Era la última quedada del año de estos estupendos "Miércoles al Sol" que tanto disfrutamos. Esta vez, era una reunión multitudinaria, porque hemos acabado siendo un grupo numeroso. Y eso que faltaron algunos compañeros en esto de holgar entre semana.
Pero, por ser la última -del año, insisto-, fué más larga de lo habitual, prolongándose hasta ya entrada la noche. Al menos para algunos que no quisimos perdernos el espectáculo nocturno del Parque de la Navidad en Torrejón, que sería el culmen de la jornada.
El día se presentaba magnífico, con sol y no demasiado frío, lo que prometía una buena jornada de diversión.
Y esto fue lo que aconteció.
De compras mañaneras
La cita fue, como en otras muchas ocasiones lo ha sido, en la Glorieta de Mar de Cristal. Pero esta vez era algo distinto, porque había que aparcar en el parking del centro comercial e ir a la puerta del "Carrefour".
Para no faltar a la tradición, yo entendí esto a mi manera e imaginé que sería en una hipotética puerta que el Carrefour tendría "dentro" del parking. Pero no. El detalle no bien leído fue que había hora y pico entre la hora de cita, las 9:30h y la de salida, las 10:45, lo que suponía que no era quedar en el parking por comodidad -y evitar estar dando por saco a los de los autobuses o al resto de conductores, aparcando fuera de lo permitido-, sino que era para que el querido organizador pudiera perpetrar su intriga.
Total, que la historia era aparcar en cualquier sitio del parking y "subir" a la puerta del Carrefour, ya en la planta baja del centro comercial. Yo me empeñé en mi idea de que tenía que haber un acceso al dichoso supermercado en el propio parking, tal como lo hay en otros supermercados también ubicados en centros comerciales. Pero no.
Así que me decido a salir del parking por si había otra entrada más allá de por la que había entrado. Pero tampoco. Total: un par de vueltas al centro comercial -por fuera- y vuelta a entrar para llamar al Topo y aclarar mi entuerto. Menos mal que llevaba algo de margen de tiempo y no fue mucho el retraso. Y, ya contada mi vicisitud, vamos a lo que estábamos.
La intriga en cuestión, sería un "Amigo imaginario" forzado, y que deberíamos emplear estos primeros momentos del día en la búsqueda de un regalo para nuestro amigo asignado, que nos iba a ser revelado en ese momento. Cosas de la Navidad y de la morbosa imaginación del líder.
La susodicha intriga, a la sazón, era que el querido organizador había querido darnos una sorpresa matutina, pero, por la cosa de favorecer los distintos intereses de la gente en eso de llegar al destino principal -Alcalá de Henares-, tuvo que descubrir su plan de antemano para que los díscolos pudieran proveerse por adelantado de su regalo.
Así que unos se prepararon de antemano, comprando un regalo unisex/estándar el día anterior y, otros, nos tuvimos que poner a buscar dónde y qué adquirir como regalo para el que sería nuestro sorprendido amigo, pero esto ya sería a la hora de comer.
La cuestión era que, supongo que lo habría previsto nuestro dilecto organizador, las tiendas no abrían hasta las diez.
Ésto, premeditado o no, permitió que pudiéramos dar una batida para localizar las distintas opciones de establecimiento. Al final, todo fue satisfactoriamente cumplido y nos pudimos poner en marcha hacia Alcalá de Henares.
En la casa de Cervantes
Todos a los coches, Paco y Carmusa se llevan finalmente el suyo, por comodidad y por prever la posibilidad de regresar más tarde de las diez de la noche, hora a la que cierran el parking, y en marcha.
Nos ponemos en ruta con la intención de ir todos juntos, cosa que logramos a pesar de la insistente discrepancia entre nuestros respectivos navegadores GPS. Aún así, merced en parte a mi intuición y suerte ante la elección de por dónde iría el líder en algunos distanciamientos fortuitos, conseguimos llegar al parking del mercado sin especiales tribulaciones.
Un pequeño paseo a pie hasta la casa natal de Cervantes, en donde nos encontramos con los que se han incorporado aquí directamente.
La visita, dadas las dimensiones de las dependencias a visitar, hemos de realizarla en dos grupos y a nuestro albedrío. Un poco con prisas, por no variar, nos ponemos a visitar las distintas habitaciones con sus recreaciones de mobiliario y ambiente que se suponen de la época y hábitos profesionales y familiares. Habitaciones o salas denominadas con nombres, a veces, tan pintorescos como "Estrado del cariño" o "Estrado de las damas", la "Alcoba de mujeres y niños". También otras, de nombres más prosaicos como la "Botica", la "sala de comer" y otras de distintos usos, como "El aseo y tocador".
Los ambientes están muy bien realizados, tanto en la decoración como en la iluminación, con muebles y accesorios propios de la época.
La muestra de libros de la época, sorprende por el buen estado en que se encuentran. La silla de uso evidente del retrete con su bacín, los lebrillos y aguamaniles, los braseros,... todo daba la imagen de como debía ser una casa de la época.
Me llamó también la atención, en los libros expuestos, el blanco del papel que, aunque algo abombado -quizá- por la humedad, conservaba aún su blancura.
Al final, nos van apremiendo las ujieres porque tienen otra visita -ésta, guiada- y hay que liberar las estancias. Quizá es que sería ésta visita de pago. A saber.
Luego, una foto en el banco donde reposan sentadas las efigies de Don Quijote y Sancho -sobados hasta la saciedad, a juzgar por lo brillante de las figuras en algunos puntos-, en este menester de decorado forzoso para los visitantes y paseantes.
