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Los miércoles al sol
El Banco de España
La terraza del Círculo
El Museo Naval
El Mirador del Ayuntamiento
Visita al Banco de España
Los miércoles al sol
El Banco de España
La terraza del Círculo
Pues hoy iba a ser un día de incorporaciones paulatinas a las distintas actividades de esta nueva jornada de miércoles al sol. Y al sol, afortunadamente, porque el fresco viento mañanero hace que se intuya una estancia en las emblemáticas terrazas de los edificios a visitar, un tanto incómoda.
En este primer primer turno, nos encontramos en la parada de metro de Banco de España el propio líder, Concha, Amelia, Miguel, Mery, Marga, Ángeles, Pilar y yo mismo (el escriba). Allí, esperando al sol no tanto para hacer honor al lema de la convocatoria como para calentar los huesos. Miguel, el más expuesto, pues se ha venido en mangas de camisa, y el resto más o menos protegidos, pero no lo suficiente para el airecillo que hace.
La llegada triunfal al calorcillo del vestíbulo nos hace ir un tanto subidos de tono -en lo vocinglero- y nos hemos de moderar para no hacernos especialmente famosos.
Así que el Topo obtiene las entradas y todos al ascensor.
Es llamativo el grado sádico del líder, al que se le pone cara como de loco mientras comenta la satisfacción de saber que hay otros que están "currando" mientras nosotros -él por ser más concreto- disfruta de estos momentos libertarios.
Las vistas, para los que no las conocíamos más que por referencias fotográficas ajenas, son muy agradables, aunque, por poner un pero, las azoteas estén llenas de diversos cacharros de las infraestructuras de los edificios, que desmerecen un poco ese encanto. Pero, aún así, es precioso este Madrid con esta luz y este horizonte de tejados y edificios que se divisan como a vista de pájaro.
Lo más incordio, el viento, para el pelo -los que lo tienen, claro- y para mí con mi sombrero de ala que debo sujetar continuamente mientras hago fotos, ni para las/los fotografiados, con el pelo alborotado y por enmedio de sus caras, y por las "visages" de frío que no ayudan con la fotogenia.
Afortunadamente, se nos abre la opción de poder refugiarnos en la cafetería del restaurante para tomarnos un café calentito, porque el poco rato que hemos estado fuera nos ha dejado un poco tiesos por este vientecillo del noreste.
Pero, aún así, nos vamos rampidito hacia el Círculo de Bellas Artes y su famosa terraza.También se aprovecha el momento para el ajuste de cuentas financiero con un trasegar de billetes -y monedas- cambiando de mano en mano y que el líder acaba recogiendo para, en un complejo ajuste final, verificar que todos estamos al corriente.
Tras el café, nos vamos yendo camino del próximo hito mañanero, la visita al museo Naval con guía.
El Museo Naval
Llegamos al museo naval en donde habíamos quedado con nuestro guía, un marino jubilado del ministerio de marina, que nos pregunta, tras presentarse, que cuanto tiempo disponemos para la visita. Cuando el Topo le dice que una hora, casi se echa a llorar. Nos dice que con eso no tenemos para apenas nada y nos ponemos a ello con premura. Premura que se ve interrumpida, nada más empezar, por una señora que parecía también guía del museo, con la que se empieza a enrrollar y nos hace pensar que si ya íbamos tan escasos de tiempo, el enrrollarse mucho no iba a mejorar la situación. Pero es un hombre aparentemente apreciado por las diversas personas que se cruzan con él, que lo saludan afables, pero, prudente el hombre, aligera los saludos y seguimos con la visita.
Además, el hombre ha debido de tener algún percance que le obliga a ir ayudado de una muleta, aunque parece que ya está muy recuperado, y la gente debe hacer que no lo ve. Por otra parte, la muleta le sirve a la vez de puntero para señalar, de vez en cuando, los objetos de interés.
