De paseo por el Pardo
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De paseo por el Pardo

En los jardines de la Quinta de El Pardo

La quedada Por los jardines y con suerte

La ruta de los miradores

Mirador de El Pardo o de Peñarrubia Los retrasos y el cambio de itinerario Miradores de Valpalomero

La comida en "La Plaza"

De cocidos, judiones y arroces melosos

El palacio y el río que nos lleva

El recorrido express por el palacio El breve paseo de algunos Sublime decisión: El tiempo apremia Vuelta a casa

De paseo por el Pardo

En los jardines de la Quinta de El Pardo

La quedada
Bueno, pues la cosa se presentaba bien. El tiempo soleado, el aire limpio y transparente... Y un frío que, a primera hora y aunque menguado en parte por el sol, hacía que los grajos se posaran en los balcones. Luego ya, con el sol más alto, y con el ejercicio, la cosa cambió bastante y el día se quedó genial.
En la espera, veo llegar a Concha, que me acompaña un rato en la espera del resto de caminantes mientras habla con Blanca, que como están recién llegados de viaje, según me explica, van con algo de retraso. Al poco vemos un grupillo que identificamos como nuestro, parte por las pintas, parte por las voces que nuestro amado Topo va dando a la tropa, no distingo si en explicaciones o, meramente, broncas.
Pero, el mito sigue cuesta abajo con la puntualidad, ya pasan de las 10:45... Ja!

Por los jardines y con suerte
Después de las salutaciones (hay gente con la que no se ha coincidido en algún tiempo), los menos arredrados por el frío y el madrugar, el Topo, Topa y familia, los Julios y la suya, Juanra e hijo (Tere se nos incorporaría después por cuestiones familiares), Manu, Jarka y Araceli, Concha y el que escribe, nos ponemos en marcha para el breve recorrido por los jardines. Algo más tarde, nos alcanzan Blanca, Pedro y Diego, que por fin han llegado.
Cris no ha venido finalmente, porque su carro le ha hecho un renuncio y la ha dejado tirada, una pena.
La incertidumbre de la visita es si al jardinero real le dará la real gana de poner en marcha las fuentes, pero, como es domingo, suponemos que por ello, de repente vemos ponerse en marcha los chorros de las fuentes. Un motivo más de celebración.
Breve paseo, porque los jardines no dan para mucho, aunque el par de pedazos de árboles (sequoias, según se ha podido confirmar) merecen la visita.

La ruta de los miradores

Mirador de El Pardo o de Peñarrubia
Después del recorrido por lo ajardinado, viene el turno de la ruta por el monte. Bueno, más que monte, cabría decir que por el parque del retiro, porque aquello se convierte al poco en un paseo lleno de gente. Estos sitios es lo que tienen, que siendo domingo, se ponen hasta arriba de excursionistas y triperos que aprovechan el festivo para el esparcimiento campestre.
Pero seguimos para el mirador de Peñarrubia, nuestro primer objetivo, con la fe de que no haya mucha más gente, que bastantes somos nosotros ya, aunque el Topo dice que eso, para lo que suele haber, no es nada.
El ambiente invernal es buen compañero para esto de la observación, con lo que las vistas al monte de El Pardo y al horizonte de la sierra, nevada en poco, son magníficas.

Los retrasos y el cambio de itinerario
Otro síntoma de que el Topo se va volviendo yayo, es su permisividad y adaptabilidad al cambio con los retrasos en los horarios. Ya no se cabrea y se lo toma con practicidad y buen humor. Porque entre el retraso en la llegada, sumado al lento movimiento de los pies, vamos perdiendo tiempo para hacer el recorrido completo y, con ello, también la visita a algunos puntos previstos, concentrándonos solamente en los miradores.
Los Salidos y los Soles no fueron capaces de alcanzar al grueso del grupo (al total del grupo, eh?) y hasta tuvieron que ponerse en plan transgresor, saltando la tapia de la Quinta, para intentarlo. Pero Sole y Olivia se quedaron "de avituallamiento" en el restaurante en lugar de andar de búsquedas.
Pasamos el arriesgado cruce de la carretera con el seguro control de macho alfa que ofrece el Topo en la gestión de la travesía, para continuar camino hacia nuestro próximo destino: los miradores de Valpalomero.

Miradores de Valpalomero
Desde aquí, una concurrida plataforma ofrece una buena vista de la sierra. Así que aprovechamos para regalarnos la vista con el espléndido paisaje y hacer algunas fotos más.
A todo esto, los menores van quejándose ya de hambre. No sé que les dan de comer o qué presupuesto destinarán los padres a alimentar a sus vástagos, pero con estas hambres, parece que debe ser ingente.
Pero algunas previsoras han llevado algo de rancho para acallar a los hambrientos, y con unas zanahorias salvan el trance momentáneamente. Hay que llegar al restaurante cuanto antes, en parte por los famélicos (Diego va menguando a marchas forzadas el contenido los gusanitos de los peques) y en parte porque vamos acumulando retrasos para llegar a la hora convenida al restaurante.

