Cuando iniciamos el descenso nuestro organismo
se ve sometido a un aumento de presión
de aproximadamente una atmósfera por cada
10 m. Así cuando estamos a 10 m la presión
se ha duplicado pasando de 1 Atm a 2 Atm aumentando
en un 50%. De 10 m a 20 m la presión pasa
de 2 Atm a 3 Atm, aumenta en un 33%, y así
sucesivamente. Podemos decir que el diferencial
de presión disminuye con la profundidad.
Esto será importante a la hora de hacer
una descompresión, como veremos más
adelante.
Los gases se disuelven en nuestros tejidos. En
superficie nos encontramos en estado de "saturación"
a la presión de una atmósfera. Estamos
en un estado de equilibrio en el que se disuelve
tanto gas como expulsamos. A la "presión
del gas en los tejidos" le llamaremos "Tensión".
Al iniciar el descenso rompemos el equilibrio,
la presión es mayor que la tensión,
lo que hace susceptible al tejido de aceptar una
mayor disolución de gas. Este fenómeno
no se produce de forma instantánea, sino
que para que lleguemos a un nuevo estado de equilibrio
es necesario un tiempo. El grado de saturación
es por tanto función de la presión
y del tiempo, pero también depende de las
características de los tejidos. Hay tejidos
con mayor "apetencia" que otros por
el nitrógeno. Además la afluencia
del gas a un tejido depende de lo vascularizado
que este esté. Así, podríamos
clasificar los tejidos en un continuo "rápido
- lento" en relación a su capacidad
para restablecer el estado de equilibrio. El tejido
más rápido sería la sangre,
y el más lento el adiposo.
Al iniciar el ascenso se invierte la situación
produciéndose una sobresaturación
de los tejidos, teniendo estos que liberar el
gas sobrante. Si en algún momento la tensión
llega a ser 2 veces la presión, se produce
la liberación de burbujas de forma desordenada.
Para evitar esto el ascenso se debe realizar de
forma controlada, no superando nunca la velocidad
de ascenso de 15 metros por minuto. Esto permite
a los tejidos rápidos ir restableciendo
el equilibrio. Los tejidos lentos cuando estamos
ascendiendo y nos encontramos en la zona en que
los diferenciales de presión son bajos,
pueden mantenerse sin que la tensión aumente
por encima de dos veces la presión. Cuando
llegamos a la zona en que el diferencial de presión
es alto, cualquier pequeño ascenso hace
disminuir mucho la presión, con lo que
si hemos saturado mucho estos tejidos (hemos estado
mucho tiempo a profundidad) deberemos pararnos
para dar tiempo a la desaturación de los
mismos. Esto son las paradas de descompresión.
El
BUCEO Y LAS MINUSVALÍAS FÍSICAS.
Existen multitud de minusvalías distintas.
Algunas creo que no han de representar ninguna
traba para el buceo, en otras a pesar de hacer
más difícil su práctica autónoma,
los beneficios derivados de ésta pueden
aconsejar que se practique. Por último
algunas
minusvalías graves como la tetraplejia
imposibilitan disfrutar de este deporte de forma
autónoma, pero llevados por otra persona
a la que irían atados y que se haría
cargo de la situación, pueden gozar de
la observación del medio y las sensaciones
que la inmersión
procura.
La sordera
De por si una disminución de la capacidad
auditiva, o incluso la incapacidad para oír
no es un obstáculo insalvable para la práctica
de este deporte. Ahora bien, hemos de tener en
cuenta que el oído cuando estamos buceando
es en ocasiones el único aviso del que
disponemos frente a ciertos peligros (motoras,
motos de agua, etc.) y que también frecuentemente
usamos sonidos (golpes) para llamar la atención
del compañero algo distante. Debido a esto
la persona con esta dificultad o aquellos que
estén buceando con una persona que la padezca,
deberán tenerlo en cuenta y substituir
este sentido por la vista, por lo cual deberán
prestar más atención a no separarse
de sus compañeros de inmersión,
con mayor frecuencia de la habitual comprobar
el lugar donde se encuentra su compañero
y si este desea comunicarse con él, y al
salir a superficie respetar “estrictamente” la
norma de subir girando 360º y mirando hacia
arriba para cerciorarse de que no existe ningún
peligro. Por lo demás, la práctica
del buceo será la habitual, e incluso en
los casos de personas habituadas a usar el lenguaje
de los sordomudos, con ciertas ventajas al no
ver disminuida su capacidad de comunicación
como nos ocurre a los demás.
Falta o incapacidad para mover uno de los miembros
superiores
A nivel de movilidad subacuática la falta
o incapacidad de movimientos de uno de los brazos
o la mano no ha de suponer ningún problema
una vez adquirida la flotabilidad neutra. Por
ello es importantísimo que la persona con
esta minusvalía reciba un buen entrenamiento
en esta habilidad.
Hay que tener en cuenta que esta persona necesitará
de la ayuda del compañero a la hora de
ponerse ciertas partes del equipo (p. e. el cinturón
de plomos) y que además puede ser conveniente
hacer en el equipo alguna adaptación especial
como cambiar de lado la
traquea del “jacket”, o llevar en el mismo lado
las dos segundas etapas en caso de usar “octopus”.
