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Autum is coming
Bienvenido el otoño
La visita frustrada al invernadero
El museo del tren
Jurasic World
La comida
Cleopatra
Autum is coming
Bienvenido el otoño
En esta ocasión, la actividad tenía como objetivo, y con la excusa de la llegada del otoño, el recuperar contacto con la grey, tras unos largos meses de verano.
Se iniciaba con una visita al invernadero del Matadero, en Madrid Río. Luego iríamos dando un paseo hasta la estación de las Delicias al Museo del Ferrocarril, en donde veríamos una maqueta de trenes gigante.
A continuación, haríamos una visita a Jurasic World, que quedaba justo detrás del museo, y así podríamos ver algo de lo que se ve en la película -al parecer, que yo no la he visto- de bichos prehistóricos y su crianza clonada.
Después, a comer rodizio en el centro comercial Madrid Río y, si solución de continuidad, a la experiencia inmersiva con la figura de Cleopatra como motivo central.
El tiempo podría haber dado alguna nota discordante, pues había previsión de lluvias. Pero, ya se sabe, cuando amenazan lluvia, sequía. Y cuando no la anuncian, inundaciones.
Pues esto fue, a grandes rasgos, lo que dio de sí la jornada:
La visita frustrada al invernadero
La jornada no empieza bien. No señor. De momento, el invernadero está cerrado por mantenimiento y está cerrado. Pero no llueve, afortunadamente.
Vamos llegando poco a poco. Los primeros Sandra y Fito que, como yo, han sido previsores (y no como otros) y hemos llegado con tiempo de esperar e, incluso, desayunar.
Iba a decir que desayunar plácidamente, pero me he acordado a tiempo de que lo hice en el Starbucks del Madrid Río. Y no, no fue plácido. Ni barato.
Haciendo honor a su nombre (Star: Estrella y Bucks: Dólares) los precios son estelares, efectivamente. Y eso para un café con leche normalito y un croissant aplastado, pequeño y sosaina.
Y olvídate de cosas más castizas, porque allí todo es de dulce a empalagoso.
Menos mal que no puedo echarle la culpa a nadie...
Después, muy poco a poco, va apareciendo el resto del personal concitado en lugar
todos... menos el líder y familia. Al fin, aparece primero la líder consorte con sus vástagos y cara de recién cabreada. Su cónyuge, se encuentra aún dando vueltas para aparcar tras una personal odisea por carreteras y calles de Madrid. Siendo interpelada por el retraso, arguye como causa el navegador obsoleto y el orgullo e iniciativa del líder, despreciando las indicaciones del aparato y de ella misma, motivo por el que han llegado hasta la carretera de Extremadura y su actual follón por obras, entre otras localizaciones que el azar y las circunstancias del tráfico han sido incluidas en su tour. Al cabo, llega el querido organizador y, como he sido enterado por la consorte del humor alterado del mozo, decido no hacer sangre con aquello del navegador maravilloso de su coche, aunque obsoleto, -pero a él le lleva siempre fielmente a destino- la previsión necesaria frente a los imprevistos con que siempre nos azota, y el retraso derivado de todo ello. Pero él se enroca en que Los Julios aún no han llegado y que, por tanto, él no ha causado ningún retraso. En todo caso, el dueño de la pelota define siempre la duración del partido. Con lo que dejo la crítica, cobarde de mí,
para el momento de escribir esta crónica.
Así pues, una vez aparecidos los Julios, nos ponemos en marcha camino de la estación de las Delicias, a la visita de la macro-maqueta de modelismo ferroviario del Museo del Ferrocarril.
El museo del tren
Tras un paseo aceptable, llegamos al museo.
Allí entramos por la entrada VIP, que para eso el líder tiene sus contactos, y nos encaramamos en el segundo piso -sin ascensor- en donde se encuentra la impresionante maqueta de modelismo ferroviario. Insisto en lo de modelismo, porque casi provoco un incidente ferroviario cuando se me ocurrió, muy coloquial yo, referirme a los trenes miniaturizados como "de juguete". A mi desatino, el Topo ya interviene para mediar y que nuestro "contacto ferroviario" no me eche escaleras abajo por mi torpe definición.
Realizada por el Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (CEDEX) en 1998, con motivo del 150 aniversario del Ferrocarril en España, la maqueta 'Territorio Ferroviario' es una maqueta a escala HO (1:87) con una superficie de 300 metros cuadrados y una red de 850 metros de vías, con capacidad para 66 trenes diferentes, y ha sido recientemente restaurada y digitalizada.
La cacho-maqueta es una auténtica maravilla, ya solamente por su inmenso tamaño, con un montón de trenes perfectamente controlados por el sistema de control, que es casi como "de verdad" -ahora que no me oye nadie- con sus pantallas y todo. También tiene expuesta, como recuerdo de lo que fue, el sistema eléctrico de interruptores con el que se gestionaba
antaño. Un verdadero lío. Para iniciados, debía ser.
