INVESTIGADOR
ISIDRO

 

Breve historia del submarinismo

Nadie sabe cuándo buceo el hombre por primera vez, pero los historiadores creen probable que fuera cinco mil años antes de Cristo. La representación más antigua conservada de un hombre buceando bajo el agua parece ser la de un buceador en un relieve asirio, que se remonta al año 885 antes de Cristo. El primer documento auténtico que atestigua la existencia del buceo aparece en los escritos del historiador griego Herodoto, quien cuenta la historia del buzo Escilias de Sicione, que, allá por el siglo V a C., fue contratado por el rey persa Jerjes para recuperar un tesoro hundido en el mar.
El buceo nació por razones militares. Alejandro Magno empleó buzos con el fin de sacar objetos que habían sido hundidos para obstaculizar el paso en el puerto de Tiro, del cual se apoderó en el año 332 a. C., tras un asedio. Se afirma que el gran estratega militar se sumergió en persona para observar el trabajo de los buzos.
Diversos documentos atestiguan asimismo que durante el siglo 1 a. C. existía una floreciente industria de recuperación de objetos hundidos en los principales puertos del Mediterráneo oriental. El negocio estaba tan bien organizado que la ley establecía una escala de salarios para los buzos acorde con la profundidad a la que trabajasen. El buceo se hacía aguantando la respiración; el entrenamiento comenzaba en la infancia y aquellos buzos de la Antigüedad desarrollaban gran capacidad y resistencia pulmonares. Se empleaban piedras planas que servían de pesos y guías para dirigir al buzo durante el descenso.
Una práctica común consistía en que los buzos se enrollaran una cuerda en torno a la cintura para que sus ayudantes pudieran halarlos hasta la superficie con cualquier objeto que hubieran conseguido recoger del fondo marino generalmente a una profundidad de veintidós y treinta y un metros.


AVANCES TECNOLÓGICOS INICIALES
Desde los albores de la natación submarina, todos los buzos tuvieron que enfrentarse al problema de ingeniárselas para permanecer bajo el agua más tiempo de que la capacidad pulmonar permitía. Al principio se empleaban cañas huecas, pero los buzos sólo podían descender a la profundidad donde llegaran las cañas. El principal uso que se hacía de este ingenio era en las guerras con el fin de que los soldados cruzaran los ríos sin ser avistados. Hay documentos que muestran los intentos por emplear tubos más largos, a veces con una caperuza en un extremo, una especie de válvula primitiva que teóricamente permitía al buzo respirar con libertad. Sin embargo, no hay documentos que atestigüen que estos aparatos fueran eficaces y es poco probable que los primeros buzos con los materiales y el ingenio necesarios para superar los problemas de la presión en la profundidad subacuática. Incluso a una profundidad de 0,3 metros, la presión que ejerce el agua sobre el pecho de los buzos es suficiente para impedir que respiren con normalidad.

Durante los siglos XVI y XVII una larga lista de inventores pusieron su empeño en inventar aparatos que permitieran respirar a los buzos libremente bajo el agua. Se publicaron varios dibujos, pero los diseños eran deficientes y el deseo de bucear con autonomía bajo el agua siguió siendo sólo un sueño. Sin embargo, a finales del siglo XVI se dio el primer paso decisivo con la creación de una campana de inmersión abierta por la parte inferior que se sumergía verticalmente en el agua y, por tanto, atrapaba el aire en su interior. Esto permitió a los buzos contar con una reserva de aire comprimido para respirar. La primera constancia que se tiene de la existencia de una campana de buzo se remonta al año 1531 y desde entonces se emplearon de forma continuada. Durante la década de 1680, el estadounidense William Phipps empleó un sistema de campanas de buzo “Madre e hijas”que permitía a los buzos el acceso a varios suministro de aire, En 1690 en astrónomo británico Edmund Halley diseñó un intrincado sistema para renovar el aire de una campana de buzo mediante la conexión entre la campana principal y otras más pequeñas (con “toneles de aire fresco”) que se colocaban debajo de ella, tras lo cual se abría una válvula en los toneles para que la presión superior de éstos (ya que estaban situados a mayor profundidad) obligara al aire fresco a entrar en la campana del buzo y, por tanto, renovara el oxígeno. Halley y otros cuatro hombres demostraron la eficacia de este invento permaneciendo durante una hora y media a una profundidad de dieciocho metros bajo el río Támesis.

