Ruta de las Presas
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Los miércoles al sol

La ruta de las Presas

El frente del agua La Presa de Puentes Viejas Embalse del Villar Pinar de Casasola: Aperitivo de campaña Comida de menú en Casa Patata Kahoo y bingo aritmético

Los miércoles al sol

La ruta de las Presas

El frente del agua
Como siempre, habíamos quedado en la Plaza de Mar de Cristal. Y allí fuimos llegando poco a poco, con los buenos colores adquiridos en el verano y alguna lumbalgia de más. Y es que Marga, valiente ella, se ha atrevido a venir con un ataque que venía un poco envarada. Pero bien dopada con no sé que cosa, parece dispuesta a -casi- todo.
Cada uno cuenta en breve sus andanzas veraniegas -algunos/as de un no parar impenitente- que nos han llevado hasta lugares recónditos unos y a otros más domésticos a otros. Y alguna, está por irse aún por dos veces más. Bendita ella.
Abrazos y besos de reencuentro y al tajo, que hay camino.
Arrancamos sin más para los nidos de ametralladoras, por un camino ya algo familiar, pues en algún otro "Miércoles al sol" anterior ya habíamos pasado por alguno de esos caminos. Sin contratiempos que señalar, llegamos hasta el lugar a visitar. Paramos y allí nos encontramos con Fernando y Susana, que se han llegado directamente.
En el lugar hay una casamata en donde el querido Topo nos da una disertación sobre lo que fue el Frente del agua. Un frente bélico de la triste guerra civil en que ambos bandos anduvieron allí dos años en pugna por el control del abastecimiento del agua a Madrid.
Nos cuenta la leyenda de que allí, una vez sufridas las primeras y cruentas batallas, se establecieron en frentes estáticos y que -en situación de bloqueo táctico y sin combates- acabaron en confraternización algunos grupos de soldados de ambos bandos, intentando plantear, a escondidas de sus respectivos mandos, un partidillo de fútbol que -enterados los susodichos mandos del plan- les fastidiaron con un para de soberbios pepinazos en el campo de juego previsto de la zona neutral.
Y allí se acaba la visita, con la footo de grupo de rigor, y para sorpresa de algunos, que esperábamos que hubiera su paseito, y para desahogo de la lumbálgica, que aún no se veía muy segura.
Jose nos dice que sí que hay una ruta, pero que aquello era lo previsto para la ocasión, ver un hermoso panorama campestre e ilustrarnos sobre el Frente en cuestión.
Así que a los coches y a seguir de camino.

La Presa de Puentes Viejas
Tras un breve recorrido, llegamos a la presa en cuestión. Es una hermosa presa, de buena piedra berroqueña, que tiene un paso de coches por su coronación del ancho de un solo coche controlado pore sendos semáforos en ambos extremos.
Pero el recorrido es a pie para disfrutar mejos de las vistas: unas preciosas vistas. Y la visita, es media visita, porque, los que nos fuimos a pasear hasta el otro extremo, nos encontramos con que el resto se ha dado media vuelta a la mitad de la presa por el aquél de que íbamos con retraso.
Ángeles, que venía en el "convoy Skoda" junto con Marga y Concha, es de los que han dado media vuelta y se la llevan para que no se quede esperando a que volviéramos pues, aunque el Topo dice que nos ha silbado para advertirnos -se ve que tenía más confianza en su habilidad que en su móvil- el silbido se lo lleva el viento y ninguno de los tres caminandes de la "visita completa" nos enteramos hasta que no llegamos al final de la presa y ver que no nos sigue nadie. En fin... estaba de dios.
Luego, tras el cachondeito inevitable al cruzarnos en medio de la presa, ellos en coche y nosotros en nuestros pies, nos fuimos para la siguiente parada de la mañana.

Embalse del Villar
Pero no quería el destino que todo acabara allí, porque mi móvil se niega a reencontrarse con mi coche y el sistema de navegación se viene abajo. Parada para verificar por donde iban, mientras yo reseteo el maldito teléfono, y continuamos con la ayuda del móvil de Marga, que nos lleva a buen puerto. Bueno, buena presa.
Bajada a matacaballo del coche -en los miércoles al sol no se pierde un segundo- vistas al precioso tajo del río Lozoya que continúa tras la presa, con su puente y todo, y a ver si pillamos sitio en el merendero para lo del aperitivo, pues nos ha pasado una caterva ingente de adolescentes con su musiquilla portátil y estridente que va hacia el mismo lugar, aparentemente.