Para los que quieran echarle un vistazo a los trenes en movimiento, pueden ver en Youtube este video del propio museo.
La verdad es que la maqueta, siendo muy bonita, era algo menos de lo que me esperaba, pensando en los preciosos dioramas que he visto en otras ocasiones. Claro que, para poder cubrir todo aquello con la minuciosidad que suelen decorarse estas maquetas, hace falta mucha "guita" y mucha dedicación, pues es enorme.
(Curioseando en la web del museo, he encontrado esto que no me puedo resistir a replicar aquí, por lo alusivo a nuestro organizador -póngase especial atención al último párrafo de la página referida-, de viajes, excursiones y juegos).
También había, fuera de uso por el momento, unos simuladores de trenes (auténticos) de los que se empleaban para formar al personal de RENFE. Ahora, reconvertidos en atracción, darán juego para la imaginación de los más aficionados. Estará bien.
Después nos fuimos a ver el diorama de los entusiastas de la Asociación de Amigos del Ferrocarril, que tenían montado para la ocasión un larguísimo diorama con diversas escenas ferroviarias, con unos paisajes superrealistas.
Allí nos enrollamos con uno de los amigos y estuvimos de charla. Es una afición cara. Las marcas de modelos del gusto preferente por su calidad técnica y realismo de detalles, es la alemana Märklin, y las máquinas pueden costar entre 300 a 600€. Échale vías, cruces, semáforos y todos los detallitos y se te pone la tontada en un pico inmenso. Además de que hay que tener sitio para ponerlo fijo. Si no, se convierte en una caja más del trastero.
Una curiosidad que conocimos, merced a una pregunta certera de Joselito
sobre cómo se limpiaba todo aquello, pensando que nos dirían que con aspirador, plumero y pincel, fue conocer que existe algo así como el tren "rumba", unos vagones especializados que contienen un aspirador (depósito para pelusas incluido) y un depósito para alcohol con un sistema para limpiar las vías. Perplejo me dejó. Claro que el resto si que va de aspirador y plumero.
Luego nos fuimos ya al momento aperitivo, que consistía en aguardar unas tremendas colas -dos veces, puesto que comida y bebida iban en chiringuitos diferentes- para aviarse un plato de patatas bravas y un birra. También estuvo la nota ecológica del asunto, pues te cobraban el vaso con un 1€ de fianza, a devolver sufriendo otra cola para la devolución. Genial idea que con el desánimo de la gente, procura un ingreso extra.
Así que, teniendo en cuenta las colas, que nos había enrollado mucho con el amigo modelista ferroviario y que si te comías una de bravas, la comida carnívora iba a resultar demasiada caña, algunos optamos por la abstinencia.
Después, nos fuimos ya para el momento "Jurasic World".
Jurasic World
Lo de este circo temático es otra forma de extender el "merchandising" de la película y sacarle algunos cuartos más a la gente.
Las maquetas/robots de los dinosaurios, eso sí, están realizadas con un realismo y calidad de expresión notables. Los decorados, ambientan y complementan la sensación realista de los escenarios mostrados mejor que el chavalerío que hace de actores en las varias presentaciones. Lo de las crías acariciables de bichos, me dio un poco de lástima. Ver acariciar a un chisme como si fuera un animalito, no me pareció especialmente atractivo. Era un poco como lo de besar a la escultura del niño en Navidad, pero en profano.
Pero acariciar una boñiga de dinosaurio con un guante sudado por cientos de visitantes, aunque sea simulada,... No le veo la gracia. Sí que había desinfectante para después del acto glorioso (por el contenido bacteriológico del interior del guante, no por lo acariciado con él, que seguro que contenía menos bichos que el interior del guante).
La parte del laboratorio de clonación de especímenes da paso a una muestra de bichos enjaulados que amenazan -al decir de los "guías"-
nuestra integridad, nos va llevando por diversos escenarios de lo que, supongo, debe ser visto en la película motivadora de este show.
Más caricias a criaturas mecánicas encantadoras, salvo una cría de T-REX a la que dotaban de una cierta mala leche, y un show de un domador de velociraptores, en la que me quedé con la curiosidad de saber qué era lo que animaba al bicho: si un complejo sistema robotizado o un tipejo embutido en un disfraz formidable. Sea como fuere, la verdad es que resultaba bastante plausible.
Algunos de nuestra partida, más prudentes, se fueron yendo hacia lo del rodicio, pues la hora de comer se echaba encima y luego había que estar a la hora en lo de Cleopatra. Así que nos quedamos
los Manus, los Magantos, los Cebollas y el Banet como fieles representantes del clan, para terminar el recorrido con los más espectaculares de los dinosaurios.
Varios saurios enormes y amenazantes después, nos "dimos cuenta" de que nos quedaban seis minutos para llegar hasta el Madrid Río para la comida. Opciones: ir a matacaballo y producir un retraso en el yantar de todos -pensamos que hasta que no llegáramos nosotros, igual no se empezaba a servir- o apañar un taxi para volver lo más rápido posible.
