornillador se arregla y punto.
Mientras tanto, las no buzas estábamos a lo nuestro. La mañana del primer día en Providencia será un día de exploración, pisar la playa Manzanillo para hacer tiempo, y coger la mula de nuevo para ir a SouthWest Beach y reservar la comida en el Divino Niño, premonición de los divinos que iban a estar los cócteles de limonada de coco que estrenaríamos en esta playa y que Marina y Julia ya no dejarán de pedir por doquier con cualquier excusa…(menos mal que eran sin alcohol, que de otro modo habríamos ido borrachas toda la Oceánica).
La tarde será especial para el grupo por la singularidad de la visita: podremos comprobar la variedad de azules y turquesas del mar desde la cima de Cayo Cangrejo para después bañarnos en el agua cristalina en mitad de un chaparrón, y ya en la segunda ruta del bote disfrutar de la maravillosa naturaleza salvaje de la isla de los alcatraces, repleta de estas aves, donde a vista de pájaro se puede ver qué machos van a tener éxito esa noche por sus pavoneantes buches carmesí. Todo un enigma que todos los alcatraces usen la misma isla para vivir y en aparente armonía. De la segunda inmersión en Providencia, aparte de encontrar el sonajero de Jesús del día anterior, y perder y recuperar de nuevo el ordenador de Julio sin correa como decíamos, no tengo más información, excepto que apunté “han visto cosas raras”, pues ellos sabrán qué significa puesto que incluso fue en la 1ª inmersión cuando además vieron un Cristo tumbado por la marejada del huracán de 2020 de categoría 5 que devastó el 98% de la infraestructura de la isla, (no creo que se refieran a ver volar la 1ª gorra de Julio, y habrá una 2ª que también vuele, pero tiempo al tiempo). Me apunta el Topo que tiburones vieron todos los días, pues ya entonces no era cosa rara, aunque de cara a Juan Luis, no es para tanto, que MariPaz siempre iba protegida por el dive master. Peligro, peligro, como que no había, (dicen, 😉).
Este lunes Conni y Marina irán de expedición montañera al punto más alto de Providencia: The Peak. 3 km entre rocas y con deslizamientos por la lluvia para lo que Gelen y Julia dijeron: qué necesidad. Pues ninguna, así que mejor desayunamos tranquilamente (momento para acribillar a Gelen los mosquitos), y nos vamos a la playa a tomarnos un coco loco. Así que, conduciendo su mula, hacia el punto más alto de Providencia que salieron Conni y Marina, y con el guía por delante en moto, para llegar hasta el pueblo del susodicho guía a dejar la mula y moto y empezar a subir. Cuando llevaban algún kilómetro recorrido y Marina preguntando cuánto falta, el oriundo dio un dato que implicaba que restaba “sólo” el 60% del total, y ahora subida en picado…. Y entonces Marina dijo: qué necesidad. Y sonriendo acalorada le dijo a Conni: hasta luego Conni, que yo me vuelvo, a ver si las otras dos aún no se han ido a por el Coco Loco. Total, lo que necesitábamos era una evidencia fotográfica de subir hasta la bandera y para ello con una expedicionaria en forma tope guay era suficiente. Así que Conni, veni, vidi, vinci y vuelta al hotel en la moto con el guía. Bravo por nuestra montañista, que no era nada fácil subir y bajar. Plas, plas, plas!
Las otras 3 no buzas, pues a la playa del Manzanillo que se fueron, para inspeccionar qué es un lunes en una playa virgen como esta, con cócteles y chaparrón tropicales, como tiene que ser. A estas alturas, con 2 días en Providencia ya teníamos controladas la bebida y las playas. En cuanto a bebida, y como resumen rápido que esto se está alargando, cabe recordar: Coco Loco, servido en un coco, piña colada, deep blue, daiquiri de maracuyá, michelada caribeña y la tan apreciada limonada de Coco que Marina y Julia han probado por tierra y por mar como decíamos, arrastrando a su consumo a parte de los oceánicos (la limonada al estilo topodiving se hace con crema de coco bien batida, jugo de limón, azúcar, hielo picado y un poquito de hierbabuena).
