INVESTIGADOR
ISIDRO

 

El stress en el buceo

Todos los que en alguna ocasión hemos practicado el buceo conocemos en propia piel y hemos visto a otros sufrir episodios de stress. Sin embargo, si nos paramos a pensar, veremos que bajo este término incluimos fenómenos muy dispares que desde mi punto de vista es conveniente diferenciar pues sus posibles consecuencias y la forma de enfrentarlos son completamente distintas.
Comenzaremos pues intentando nombrar y diferenciar cuales son estos fenómenos que habitualmente calificamos de stress:

1.- Ansiedad.
La ansiedad es un fenómeno psicológico que se produce en aquellas situaciones de espera o duda. Es decir, frente a la posibilidad de un cambio.
La ansiedad, por si misma, no es ni buena, ni mala, es un estado de alerta y preparación para enfrentar una nueva situación, sea ésta deseada o no. Así, todos sentimos cierta ansiedad al preparar una inmersión, en el momento de entrar al agua, cuando se produce un incidente, etc... La diferencia entre éstas situaciones estará en la intensidad y la presencia o no de otros fenómenos que más adelante explicaremos.
La forma de afrontarla será pues reconocerla y reconocer sus causas, al tiempo que adaptarnos de una manera progresiva a la nueva situación. Si detectamos ansiedad en algún compañero podremos ayudarle en la misma forma. Si es antes de la inmersión, comentarios que expresen la naturalidad del hecho y que lo identifiquen serán de utilidad. Y si es durante la inmersión ayudarle a que se tome el tiempo necesario para la adaptación será suficiente. En cualquier caso, nunca agobiarle, ni meterle prisas.
La forma en que más habitualmente detectaremos en un compañero la ansiedad durante la inmersión será la continua observación de los instrumentos, especialmente manómetro y profundímetro. Hay que estar atentos pues puede pasar a sentir angustia y de ésta al pánico.
En nosotros mismos una especial preocupación por cualquier tema, nos indicará que estamos ansiosos.


2.- Angustia.
La angustia no solo tiene un componente psicológico, también tiene un componente físico. Esto es así debido a nuestro origen animal. Un animal ante una situación de alerta se ha de preparar físicamente para afrontarla, ya sea huyendo, o permaneciendo en ella. En el hombre ocurre lo mismo. Se produce un aumento de la secreción de adrenalina la cual aumenta el ritmo cardiaco y respiratorio, motiva una vasoconstricción y que se multiplique el aporte de sangre y glucosa a la musculatura, con un incremento de la sudoración y una dilatación de las pupilas. En definitiva, nos preparamos para observar bien nuestro alrededor y reaccionar rápidamente.
Es de destacar que en la práctica del submarinismo se pueden dar situaciones, como la temperatura del agua al entrar, una termoclina, o la realización de un esfuerzo físico importante, que produzcan esta misma reacción y que pueden llevar a la aparición de ansiedad, pudiendo desembocar en miedo y pánico.
En toda situación de ansiedad estos cambios en la activación se producen, pero solo nos serán detectables cuando la ansiedad sea muy alta y muy probablemente el miedo halla hecho aparición.
Si lo detectamos en nosotros mismos intentaremos bajar el nivel de activación: Nos cogeremos a una roca o nos abrazaremos nosotros mismos, cerraremos los ojos y nos centraremos en reducir el ritmo respiratorio. Con esto, por un lado, nos daremos seguridad y por otro si conseguimos disminuir la frecuencia respiratoria, induciremos al organismo, debido a un mecanismo de equilibrio fisiológico, a equiparar el resto de constantes alteradas a la respiración, reduciremos también la frecuencia cardiaca, la producción de adrenalina, la sudoración, etc. Es decir, haremos desaparecer la activación.
Si detectamos angustia en un compañero, nuestra forma de actuación ha de ser similar, debemos dar seguridad y procurar que normalice la respiración. Si le resulta posible le ayudaremos a que haga lo antes explicado, pero además debe notar nuestro contacto. Si cierra los ojos y se abraza, una mano cogiendo su jacket puede hacerle sentir más seguro. Nunca le dejaremos solo (que él se sienta solo). En nuestro acercamiento le miraremos a los ojos y nos situaremos frente a él cogiéndole con la mano izquierda por el jacket, sin dejar de mirarlo. La potencia del vínculo ocular es muy fuerte y si en nuestros ojos puede leer tranquilidad y seguridad, así como que estamos con él y le ayudaremos, esto puede ser suficiente para que supere este episodio.

