AUTOR
JUANRA

 

El regreso de Gijón

07/03/2004

Hace 15 días Tere estuvo en Gijón jugando un torneo de Unihokey (o como se escriba), y yo me fui con ella.

Os voy a relatar nuestro viaje e vuelta.

Nos levantamos el domingo con el sobresalto de ver como algún gracioso había estado jugando al baseball con la luna trasera del coche.

Pedimos prestado unas bolsas de plástico grandes y un rollo de cinta americana, para hacer un apaño. Pues bien, en un descuido, nos levantaron, las bolsas y el rollo de cinta. Muy recomendable la ciudad para gente despreocupada.

Después de dar esquinazo a los chorizos de Gijón, pusimos el coche como una carroza de carnaval, para que no se mojara el interior.

Tuvimos que dar unas cuantas vueltas hasta encontrar la autopista: dimos con ella en Oviedo.

Así que ahí empezó realmente nuestra peripecia. Nos pusimos en marcha hacia Madrid (después de asegurarnos que íbamos en sentido correcto).

Creíamos que con la luneta plástica no íbamos a tener problemas, y que salvo un poco de ruido todo iba a ser normal.

Pero nos dimos cuenta que si pasábamos de 80km/h se empezaba a despegar y no había quien parara del ruido. Temiendo por la vida de los coches que venían detrás ya que se podían encontrar una bolsa de plástico
verde gigante y un parasol de piolín en su parabrisas, decidimos quitarlo.

Fue todo un descubrimiento. Al principio temerosos, pronto nos dimos cuenta que podíamos ir a una velocidad normal. Eso si, con la calefacción a tope.

Pero después empezó a llover. Normalmente llueve en Asturias y hace sol en el resto de España. Pero quiso la suerte que el día de regreso, con una luna rota (como quiero al que me la rompió) fuera al revés, y en Gijón hacia un día precioso, y no paró de llover en todo el camino. Pero nuevamente hicimos un audaz descubrimiento. Cuando llueve no se suele mojar la luneta trasera, y es por la velocidad del coche y el aire que desplaza. Pues ya teníamos la solución ==> A toda ostia!!!

El viaje iba viento en popa. Yo con mis largas sacando coches del carril izquierdo y esquivando tricornios y Tere con su petit de poa, y sus siestas.Pero todo no iba a ser de color de rosas. Entro en juego el color blanco. Porque a 60 kilómetros de Madrid (con una media excelente) nos quedamos clavamos en un atasco de 2 horas y media. Caían unos copos como dedos gordos del pie (sin exagerar).

Ahora sin el aliado de la velocidad estábamos perdidos. Recurrimos nuevamente a nuestro ingenio. Entre arranque y parada la MariTere, con un pie en el asiento delantero, la otra en el trasero y apoyando la cabeza en la parte trasera de mi reposacabezas, para hacer equilibrio y dejar las manos libres, hizo un parapeto (esta vez interior), con la bolsa verde, el parasol de piolín y una toalla de los Picapiedra (que ya estaba húmeda), ante el asombro de los pasajeros de los coches circundantes (el de atrás, que era mas consciente de nuestro problema, tenia cara de pena, pero en el resto se intuía una mezcla de incredulidad y descojone general (especialmente en los monovolúmenes y en los autobuses).

El invento pareció funcionar, incluso lo refinamos pillando el parapeto con el limpia y los cinturones de seguridad traseros. Pero la espera empezaba a ser eterna, y la nieve cada vez se acumulaba mas. Hubo que hacer un parapeto en el parapeto para que la nieve acumulada no cayera en los asientos.

Al final, el invento, con sus sucesivas versiones funcionó, pero claro! estaba diseñado para velocidades bajas y agua en estado sólido. Y cuando el tapón de coches se disolvió (por cierto, creo que he encontrado la solución a los atascos de la A6 por Villalba y Las Rozas: Parando a todos los coches antes del túnel), las velocidades se
incrementaron, la temperatura subía y la nieve se disolvía. La velocidad no era la suficiente y la nieve derretida del techo entraba a chorro, y la que estaba dentro se derretía. Aun así el parapeto seguía cumpliendo su función y retenía el agua.

Pero la carretera cada vez estaba mas despejada y la velocidad cada vez era mayor. Este fue el momento mas crítico. La bandeja trasera era ya un charco retenido por el parapeto. Y con el rebufo del viento empezaba
a levantarse el parapeto haciendo verter el contenido del parapeto (el precioso don del cielo) sobre los asientos. La situación era ya desesperada: después de 7 horas de viaje, una interminable lucha contra los elementos, y el cansancio solo se nos ocurrían voces, y enfados. Así que optamos por hacer los últimos kilómetros a 80 por hora hasta llegar a casa, donde procedimos a evaluar los daños, que eran escasos comparados con los que pudieron ser (llegué a pensar que si tenia que cambiar la luneta, y la bandeja, me compraba un coche nuevo).

Y así acabó mi experiencia como chofer de jugadoras de unijokey. La próxima vez se va a ir en taxi.

JuanRa