Así que vamos visitando lo que podemos, porque el hombre y sus explicaciones podrían dar, casi seguro, para un día entero. Se centra mucho en la historia, los cuadros, algunos aspectos de batallas celebradas, la estructura de los barcos... En fin, muy entretenido pero el hombre, aunque habla rápido y sin parar, no da a basto para explicarnos todas las anécdotas que conoce de la historia, de los barcos y enseres que contiene el museo.
Nos hace ver los detalles de las antiguas cartas marinas que precedieron al descubrimiento de américa, de los distintos tipos de galeotes que había, de la faena de los franceses en la transposición de los colores de la bandera española en un vajilla de gala que no pudo llegar a usarse por ese motivo... Y también nos recomendó, muy encarecidamente, buscar en internet la historia del navío "El Glorioso", que por tamto insistir, he buscado y que dispongo en este enlace de la Wikipedia.
No dió apenas más que para sala y media o poco más, y nos emplazó para una próxima visita con más tiempo.
Y como teníamos que estar a la una en el mirador del ayuntamiento, salimos hacia escopetados hacia allí, porque a este hobre le gusta tanto esto que, en cuanto que te descuidas, se empieza a enrrollar con otra anécdota. Es del tipo de gente que se nota que disfruta con lo que hace.
El Mirador del Ayuntamiento
Tampoco estaba lejos, pero con lo de que llegábamos justos, vamos a trote ligero hasta el edificio aledaño de la antigua casa de correos y actual ayuntamiento de Madrid.
Aquí se incorporan Ana e Inés, que estaban esperando y haciendo gestos ostensibles y fácilmente interpretables con golpes con dedo airado sobre el reloj. Gestos que ya me había hecho a mí el organizador sobre el móvil a mi propia llegada (creo que injustificadamente o con excesivo rigor) y que me hacen sentir vengado.
Asía que derechos al ascensor, una planta más a pie -aunque los de mi ascensor podíamos haber subida esa planta más en el propio asacensor- y a enseñar la entrada. Desgraciadamente, ya no hace falta que avale mi edad con el DNI... En fin.
Las vistas son también un espectáculo para la vista. Se disfruta de un panorama más reducido que desde la terraza del Círculo de Bellas Artes, pues la plaza de Cibeles se encuentra en una cota bastante más baja y, aunque la torre del mirador es alta, el dominio visual es menor. Pero, por contra, ofrece mejor vista de la plaza y la fuente de Cibeles.
Aquí ya ha amainado algo el viento y se ha templado la mañana, con lo que la estancia la prolongamos con mayor gusto y comodidad, observando todos los detalles que nos circundan. La propia plaza y las avenidas que concurren en ella, el propio Banco de España, nuestro objetivo principal del día, los palacios circundantes, el retiro tan próximo... Una gozada esto de ver Madrid desde las alturas.
También se ven, como edificios destacados de este magnífico "sky line", el de la Torre de Madrid, ya visitado en otro envento, y, sobre todo, el de nuestra Telefónica, proveedora de nuestra riqueza y causante de la liberación del que organiza estos fastos de los miércoles. De ahí sí que se debe disfrutar de una inmejorable vista del "todo Madrid", porque con su altura y sobre una posición tan elevada y en el mismo centro de Madrid, debe ser una gozada.
Yo creo que cabría intentar organizar una visita al edificio, aprovechando alguna de las exposiciones que organiza la propia Telefónica, e intentar la "Técnica Disney" con el responsable adecuado para poder subir a visitar la terraza. COn eso de que somos muchos ex-telefónicos, igual había alguna posibilidad. Yo lo dejo ahí...
Tras ello, nos vamos a comer a un sitiejo que no tenía mala pinta, no. Muy agradables las instalaciones y la decoración, adecuada la separación de las mesas... Pintaba bien, ya digo. Pero, a la hora de empezar con lo de anteder y comer, se complica la cosa. A pesar de que no estaba muy lleno el local, les cuesta atender dos mesas más. Y hasta que no están tomándose el primero en una de nuestras mesas, la de siete, no nos empiezan a tomar nota de la nuestra, la de seis.