Los Manus, dada la limitación de Amelia para la carrera, optan de inmediato por la opción 2. El resto, dado que Fer se vuelve con los niños, quedamos justo cuatro para caber en otro, así que con el pensamiento de Tere sobre la consideración al de enfrente, que el retraso nos obligaría a ingerir el rodicio a la trágala y -realmente, creo, la principal razón- que no nos apetecía un "truño" el ir a la carrera ni cuesta abajo, optamos por pillar otro también.
Por el camino, para salir del recinto del Museo del Ferrocarril, Joselito, que ha vivido por aquella zona, nos muestra una zona que permite -al menos en apariencia- acortar el trayecto. Una curiosidad inesperada, porque ninguno dábamos por cierto que se pudiera salir de allí más que por la puerta principal. Pero, dándole crédito a la experiencia como vecino del muchacho, nos fuimos tras él, descubriendo algunas casas y calles que no conocía y que tendré que ir a visitar más despacio, pues parece una zona interesante.
Y tras parar un taxi en Delicias, haciendo que casi se colisione con un ciclista de reparto, nos fuimos para el centro comercial.
La comida
La comida, estuvo bien. Mesa corrida para los veintitantos que éramos y allí que nos pusimos al asunto de comer hasta que dijéramos basta.
El líder nos recibe boli y lista en mano para ir tomando la comanda de bebidas por anticipado y ahorrar así minutos que no sobrarían en exceso para llegar después a la experiencia Cleopatra. Iluso él, pues al final hay que hacer un rogatorio reiterado para que nos traigan las cervezas que habíamos pedido y que nuestra sed demandaba con urgencia.
Empieza el trasegar con una sartas de alitas de pollo y chorizos criollos -supuestamente criollos- que me redimen en lo personal del ayudo en el aperitivo. Luego, van trayendo carnes de cerdo, pancetas adobadas y carne de ternera.
Lo adornan con salsas diversas, chimichurri, alguna supuestamente picante, otra como mayonesa... Arroz blanco, ensalada, trozos de mazorca de maíz cocido... Maíz con el que, al morderlo, salpico a la pobre Sandra. Menos mal que no fue mucho -creo- y la buena de ella no me lo recriminó. Si es que la que es buena persona...
Después de varios va y viene del espetero trayendo todo el muestrario de opciones carnívoras incluido, dimos algún tiento más a la carne de ternera, que era la más sabrosa mientras se mantenía caliente. Nos dimos una buena comida, pero sin postre. Además, había que salir pitando para el Matadero, para sumergirnos en la "experiencia Cleopatra".
Pagamos rigurosamente -supongo y espero-
lo consumido por cada uno y nos fuimos para allá.
Cleopatra
La experiencia inmersiva y anos la tenemos un tanto vista -yo, al menos, llevo tres con ésta- pero siempre te pica la curiosidad de ver si se supera la anterior. Pschè... no sabría decir. Ni la sala inmersiva ni las experiencias virtuales sorprenden mucho. Además de que me da que deben hacer un poco de "corta y pega", pues algún desatino percibimos. No lo tenía claro, pues fue un poco la primera impresión y no había opción de echar para atrás la proyección, pero eso de ver una amenazadora serpiente de cascabel en Egipto, por muy antiguo que fuera, no cuadraba en exceso. Lo consulté con Julio y, efectivamente, también el vio que la sierpe tenía la cola con sonajero.
Además, también hubo un paisaje sobre el puerto en que se apreciaban unos majestuosos galeones, con todas sus jarcias y mástiles y su silueta característica, que tampoco se compadecían en absoluto con el tiempo histórico. Cosas de la "licencia" del autor, pero cantaba una tanto, francamente.
Otra cosa que no me hizo mucha gracia es que, deben de estar bajos de presupuesto y/o personal, las gafas de realidad virtual van pasando de vidente en vidente sin ningún tipo de asepsia. Poca memoria debe quedar de los aciagos tiempos de pandemia. Pero, en fin, uno es bastante resistente a esas infecciones. Hasta el momento de escribir esto, al menos.
También me resultó curioso el espejo "Blancanieves like", que nos presentaba la supuesta imagen de la divina Cleo. Quedaba apañado el efectito de acercarte y que apareciera una imagen, pero no le veía yo mucho lo coherente.
Y así, con esta nueva inmersión, acabó el día, venturoso y sin lluvias que nos complicaran la jornada y temperatura agradable.
Despedidas con profusión de abrazos y besos y a la espera de una nueva ocasión para reencontrarnos.
Gracias al líder, por su desvelo y minuciosidad en lo organizativo, y por darme balas para futuros desacuerdos con nuestros respectivos navegadores y previsiones ante imprevistos.
Nos vemos en la próxima.
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