La comida en "La Plaza"

De cocidos, judiones y arroces melosos
Y tras los iniciales miedos de Araceli en las primeras subidas, temiendo resultar una rémora, acaba llegando la primera al aparcamiento.
Una vez reunidos todos, subimos a los coches y, tras el cachondeo del organizador al verificar que lo de llevar cargados los waypoints de la ruta, no es de aventureros y que algunos ni se han leido la página web con la explicación de la ruta, nos dirigimos al restaurante.
Julio y el que escribe, para motivar al líder, nos damos un mini-paseo-con-rodeo, para llegar al restaurante, porque yo me he despistado con el sitio (creía que lo había cambiado al más próximo a la recomendación para el aparcamiento), y al final era el ya conocido.
La gente menos aventurera y los rezagados ya han ido llegando al restaurante: Mari Paz, con Juan Luis y Sara (Olivia ya estaba "de espera" en el restaurante), Fito y Sandra con Alba y Luna, Carlos y Almu con Jaime y Charly, los más tardones, por aquello de no leer los correos) y Javier con Daniel (Sole estaba "cuidando" a Olivia).
Y una vez dentro, al yantar.
Repartidos en las mesas, cuando vemos llegar la fuente de judiones de Julito... Y la cara de gusto que se le pone. Aunque, merced al coadyuvante de la opinión de Gloria, de encomendarle el último puesto de la partida en el siguiente tramo de excursión, se aviene a dejar una (pequeña) parte en un "tupper" para llevar.
El cocido, psché, mejorable. El fuentón de arroz que le sirven a Fito, inconmensurable, pero, al parecer, dió buena cuenta de él. Aún se está relamiendo al parecer. Carlos y Almu tienen que abortar el "momento cocido", porque con el arroz ya iban aviados.
Tras la comida, las primeras bajas. Los Elvira se despiden hasta nueva ocasión. Besos y felicitaciones anticipadas de la Navidad.

El palacio y el río que nos lleva

El recorrido express por el palacio
Finalmente, se incorpora también Tere, que ha podido liberarse un rato de sus quehaceres familiares para pasar un rato con todos en la visita al palacio.
El siguiente hito era la visita al palacio. Así que caminito al palacio.
Al llegar, estábamos con la duda de si estaría abierto o no, porque no había ni un alma en la puerta.
Pero sí. Entramos y... rediez! En la misma Moncloa el control de acceso debe ser menos estricto. Tuvimos que quitarnos hasta el último cacharrito metálico para pasar. Y, total, para que luego en la revisión de los DNI, los miraran de un vistazo rápido e incluso a Julio le permitieron pasar con una imagen escaneada del suyo porque se había olvidado la cartera en casa...
Qué raro en Julio, por cierto, tener suerte de que no lo parara la G.C. por conducir sin carnet.
Pasado el control, iniciamos la visita que fue tan rauda, que salimos casi sin que se posara el polvo que levantáramos al entrar. Recargado, curioso, bonito dentro de lo barroco de algunos ornamentos. Pero falto de ilustración histórica de las salas visitadas. Hubiera estado bien que Patrimonio Nacional pusiera cartelitos dando un mínimo de información histórica de los usos, al menos. Pero como era gratis (ojo, que es gratis solamente el domingo y en horario restringido, que el resto de días son 12 eurazos), tampoco íbamos a protestar en voz alta.

El breve paseo de algunos
El siguiente tramo de la excursión ya nos lleva por la margen derecha del Manzanares, con Julio pidiendo siesta y en alegre comitiva... hasta que empiezan a manifestarse las bajas.
Primero Mari Paz: que si tiene que montar el árbol, luego Sole y Javier que también se van después de algunas dudas, pero sin árbol. Pedro a llevar a Diego a estudiar, Tere a su familia...
Al final, nos quedamos, en una pequeña selección, los más interesados en andar hacia la presa.

Sublime decisión: El tiempo apremia
Pero el tiempo pasa deprisa. Entre lentitudes, despedidas y otras vainas, vamos consumiendo el tiempo con sol. Llegamos hasta el puente que cruza a la margen derecha del río y que, en un breve paseo más, nos lleva por un camino hasta la presa. Y hay que elegir.
En una muestra de su "nueva realidad", el Topo nos ofrece la posibilidad de dividirnos en dos grupos: los que queremos ir hasta la presa y los que regresan directamente desde el puente.
Así que Juanra, Blanca, Concha, Gloria (Julio se ha acochinado finalmente en el coche a descabezar una siestecilla) y yo,nos vamos en raudo paseo hasta el pie de la presa, con la pequeña desilusión, ya conocida, de no poder subir a contemplar el embalse desde arriba.
Al poco nos alcanza el Topo junto con Carlos, Almu (cachorro a cuestas) y Fito y Alba, y nos evita el meternos por un caminillo sin salida, no sin el pequeño cachondeo a nuestra costa pensando en si nos hubiéramos tenido que dar la vuelta al encontrar su abrupto final.

Vuelta a casa
Y tras la foto de rigor y los deslizamientos por la pendiente del bajo del muro de contención a modo de tobogán, emprendemos el regreso, porque el sol va bajando.
La vuelta fue un poco a matacaballo, porque, ya oculto el sol (y, con ello, aumentando el frío) y por la perspectiva de quedarnos sin luz, había que darse prisa para no acabar en el río en un traspiés inesperado.
Vuelta cada uno a su coche y, tras el momento de abrazos y deseos de feliz Navidad, nos embarcamos rumbo cada cual a su olivo.
Gracias a todos por estar.