Lo que no habíamos entendido aún es cómo se hace una barbacoa en una playa de Providencia: teníamos la experiencia de Costa Rica, con Chris, al estilo alemán, y nos emplazábamos con Malcon, al estilo jamaicano. Para empezar, habíamos quedado en la playa con él a las 18.30h, para eso de poder ver el atardecer. A las 20h aún no había llegado Malcon, así que el Topo, Joselito y Jesús cogieron las mulas y se fueron a buscarle a su casa. Sin barbacoa en la playa no nos dejaba, aunque el resto de la expedición sucumbía debajo de un tejadillo en la misma playa de Almond Bay mientras caían chuzos de punta. Lo que pasó en la casa de Malcon se queda en la casa, el resto nos quedaremos con su mensaje al Topo: “Tranquilo bro. De que comen, comen”. Y así fue, palabra de Malcon. Comimos, no a las 19h-20h como era de esperar, sino a las 21.30h, pero comimos muy bien: pargo rojo, langosta, batata, plátano, pimiento, salsa con cebolla, pimiento, hierbabuena y limón, y arroz cocinado con coco. Esos eran los ingredientes, la mezcla y el sabor brutal. De que comen, comen y vaya si comimos.
Como diría Trini como aprendizaje: no podemos agobiarnos, hay que dejar de lado nuestro estrés, tomárselo con calma. Bailar reggae y beber una limonada de coco o cerveza local, podríamos añadir, y aguantaríamos en Providencia una semana más, pero no veo a los Magantos pidiendo teletrabajo en esta isla…
El martes volveríamos a San Andrés. Cogeríamos las mulas y empezaría el estrés. Yo me vuelvo a Providencia, que no hay color en la carretera. Aquí hay heavy traffic y van como locos, (algo que se le pegaría a Julio, claro, en la jungla automovilística hay que conducir como los nativos o te sacan del carril). La inmersión, ni fu ni fa. Las no buzas mientras tanto se irían a la isla parque de atracciones Jonny Cay: comida, toldo en playa de arena blanca, sillas y bebidas, business total.
La cena sería en un sitio reggae de los que le gustan a Gelen, el Booby Rock, cócteles, relax con fotos para Instagram y comida local, no está mal, buen acierto del Topo. La vuelta al hotel será un momento cumbre para las mulas. Cuando ves en el Apple watch que Maganto ha escrito Amén y conociéndole sabes que no ha sido tras una plegaria, abres entonces el móvil y lees en el chat de la oceánica un mensaje de Jesús, que va en su misma mula, y que decía previo al Amén de Joselito: “Vamos en dirección contraria. Cada uno vamos a nuestra bola”.
En ese momento Julia reacciona, pero la situación surrealista le genera carcajadas en bucle y no puede articular palabra. Situémonos. La mula del conductor Julio ha salido la primera, queremos el mejor sitio para aparcar en la acera de nuestro hotel, que ya nos conocemos, y vamos a evitar las maniobras para no llevarnos ningún saliente de la fachada… Pero no contábamos con la astucia del conductor Topo, quien diría para sus adentros, tirad, tirad, que ya daréis la vuelta… Tras ver los mensajes de Jesús y Maganto y percatarse de la situación, Julia sólo puede mostrar el móvil a Marina. Sebas pone vista y oído también, que estamos los 3 en línea en la parte de atrás de la mula. Julioooo!, que vamos en dirección contraria!!. 3,7km tendrían que recorrer los Topo team para ir de Booby Rock a Isla Bonita Hotel, yendo de la zona oeste al este vía sur, pasando por el atajo longitudinal. Total, 8 min en su trayecto. En cambio, los Julio team cogerían la trayectoria norte, ya no habría atajo alguno, y bordeando la isla llegarían como media hora después, eso sí, con cara de velocidad a 25 millas por hora, fuera de la ley, yendo en contra del viento y apretando todos los dientes, a ver si así había menos rozamiento y conseguíamos ganar minutos a la llegada, porque ya no tendría remedio recibir al Topo con los brazos en jarras… Julitada al canto. Eso sí, pero por el ahorro en antidepresivos sin caducar mereció la pena y toda la tropa lo recordaría al día siguiente con una carcajada en boca.