Falta o incapacidad para mover los dos miembros
superiores
Como en el caso anterior la movilidad subacuática
no se ha de ver afectada después de un
buen entrenamiento encaminado a conseguir la flotabilidad
neutra, pero supondrá una gran dificultad
para llevar a cabo este entrenamiento, pues al
principio de la práctica del buceo se usan
los brazos como balancines para mantener el equilibrio
en un medio en tres dimensiones al que no estamos
acostumbrados, ya que en tierra podríamos
decir que nos movemos en dos dimensiones. El entrenamiento
será más dificultoso y más
largo, pero esto no incapacita para la práctica
del buceo aunque si supone muchas limitaciones.
El problema más importante es la imposibilidad
de manejar el equipo. La segunda
etapa del regulador debería ir incorporada
en un casco para evitar problemas. Lo más
difícil de solucionar es el manejo del
“jacket”. La única solución que
se me ocurre es, limitar las inmersiones a cotas
relativamente poco profundas y eliminar este elemento
del equipo,
consiguiendo la flotabilidad neutra a través
del uso del pulmón.
Podemos concluir pues, que esta minusvalía
no incapacita, pero si presenta grandes dificultades
para el aprendizaje y la práctica del buceo,
además de requerir siempre la ayuda de
otra persona. En cualquier caso siempre se puede
recurrir a la opción de ir atado a
otra persona que sea quien controle la inmersión.
Falta de una pierna
La falta de una pierna no representaría
mayores problemas a la hora de bucear, quizá
la única sería a la hora de equiparse,
pero con la ayuda de otra persona está
dificultad quedaría solventada. Una de
los grandes beneficios que podría tener
la práctica del buceo para una persona
con esta minusvalía la podríamos
encontrar en la gran libertad de movimientos que
puede tener bajo el agua, de la que no goza en
tierra.
Falta de ambas piernas
Si la carencia no es total quizá podría
permitir la práctica de este deporte adaptando
unas aletas a los muñones. La falta completa
de las dos extremidades creo que incapacitaría
por completo la práctica del buceo de una
forma autónoma, aunque no para
practicarlo atado a otro, salvo quizá en
personas que ya lo hubieran practicado antes de
sufrir la amputación y tuvieran una gran
fuerza de voluntad.
Tetraplejia
La tetraplejia impediría por completo la
práctica autónoma de este deporte.
Para poderlo practicar exigiría siempre
ir atado a otra persona responsable de la inmersión
de ambos. Pero como ya decíamos en el inicio,
no imposibilita para disfrutar de la observación
y
sensaciones que el buceo proporciona.
Ceguera
La ceguera por si misma no incapacita para bucear,
siempre acompañado por otra persona, pero
presenta grandes riesgos y pocos beneficios. Riesgos
de golpes, subidas en balón al no apercibirse
a tiempo del hinchado excesivo del “jacket”, imposibilidad
de controlar la profundidad, etc.
El objetivo de las inmersiones suele ser ir a
“ver” algo, con lo que este no podría realizarse.
En este caso, además, la persona invidente
se vería privada de todos los referentes
que utiliza para moverse en el espacio. Bajo el
agua se pierde la capacidad para situar algo
en el espacio por el sonido. No tienen el contacto
con el suelo. El uso del bastón como miembro
sensorial al estilo de las antenas sería
inútil... Debido a todo esto la placentera
sensación de ingravidez que tenemos las
personas con visión, se transformaría
par un ciego
en la terrorífica sensación de estar
colgado y perdido en el vacío.
Por ello y por lo general el buceo sería
una práctica no adecuada para invidentes,
salvo en aquellos casos, en que el objetivo fuera
disfrutar de sensaciones distintas (lo cual implica
que no es necesario, ni conveniente, bajar a gran
profundidad), en personas muy equilibradas y que
sean capaces de depositar toda su confianza en
el “lazarillo” en el que se transformaría
su compañero y al que irían atados.
Conclusiones :
La práctica del buceo puede ser de gran
utilidad en personas con disminuciones físicas.
Incluso en aquello casos en los que, como hemos
visto, no pueden practicarlo de una manera independiente,
yendo atados a un compañero que los lleve
y actúe por ellos, personas con graves
minusvalías (por ejemplo tetraplejia) pueden
disfrutar de este deporte. En estos casos, la
simple posibilidad de acceder a un mundo que les
parecía
inalcanzable, es suficiente estímulo y
recompensa a la vez, a todos los inconvenientes
por los que han de pasar para practicar este deporte.
En cualquier caso, la práctica de este
deporte puede suponer para algunos de ellos ese
estímulo vital que no encuentran en su
vida
habitual.
En unos casos con ayuda, en otros sin, y en otros
con total dependencia, el buceo puede reportar
grandes beneficios a las personas con minusvalías
físicas, siempre y cuando acepten aquellas
limitaciones que son insalvables y se enfrenten
a las que pueden superar.