Pinar de Casasola: Aperitivo de campaña
Afortunadamente, ellos se quedan en lo alto del pinar, y el merendero queda a nuestra disposición, conforme a lo previsto.
Desde el altozano se contempla una preciosa vista también de lo que continúa el río tras el tajo ya visto, yendo a alimentar a otro embalse, el de El Atazar, que no se ve muy relleno en esa zona a pesar de las tormentas recientes. Pero el panorama es muy bonito y desconocido para todos -menos el guía/organizador- con lo que el descubrimiento es muy grato.
Desde allí, los conductores deshacemos camino hasta los coches para llegar por carretera al merendero, y descargar allí las viandas que nuestro querido organizador ha previsto para el aperitivo. El resto continúa disfrutando de las vistas antes de pasearse hasta el cercano merendero.
Puesta la mesa sobre el ya conocido mantel-panamá, disfrutamos de cervezas, Coca-Colas y aguas con gas junto con un surtido de quesos, fuets y torreznos que ha provisionado el intendente -el mismo que el guía y organizador- pero "deprisita" porque hay que estar en Torrelaguna a las dos para comer.
Y aunque se nos antojaba mucho a comer para tanto correr -comer y rascar, todo es empezar- en un plis plas y sin darnos cuenta hemos acabado hasta con los torreznos. Y eso que eran de los que se agarraban al gaznate!

Comida de menú en Casa Patata
Ya en Casa Patata, nos disponemos a comer raudos, pues el sitio tiene hora de cierre y hay que hacer la sobremesa de juegos.
El restaurante, ya conocido, nos ofrece un menú que, para ser del día, es variado, rico y abundante. Francamente, muchos no pueden acabarse los platos completos, pues, si son migas, es un platazo y con un huevo añadido. Si quisantes, para hacer un puchero. Y el potaje de garbanzos, bien servido va.
Lástima que el querido organizador tiene que recular de intención gastronómica pues al huevo de las migas le han puesto cebolla fritita por encima, los guisantes -en otro intento- también... un sufrir.

Kahoo y bingo aritmético
Luego de acabada la comida, o medio acabada por algunos, nos lanzamos, entre el espesor de mentes y sopores consecuencia de lo comido y bebido, al juego del Kahoot.
Empezamos regular, porque la cobertura de móvil es penosilla y cuesta lo suyo establecer la conexión. Luego, ya conectados, la cosa va lenta y entrecortada, con lo que alguno de los acertijos se quedan sin responder por tiempo y otros por la recriminada falta de atención al guía en sus explicaciones durante las visitas, o por mera insolvencia de conocimiento del refranero popular.
Todo ello con las aviesas miradas de nuestros convecinos de mesa, que no oyen con buenos oídos la algarabía que se nos escapa en alguna ocasión.
Luego el bingo-calculator. Si ya nos resulta, a alguno, complicado el seguir los números sin perdernos uno -y eso estando despejados de los sopores de la sobremesa- el complicarlos con calculos aritméticos para establecer el número resultante y tacharlo, parece un acto de sadismo. Pero como hay premio en metálico todos nos ponemos a ello con nuestro mayor -o posible- interés.
Con cada cálculo el cerebro es, al menos el mío, como un odre de aceite que hay que echar a rodar. Algo así como tener que despertarse cada vez para abordar el cálculo o salir de una espesa bruma mental.
Además, algunos cálculos eran a mala idea: eso de 888 entre 10 para calcular el 88 quedaba un poco en entredicho. Yo, por ejemplo -en otros cálculos- taché el 79 dos veces. Es decir que en alguno de los dos me debí de "columpiar".
Y así, con el encarecido apremio del camarero, terminamos el juego y nos dispusimos para el regreso a casa.
Y cada mochuelo, a su olivo... hasta la próxima.
Un placentero reencuentro, amigos.