El miércoles Julia representaría al equipo snorkeleando en la 3ª barrera coralina del mundo, con fotos y videos como evidencia, para que nadie diga que no vio mantarrayas águilas y pastinaca, langosta y bancadas de peces a tutiplén. Y tras la vuelta de inspección de las chicas por la zona comercial, bailoteo gimnástico en el hotel mientras esperábamos el regreso de los buceadores, y que le quiten lo bailao a Conni, con el animador del hotel y la canción de Karol G. que nos acompañaría en Cartagena de Indias, qué hubiera sido, si antes te hubiera conocidoooo…. Y entre museo pirata con una versión muy suigéneris de la Historia, todo ello documentado, a saber si en ChatGPT, visita a los manglares y paseíllo por la zona comercial de San Andrés, vuelta a la mula con la frase célebre del Topo a Conni: Agárrame las bolsas que no me cabe el culo y que el lector traduzca al ecuatoriano para ver a Conni partirse de risa.
Ya metidos en la 2ª parte de la Oceánica, el jueves empezaremos con el viaje al aeropuerto con las mulas…

Segunda parte

Pues vamos con la 2ª parte como decíamos, que es lo que tiene dejar el trabajo para la vuelta: pues que se alarga, claro, porque no es lo mismo escribir día a día in itinere en el viaje, que hacerlo después entre los sinsabores que tiene la vida real. Ahora es cuando vienen las ganas de volverse a Providencia, pero no, diría Conni, si hay que volver, que sea a las Galápagos, que para eso nos envía mensajes subliminales de que puestos a ver delfines, en la Isla Floreana hasta 100 de golpe, y grabado está, para su disfrute vía pantalla hasta que el Topo haga realidad el regreso, (un día de estos va a conseguir Conni que hasta el gobierno subvencione el viaje!! 😉).
Como decíamos, el jueves salíamos del hotel camino al aeropuerto y devolución de las mulas. Lo normal es que no hubiera que contar nada más, pero se le escapa al lector que decíamos que Julio tenía aún que perder la 2ª gorra, la que se había comprado en el viaje tras perder la madrileña en una inmersión, y nada mejor que fuera mientras iba de conductor de la mula. Empezaríamos la salida del hotel otra vez por nuestra cuenta, pasando del Topo team, puesto que el coche que llevaba nuestras maletas parecía querer darse a la fuga, y eso no lo podía permitir Julio, así que allá que se fue detrás de él, nuestras maletas valían mucho como para que se escapara alguien con ellas. Cara de velocidad, acelerador a fondo, y a correr 20millas/hora… hasta que el coche con las maletas de verdad nos adelantara, que nos habíamos dejado llevar por una serie policíaca cualquiera, y estábamos siguiendo al que no era… Menos mal que nos sobrepasó el real, que hubiésemos cambiado de trayectoria sin pestañear para recuperar los trajes de buceo amoldados al cuerpo tras muchas inmersiones previas. Estos valen ya más que cualquier prenda de Louis Vuitton. Ahora bien, decíamos que faltaba perder la 2ª gorra, y ya que no habíamos perdido las maletas, el aire caprichoso del viaje en carretera hizo que la susodicha volara ahora de la cabeza de nuestro conductor Julito. Cualquiera habría pensado, - ya que estamos en San Andrés, y el tráfico es el que es- , pues nada, medio amortizada, que se quede la gorra donde nació, pero Julio ya era un avezado conductor de mulas y miró para atrás, identificó huecos, y quiso subirse al piano y girar 180 grados para ir en su búsqueda. Eso es lo que pasó por su mente, y no exactamente lo mismo que por la cabeza de Trini que le gritaba, Julio!!! mira para adelante, mientras Conni, que iba en la parte trasera decía: Julio, el carro, Julio, el carro, medio para adentro, medio para afuera, que no sabía si abroncarle o cerrar los ojos y que pasara lo que tuviera que pasar. Julio cambió entonces de estrategia y paró el coche, a lo que Sebas hizo ademán de abrir la portezuela y bajarse, pero entonces Julio volvió a arrancar y parar de nuevo, y Sebas abrió otra vez para poner un pie en la calzada y salir a por la gorra, pero de nuevo volvió a arrancar, pues no estaba conforme de la estrategia de a 3 paradas, sino que quería hacer un trompo, pero ya Sebas le gritó coño Julio, para!!!. Y haciendo caso al banquero, paró. Sebas se bajó y recuperó la gorra, y el resto la compostura, que veíamos que no llegábamos sanos y salvos al aeropuerto. Pero esto no quedaría aquí. No éramos los únicos que tendríamos aventura antes de volar al continente. MariPaz buscaba un colirio, para lo cual necesitaba una farmacia abierta, así que allá que se fue al conductor de nuestro maletero andante para pedirle que le llevara a una e ir avanzando mientras la mula del Topo ponía gasolina. El Maganto no la dejaría sola y se metería también en el mismo coche. 2 oceánicos con un taxi driver yendo a por una farmacia abierta en San Andrés-Colombia. En fin, que estos querían emociones, que con los tiburones no habían tenido suficiente y esperarse hasta la farmacia del aeropuerto como que se les antojaba que era muy fácil… Aunque parezca mentira, finalmente llegamos todos, la gorra de Julio, el dron de Jesús, el pañuelo de Raquelita para el aire en carretera, la llave del candado de Gelen, la pamela de Conni…, las maletas y las mulas. Y nuestro viaje caribeño terminaría aquí, con unas cuantas aventuras como si estuviésemos realizando una de las ediciones de la Ruta Quetzal dirigidos por nuestro super Topo.