En 1715 otro británico, John Lethbridge, diseñó un “sobre sumergible”, un “barril de aire” forrado de cuero en cuyo interior iba un buzo y que contaba con una ventanilla de vidrio para ver y dos aberturas con mangas impermeables para ver y dos aberturas con mangas impermeables para los brazos que permitían al buzo trabajar bajo el agua. El aparato se hacía descender desde el barco y se dirigía de la misma forma que una campana de buzo. A decir de todos, Lethbridge tuvo un éxito sorprendente y recuperó gran cantidad de objetos de naufragios.En 1749 escribió una carta a una conocida revista en la que afirmaba que solía trabajar a una profundidad de dieciocho metros, en donde permanecía treinta y cuatro minutos. A pesar de todo, su equipo padecía de las mismas limitaciones que la campana de buzo: la falta de maniobrabilidad y la imposibilidad de aportar continuamente aire fresco.

La recuperación de objetos de naufragios era un negocio lucrativo que proporcionaba un continuo incentivo para la invención de técnicas y equipos de buceo nuevos. Se otorga a Augusto Siebe el mérito de ser el inventor del primer traje de buzo práctico, aunque en realidad no fue sino uno de los muchos investigadores que por aquella época experimentaron con innovaciones muy parecidas. Los hermanos John y Charles Deane, que trabajaban en el negocio de recuperación de objetos hundidos, patentaron en 1823 un “aparato de humo” para uso de los bomberos. Tras cinco años de trabajo, patentaron del traje de buzo Deane”. Consistía en un traje pesado para proteger del frío, un casco emplomado con ventanillas que descansaba sobre los hombros del buzo y el cual se unía mediante una manguera con una bomba de aire situada en la superficie. El aire viciado salía por debajo del casco y no ocasionaba ningún problema siempre y cuando el buzo permaneciera erguido. En el caso de que el buzo sufriera una caída, el casco se llenaba rápidamente de agua y ponía en peligro la vida del buzo. Siebe mejoró el traje de Deane sellando el casco al traje a la altura de del cuello y alargando el traje hasta la cintura. Era mucho más seguro, porque dejaba que el aire viciado saliera por debajo del traje e impedía que el agua entrara en el casco si el buzo perdía el equilibrio. En torno a 1840 Siebe ya había creado un traje de cuerpo entero impermeable, conocido con el nombre de “traje de buzo de Siebe”. Este traje es el precursor directo de los actuales.

Aunque por aquella época se estaban mejorando otras escafandras, el traje de buzo de Siebe fue el elegido por los ingenieros reales británicos para desmantelar y sacar a flote el barco de su majestad Royal George (el buque obstaculizaba el paso al fondeadero de la flota justo a la salida del puerto de Portsmourth, en Inglaterra). Este acontecimiento dio mucha publicidad al sistema de buceo de Siebe, sobre todo porque el oficial a cargo de las operaciones, el coronel William Pasley, recomendaba oficialmente que el traje de Siebe fuera elegido para las futuras operaciones submarinas de la armada.Es interesante destacar que el historiador oficial del gobierno que escribió la crónica de la recuperación y extracción del barco hundido también mencionase que los buzos, los cuales trabajaban en turnos de seis a siete horas a una profundidad de 18 – 21 metros, se quejaban de sufrir ataques de “frío y reumatismo” El coronel Paskey y sus hombres se dieron cuenta de que no se trataba de reumatismo, sino de una enfermedad causada por el buceo que años más tarde se identificaría como el defecto de la descompresión, también llamada “trancazo” o “enfermedad de los buzos”.