Y eso que tampoco tenían mucho que preparar, pues las raciones, aunque de menú diario, eran raquíticas. Y muy especialmente la de lso que pedimos entraña, que nos sirvieron un pedacín que apenas hubiera dadao para un montadito, aunque tampoco habíamos pedido pan, ingenuos de nosotros, con lo que nos tuvimos que apañar con el filetillo exiguo. Muy rácanos.
De esta manera, ligeros de equipaje y de andorga, nos vamos ya para el último hito de la jornada.
Visita al Banco de España!
Allí nos encontramos con el resto del grupo visitante: Fernando, José María, Blanca y Pedro. Y, como ya es la hora, nos ponemos en la fila de los controles e identificación.
Qué rigor, por dios! Tienes que pasar por el arco todo cacharrillo. Me hacen abrir la bolsa de las fotos, que para que concho les servirá el arco, digo yo, todos los objetos en una bandeja y a revisar.
Luego te identifican, te fotografían, te asignan una taquilla para que lo dejes todo, a mi me la tienen que cambiar a la 16 porque no cierra la 15, y ya quedas perfectamente catalogado para la visita. No cabe esperar menos de un Banco Nacional.
La visita comienza con alguna explicación en la que nos indican que no se pueden hacer fotos más que en los tres lugares que se nos indicará más adelante. También, que moderemos el volumen porque allí hay gente que trabaja (nueva cara de satisfacción extrema de nuestro líder) y empezamos con la visita.
Es un tanto mayestático todo, con sus pasillos enormes, su escalinata imponente -de buen mármol de Carrara- y las dimensiones del edificio en general. Pero llama la atención, por ello, que la ubicación de la maqueta del edificio esté en un hueco de una escalera, bastante desangelada y en la que no se puede apreciar más que la fachada principal del paseo de Castellana y la puerta del chaflán de la plaza de Cibeles, porque no se puede circundar y las explicaciones de las distintas ampliaciones del edificio que el guía nos ofrece, quedan en lo ignoto. Una pena.
Eso sí, al estar en ese hueco de la escalera, según vas ascendiendo por ella más tarde, puedes tener una vista cenital interesante.
Otra pena es que muchas de las cosas explicadas no se pueden visitar. Apenas unas fotos impresas que nos muestra el guía en un cuadernillo.
Lo de los tres sitios que podemos hacer fotos, es sitio y dirección de toma, pues tanto en la escalera principal como en la maqueta, la orientación tiene que ser la que nos indican.
En fin, que nos vamos enterando de que las estanterías donde se amontonan las reservas áureas del Banco las hizo Eiffel, que las del Banco de Bruselas parecen de IKEA, continuas referencias a la serie de la "Casa de Papel" y aclaraciones como, por ejemplo, que el agua que nutre el sistema de bloqueo de la cámara del oro, no se inunda con el agua de la Cibeles, sino de un par de arroyos subterráneos cercanos.
También llama la atención la subsitencia de un escudo de la época "oprobiosa", que sorprende que haya pasado el corte de la ley de memoria histórica.
Las vidrieras de las cúpulas son impresionantes también, y hay que imaginarse aquello lleno de andamios en las ocasiones en que se han tenido que desmontar para su limpieza.
La visita concluye con la entrega de una bolsita con pequeños obsequios como recuerdo. Un gracioso pendrive en forma de lingote, una tarjeta de ayuda para la verificación de billetes falsos, un tríptico informativo un poco escaso y una barra de grafito, muy original pero que no soy capaz de relacionar con lo bancario.
Y allí termina la visita.
Luego, ya un poco apresurados, nos vamos a la puerta del chaflán de Cibeles para lo de la foto de grupo y el cantarle el feliz en tudía a Mery, que cumple añitos la moza.
Hay un sucedido entorno a tres monedas de a euro que Marga me cuela en un bolsillo, rechazo de unas deudas personales que tenía con ella, que hace que salga huyendo sin despedirse apenas de la gente, para que no se las pueda devolver. Pero arrieritos somos.
Y hasta aquí la narración del día, con unas visitas a lugares de este cogollo entorno a la Cibeles que es tan grato recorrer con amigos.
Hasta la próxima queridos!
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