La siguiente parada, Cartagena de Indias. Empezaríamos con bus privado de nivel, si Silvia y Mery nos vieran… de señoritos total, con asientos cómodos, cómodos, y sin tener que poner los pies encima de una de las ruedas!. El hotel, muy bien elegido, uno colonial en la zona más turística con edificios rascacielos por doquier. El personal de servicio, muy servicial. Uno solo, que tan pronto te hace de botones, como de camarero, o de asistente personal, pues tras la primera comida ya se sabía el nombre y habitación de todos. De esos pluriempleados que tienen tal productividad que los contrataría para cualquier negocio… El calor, más acuciante que en las islas, que se note que estamos en el continente en zona tropical. La playa, un pluff. Aquí habrá que volver, pero a la zona de Barú para la próxima, aunque hay algunos que no perdonan un baño y los Magantos y Jesús tendrán que probar el agua y refrescarse. En cualquier caso, lo mejor del día será la zona colonial de Cartagena de Indias. El paseo nocturno por sus calles y tiendas nos darán otra visión diferente a la zona moderna tipo Miami del mediodía. La Cartagena colonial nos recordará que esta ciudad fue fundada por el español Pedro de Heredia y que fue un punto clave del comercio español, lo que la convertiría en el banco favorito de los piratas. Sería el pirata Drake quien la saquearía, y lo que llevaría a la Corona española a construir murallas y fuertes para defenderse. El día terminará con la idea de que ha merecido la pena pasear por Cartagena la nuit.
Ya en el viernes, el tráfico nos recordará que aquí hay mucho coche desde bien temprano y tardaremos en llegar al Aviario de la Isla de Barú. Menos mal que en nuestro bus privado vamos la mar de bien. En el aviario, muchas aves, y vuelta al bus, para comer en el centro de Cartagena, (me maravilla la planificación de Palo, no es nada fácil conseguir la cuadratura del círculo), y vuelta al hotel, con paradita en un pedazo de salón boutique de masajes para los 5 afortunados. (Esto me recuerda que no hice referencias al masaje en San Andrés, pero seguramente para no dar envidia de un masaje en camilla con la brisa marina a tus espaldas).
La noche cartagenera será nuestra. El Topo habrá alquilado una chiva rumbera privada para nosotros 12. Esto es como tener una limusina, pero a otro nivel de exposición pública: un autobús abierto, lleno de luces, con la música a todo volumen, y 12 desatados bailando sin parar (hasta Gelen incluida, aunque su pie no se lo recomendara). La excusa será ir haciendo paradas turísticas por la ciudad, mientras bebemos, comemos, cantamos y bailamos. Karol G. volverá de nuevo con su qué hubiera sido si antes te hubiera conocidoooo, que se convertirá en nuestra canción de esta edición. El Topo pensaba que íbamos a estar quitecitos en el bus, pero ir dando brincos en un autobús rodante no tiene precio. La regulación europea mata cualquier imprudencia festiva y había que aprovechar. En este viaje las mulas y la chiva rumbera serán dos de las atracciones más comentadas por los expedicionarios en el apartado de positivos.
El sábado lo destacado, culturalmente hablando, será el castillo de San Felipe. Construido en 1657 por los españoles para proteger a la ciudad de ataques de piratas y ejércitos enemigos, su diseño es una obra maestra de la ingeniería militar, y está lleno de pasadizos secretos, túneles de escape y trampas para confundir a cualquier invasor que se atreviera a entrar. De hecho, el Castillo de San Felipe nunca fue conquistado. En 1741 el almirante inglés Edward Vernon llegó con una flota de 186 barcos y 27.000 hombres, pero gracias a la valentía del comandante Blas de Lezo, un militar con un solo ojo, una pierna y un brazo, Cartagena resistió y los ingleses se fueron humillados, (algo que parece que molesta a día de hoy a ciertos locales, que no ven con buenos ojos a los españoles).