3.- Miedo.
Aparece siempre unido a la ansiedad pues es la espera de que ocurra algo que no va a ser perjudicial.
Si nos sentimos temerosos durante una inmersión, intentaremos descubrir (si no lo sabemos ya) que nos produce ese temor y haremos un análisis de la situación. Nos pararemos a pensar, lo cual ya nos tranquilizará, y miraremos nuestras posibilidades de actuación. Nada tranquiliza más que saber que hacer.
En un compañero solo detectaremos el miedo si va unido a angustia o pánico, y nuestra forma de actuación será la misma que para estas situaciones.

4.- Pánico.
Se produce cuando una situación de angustia y miedo se lleva al extremo perdiéndose el control sobre uno mismo. Se puede presentar en dos formas: a) Activo y b) Pasivo.
El pánico activo provoca una reacción de huida en busca de una supuesta seguridad. En inmersión esta huida será hacia la superficie, reteniendo la respiración y arrancándose todos los elementos extraños (regulador y gafas). HAY QUE PARARLO, hacer que suelte el aire, más aun si seguimos ascendiendo. Es preferible que trague agua a que sufra lesiones pulmonares.
Podemos intentar, mientras lo mantenemos firmemente sujeto, el contacto ocular y dar solución al problema que le ha hecho entrar en pánico. Si conseguimos ambas cosas es posible que se tranquilice. Si la situación lo requiere iniciaremos un ascenso controlado.
En el pánico pasivo se produce una catatonía producto del terror. No nos confiemos, cualquier contacto puede derivar en un paso al pánico activo. Nuestra actuación ha de ser la de una aproximación cuidadosa, aferrándolo firmemente por el jacket y manteniendo el contacto visual. Todo ello sin confiarnos en ningún instante dada la posibilidad del paso a pánico activo. Si con esto no remite la situación iniciaremos un ascenso controlado.

5.- Conclusiones.
Conservar la calma siempre pasa por pararse a pensar. Pararse a pensar nunca es una pérdida de tiempo incluso en aquellas situaciones que requieren una actuación urgente ya que pararse a pensar no requiere tiempo, es una actitud a la hora de enfrentar una situación. La mente humana funciona a gran velocidad en situaciones de emergencia, pararse a pensar es mantener el control sobre nosotros mismos, no ir más despacio.
Pararse a pensar nos permite darnos cuenta del tiempo y las posibilidades de que disponemos a la hora de enfrentar la situación. En general, bajo el agua, disponemos de tiempo y recursos suficientes, sea cual sea la situación, para salir airosos de ella.
El peligro más importante al que nos enfrentamos somos nosotros mismos. Ser cuidadosos al preparar la inmersión, huir de la prepotencia y confiar en nuestras posibilidades, son nuestros mayores aliados. Y redordar que cuando algo no lo podemos solucionar solos, ahí está nuestro compañero.

LA CLAUSTROFOBIA EN EL BUCEO


La clautrofobia se podría definir como la aversión a los espacios cerrados. La persona que sufre este transtorno ve como el estar en espacios cerrados le provoca una fuerte ansiedad, sufre ahogos y siente la necesidad de escapar entrando en pánico.
Muchas son las teorías que intentan dar una explicación de la etiología de este transtorno. No es el objetivo de este artículo entrar en ello, y por ello no me extenderé. Tan solo remitiré al lector interesado a la obra de Donald Meltzer "El Claustro" pues me parece la más atinada de todas ellas.
En lo que se refiere al buceo la claustrofobia sería un trastorno que de ser intenso impediría la práctica del mismo. Sumergirse en el agua provoca sensaciones que pueden parecer paradójicas sin serlo. Por un lado se tiene la sensación de estar en un espacio abierto ilimitado. Por otro la de estar en un espacio cerrado. Estas dos sensaciones se deben a los aspectos claustrofóbicos y claustrofílicos que todos poseemos. A un tiempo nos sentimos completamente libres y atrapados.
La respuesta a esta paradoja debemos buscarla en nuestro origen. En las vivencias en el seno materno. El claustro materno es a un tiempo un lugar en el que gozamos de toda libertad, y si no hay ningún problema, no existe la sensación de necesidad, pero que conforme vamos creciendo se convierte en un lugar opresor que dificulta nuestros movimientos.
Una persona que sufra este transtorno, cuando se sumerja en el agua sentirá crecer su ansiedad y esta rápidamente se transformará en pánico (Ver artículo sobre el stress en el buceo en esta misma página).
Para terminar no podía dejar de comentar que estos aspectos que en su extremo impiden la práctica del buceo (claustrofilia - claustrofobia) son al mismo tiempo los que la hacen interesante para la mayoría de nosotros. Toda persona, como antes he dicho, en mayor o menor grado, posee aspectos claustrofílicos y claustrofóbicos que en el submarinismo se ponen de manifiesto. No nos olvidemos que a la mayoría de buceadores les encanta entrar en cuevas y pecios.