Y también el sábado habrá otra visita singular que no dejará indiferente a los oceánicos. De todos es sabido que el Topo gusta ver los mercados locales, y el de Bazurto probablemente será el que mayor impresión asquerosa deje en sus memorias. O al menos así será para el resto de la expedición, que vivirá la experiencia de pisar por cloacas, ver alguna rata y cuestionarse el nivel de salubridad de la mercancía ahí expuesta. A la comida llegarán con buen estómago Marina, Julio y Julia, quienes decidieron no bajarse del bus para ver tal atracción local. En cambio, algún expedicionari@ tendrá problemas para comer las viandas oriundas que ya conocemos bien tras estos días de pruebas gastronómicas de pescados fritos como el pargo o mojarra acompañados de arroz con coco y patacones, las cazuelas de mariscos con camarones, pulpo, calamar bañados en leche de coco, o la pasta que sea o no sea plato local, el Topo prueba alrededor de todo el mundo.
Tras la comida, y la despedida de los Magantos, que prefieren volar en una compañía área con pantallas, regresamos al hotel no sin antes pasear por todas sus plazas en un recorrido de 5km, que nos estamos relajando y a Topodiving se viene para sufrir. Trini nos dejará su habitación para ducharnos, todo un detalle, pues habrá pagado para no usarla, ya que habrá visto que puede llegar al carnaval de Baranquilla si coge un bus esa misma tarde, y esta oportunidad no se tiene todos los días. Conni saldrá al día siguiente, y hará parada previa a llegar a Galápagos home. Estas chicas no quieren terminar su viaje de disfrute sólo con la Oceánica, empieza a ser una costumbre alargar la Oceánica de invierno!.
Los que volamos de noche, tendremos un buen viaje y buena llegada, con todas las maletas enteritas. Una vez más, un lujo poder disfrutar de las maravillas del globo terráqueo en tan buena compañía. Hemos venido al mundo para ser felices, seámoslo en todas las ocasiones que se nos presenten como esta. Que conste en acta, 😊.
Colombia tendrá más lugares interesantes que explorar, vistos por los ojos y las imágenes de Trini: al desfile de Barranquilla le seguirán Sierra Nevada de Santa Marta y el desierto de la Guajira, una pasada por los audiovisuales compartidos.
Finaliza la crónica, a falta del manual del Oceánico de invierno, que irá en la 3ª entrega, para quienes han conseguido llegar hasta aquí y estén dispuestos a seguir leyendo.
Besos oceánicos, con el permiso del Topo.

Manual del oceanico de invierno

Tras unas cuantas Oceánicas de invierno, empieza a ser recomendable tener la recopilación de sugerencias, trucos, consejos y obligaciones al estilo militar requeridas para llevar a buen puerto una Oceánica de tales características. Esta es una primera versión, ya que, con la experiencia y pericia del resto de oceánicos, seguro que se puede mejorar y mantener actualizado el manual.
Premisas de partida: el Oceánico de invierno nace y/o se hace.
Para aquellos que nacen, cualquier momento es bueno para incorporarse al viaje. Dirán que este año no van porque no tienen dinero y/o vacaciones, y a última hora aparecerán, en el mismo vuelo o no, de ida o de vuelta, pero estarán el primer día y el último de la Oceánica. Para los que se hacen oceánicos de invierno con el tiempo, su lado racional les comerá la cabeza con que este año no es el año para ir. En esta situación, deben hacer caso a su lado emocional: todos los años son buenos para ir porque cada uno es una oportunidad de disfrute y experiencias varias que no volverá a pasar. Cuando lean el correo del Topo buscando interesados, deben apuntarse sin meditarlo y luego hacer lo necesario para ir. Primero hay que soñarlo para que luego ocurra. Pueden empezar ya a soñar. Creer y crear están solo a una letra, 😊.
Recomendaciones que aplican a todos los Oceánicos de invierno:
1. Tratar las oceánicas como los carnavales: pasado uno, se empieza a preparar el siguiente, así que 3 semanas después de la oceánica de invierno se arranca la estrategia a varios meses para: ahorrar para el siguiente viaje, reservar slots de vacaciones vendiendo a los compañeros de trabajo si procede, que ya se sacrifica un@ y desaparece en temporada baja para que el resto disfrute de más tiempo en periodos estivales y/o navideños. Hacer el marketing con la familia, con eso de: es bueno que me echéis de menos, que sobreviváis sin mí para entrenar no ser imprescindible por si pasa algo en alguna ocasión, que tengáis el respiro de no sufrir mis manías durante unos días… Si quienes van son pareja, pues lo mismo, pero en plural, y aquí tienen que tirar en su ausencia de family points con primos, tíos, abuelos y/o personal de apoyo como si fuera de la familia. Ya en el viaje, es fundamental mantener los momentos de contacto con el país de origen para transmitir eso de me sigo acordando de vosotros y aquí no lo estoy pasando tan bien. Para estirar el chicle lo justo en cualquier entorno para que no ser imprescindible tenga la duración sólo de esos 9 días, y a la vuelta todo regrese a la normalidad. (Ver punto de tarjetas para conexión emocional y/o laboral). Los pasos por el taller sanitario y los chequeos de salud, todos con tiempo suficiente para ir en las mejores condiciones saludables.
2. Durante los meses de marzo-octubre del año previo al viaje, se recomienda hacer la pelota al Topo y a la Sra Topa si hay posibilidad, para que el primero quiera repetir la experiencia de idear, planificar y ejecutar una expedición de estas características y empiece meses antes la ardua labor de buscar vuelos baratos a lugares paradisíacos con buen buceo, aventuras sorprendentes para no buzos con snorkel incluido, hoteles con aire acondicionado, habitaciones individuales, masajes asequibles y de calidad, excursiones culturales, mercados asquerosos, posibilidad de interactuar con lugareños y medios de locomoción asistidos. Tener la extravagancia de que no haya electricidad ni agua potable o caliente para un par de días también está bien, por eso de decir que a la oceánica invernal se viene a sufrir. (Aunque por la salud del camarero, que la cerveza esté fría allá adonde vayamos si Lumi se apunta al viaje.)
3. Lo que no es negociable es pedir que no haya mosquitos o insectos varios. Habrá, por supuesto, y el protocolo de actuación ya es conocido: que se vacune quien quiera, se recomienda tomar complejos de vitamina B desde días antes y durante la oceánica (dudas a Conni), para las lociones preventivas, consultar cada año con la doctora dominicana a través de Marina o Sebas. Actualmente estamos en la versión de vainilla blanca o también llamada vainilla clara, aunque los más tradicionales prefieren Relec o Goibi. Una vez que los mosquitos han picado, acudir al botiquín de Gelen. Evitar la exposición de piel en los amaneceres, atardeceres y lugares con vegetación.
4. En cuanto a lluvias y bochornos, depende de la meteorología, así que la maleta irá en consonancia con lo que pueda pasar, y 2 semanas antes el Topo dará su parte meteorológico para afinar la vestimenta.
5. Tampoco es negociable el peso permitido de las maletas. Hay que leer bien las instrucciones de obligado cumplimiento que se detallen en la web. Las maletas van pesadas desde casa y su cuantía dentro de lo establecido para no montar el tenderete en la zona de facturación. En el viaje, quien no se fie de sí mismo, que negocie con Trini que le albergue peso en su mochila, que con eso de que lleva la casa a cuestas, ajusta mejor el pesaje.
6. No se recomienda llevar mecheros, navajas, aerosoles voluminosos o traerse corales, piedras autóctonas, conchas… tienes toda las papeletas para que se las queden tras un escaneo. Una botella vacía que mantenga la temperatura está bien para ir siempre hidratado. Gloria pondrá más atención a la biodramina, que no dejará ni por aire ni por mar.
7. Para ser rápidos en hacer y deshacer maletas una alternativa son las bolsas con doble cremallera de Trini y agrupar por categoría de prenda o accesorio. También está la opción de Julio: más camisetas que días y todas iguales de dos colores diferentes.
8. Las cremas de alta protección solar son obligatorias, y en el caso de Raquelita un pareo para el aire en transporte sin ventanillas.
9. En los aviones transoceánicos hace frío. Llevar chaquetas polares es obligatorio. El antifaz y tapones a gusto del viajero, pero pueden amortizarse en hoteles ruidosos y con alta exposición lumínica. Sebas y Julia tienen que cargar con el posacabezas rígido de calidad, para el resto es opcional. Jesús no lo necesita, con tener 3 asientos en fila para él tiene suficiente.
10. Los frutos secos son interesantes para los piscolabis cuando no hay dinero metálico y no permiten tarjetas o todo es muy caro, por ejemplo, en las esperas en transbordos. También están los sandwich tras el paso por la sala VIP de los socios de Race. Y si va Mery a la oceánica, en cada pueblo comprará los dulces locales para ir probando la gastronomía.
11. No hace falta meter el dron en la maleta. Ya se encarga Jesús.
12. Los auriculares de dos tipos: para uso fuera del avión y para dentro del avión. Los de dentro, de clavija por si acaso. Llevarse descargadas películas y algún libro en función de lo que uno necesite entretenerse. En el caso de Oscar y Marta no hace falta: se dormirán a los 10 min de subir, se despertarán para comer, y volverán a dormirse hasta tener que poner el asiento en posición vertical y aún así mantendrán los ojos cerrados hasta 10 min antes de aterrizar.
13. El apartado de móviles y accesorios requiere concentración en su lectura. Evidentemente hay que llevarse cargador y adaptador según lo que venga en la guía de la web. Es recomendable tener un duplicado de adaptador y cable en la mochila, además de otro en la maleta por si alguno se pierde en los cambios de hotel, avión o zona de embarque. La batería externa complementaria nunca está de más. Y ahora vamos con la conectividad emocional y/o laboral: tener la capacidad de estar localizable o poder localizar evita episodios de intranquilidad innecesarios. Aunque está muy bien tirar de wifi, aún las zonas abiertas no lo tienen disponible, así que mejor autoprovisionarse de una sim o una esim, según características del móvil y capacidad de compra local. En el caso de Gelen, que la familia le vaya comprando un móvil por alguna epifanía, que le interesa ir con una esim ya pre-instalada. Para oceánicos que llegan horas antes a la ciudad, consultar con Trini el tejemaneje que se trae para ahorrar en costes de gigas. Joselito es otra opción para decidir operador móvil.
14. En cuanto al dinero para gastos, se recomienda tarjeta de crédito de las habituales para transacciones internacionales + metálico obtenido en función del país a visitar. Para optimizar costes, conviene leer instrucciones y recomendaciones de 2 semanas antes, aunque luego terminará sobrando metálico por muchos cálculos que hayas hecho. Julio, como siempre dispuesto a hacer de bancario, dará todas las facilidades para intercambiar billetes.
15. El seguro de viaje a elegir, pero con cobertura más que suficiente para las aventuras. No queremos dos disgustos: uno por tener que activarlo y otro por el coste por no tenerlo cubierto.
16. El pasaporte con la vigencia necesaria para la vuelta, con una copia impresa en otro lugar, y los visados según directrices del Topo. 17. En cuanto a trajes de buzos y accesorios propios y de snorkel, esto es muy personal. Si alguien tiene dudas, que pregunte al jefe de la expedición. Lo que no se puede asegurar es que los tiburones no se acerquen a MPaz, pero yendo con el Topo seguro que la protegerá. 18. En el viaje hay que hacer fotos y videos, marinos y terrestres, e ir pasando algunos por whatsapp para mantener la llama del viaje y el contacto externo, y luego los mejores al repositorio común del Maganto. El Topo amenaza con hacer dos grupos de whatsapp por expedición, para separar las órdenes militares y homilías del descontrol de la tropa en sus interacciones.
19. Para la crónica final del viaje siempre son bienvenidos los voluntarios. En caso de ausencia, ya hay una voluntaria forzosa asignada. (Pero aún así, se insiste en que los cronistas voluntarios son siempre bienvenidos y pueden dar mayor diversidad editorial, 😊).
20. En todo momento se recomienda mantener el buen rollo del grupo como viene siendo y parte fundamental del éxito de estas expediciones. Se agradece la capacidad de adaptación y de apoyo mutuo para que todos disfrutemos de estos viajes que suman y multiplican para ser felices en esta vida terrenal.

Tras estas 20 primeras recomendaciones, puede proponerse al editor jefe D. Topo cualquier mejora del manual para su valoración e incursión.

Abrazos oceánicos de invierno.