No voy a hacer mayor comentario sobre lo natural, y acaso insinuante, de la mano que reposa Marga sobre la pierna del Quijote.
Después de eso, de nuevo al "carro" para las siguientes ruinosas visitas.
De ruinas
Antes de nada, había que hacer la foto de grupo, y aprovechamos un pequeño paseo hasta la plaza, en donde -supuestamente- habría mejor y mayor espacio para hacernos la foto testimonial de cada "Miércoles al Sol". Esta vez, localizo un lugarejo donde dejar la cámara más o menos bien en cuanto a ubicación y discreta seguridad, para poder aparecer en la foto, merced al autodisparador, que siempre se me reprocha que yo no estoy en esas imágenes de grupo.
Así que, tras una foto de prueba inicial, salgo corriendo para ubicarme en el grupo. La cosa es que, como la cámara sola, sin un señor detrás, pasa bastante desapercibida -afortunadamente-, algunos viandantes se incorporan a la instantánea, en su tránsito a donde sea que fueran. Total: un buen mozo de color y uno con capacidades disminuidas, que es como se dice ahora a una persona con discapacidad, se unen a nuestra foto, para dejar muestra de lo inclusivo que puede llegar a ser nuestro grupo.
Luego, tras un pequeño periplo en coche, llegamos hasta las ruinas de la "Casa romana de Hippolytus", ruinas que muestran lo que no es casa y, en realidad, era la sede de un Colegio de Jóvenes de la época. Lo que ahora sería un colegio de pago para familias pudientes, vaya.
Éste es uno de los muchos restos que quedan de lo que fuera la ciudad romana de "Complutum", origen de la actual Alcalá de Henares, junto con la Villa del Val y otras "Domus", el Mausoleo de Aquiles, Fullónica, la Necrópolis y el puente de Zulema.
Allí se puede ver los muchos restos encontrados, las estructuras de distintos espacios, mosaicos muy vistosos y la estupenda maqueta que permite conocer lo que debió ser aquél centro lúdico y educativo.
Más tarde, nos volvemos a subir otra vez al coche para ir a visitar el yacimiento principal de "Complutum", pero esto ya lo tenemos que ver bastante al paso, porque vamos acumulando retrasos y el hambre aprieta.
La comida tejana
Salimos de nuevo en coche hasta el restaurante de ambiente americano "TONATIUH", en donde podremos -por fin- satisfacer el hambre atrasada (algunos no hemos desayunado).
Este es un sitio que algunos ya conocíamos de alguna salida anterior. Lo típico son las cositas éstas que se supone que comen los oriundos americanos: cosas con nachos, chile, salsas de queso y de otras cosas y, cómo no, las costillas a la BBQ.
Es algo que no importa mucho, pues, con ésta hambre, se comería uno las piedras que le sirvieran en el plato. En todo caso es vistoso, de colores y sabroso de paladar, así que, con las oportunas cervezas, vinos y refrescos -y el agua del líder- brindamos por el bien de todos y nos pusimos a comer.
Ya terminada la comida, venía el momento del "Amigo invisible", con el reparto de los improvisados regalos a sus destinatarios.
No me queda muy claro esto del "Amigo invisible". En algunas ocasiones, se celebra -como éste- con el anonimato del donante y, otras, con indicación de quien se ha encargado de regalarte eso que -para su fuero interno al menos- se supone que te debe agasajar.
El caso es que quizá lo más lógico es que sea anónimo, a la par de invisible, para evitar resquemores ante hipotéticos desaciertos en los intercambios. Hay que mantener el buen rollo entre la gente.
Después de que todos recibiéramos nuestro regalito, el querido organizador inició un nuevo juego. Nuevo juego que demostró que el oido no es el mejor de nuestros sentidos. El propósito del mismo, era descubrir a qué correspondía un brevísimo sonido que nos iba reproduciendo en un pequeño altavoz conectado a su móvil, desde donde los reproducía. Muy tecnológico se nos va volviendo el muchacho.
En fin, que aunque él nos decía que algunos de los sonidos los reconocía su hija Elena, nosotros no fuimos capaces de más logro que el que algunos pocos -Blanca creo que fue la más exitosa- lograran identificar poco más de cuatro o cinco sonidos. Eso sí, las respuestas, a veces, eran mejor premio que el que recibía el acertante.
Para el próximo sábado, en el que volverá a realizar el jueguecito en la reunión general de TopoDiving, me iré bien preparado, con las trompas de eustaquio en perfecto estado de revista, y con alguna anfetamina en el cuerpo para agudizar mi atención, porque no le veo yo mucho futuro a esto; al menos, en lo que a mi respecta.
Y después del fracaso general, nos pusimos en marcha de nuevo hacia Torrejón de Ardoz, para ver su yan anunciado Parque "Mágicas Navidades".
El parque de la Navidad
Cómo no, al final cada uno apereció en el parque como pudo y por donde pudo, porque el atascazo de tráfico para llegar, siquiera hasta la zona del parque, era importante. Nuestro convoy apareció justo en el lado contrario por el que estaba la puerta por la que debíamos entrar, como ya nos había advertido el líder que ocurriría si no íbamos al P1. Pero no hubo pantalones de, con aquél atascazo, saber por donde uno iba a amanecer. El caso es que debíamos llegar por el final de la calle Meridiano y lo hicimos en algún punto de la calle Telémaco.
Aquello era un "sindiós" de gente, con los vigilantes y organizadores del parking dirigiéndonos hacia lugares concretos para ocupar organizadamente el aparcamiento. Pero fue un lío para aclararase sobre donde había que llegar. Total que, una vez aparcados, le pregunto a uno de los "propios" de la organización para saber donde estaba el P1 y la estación de tren -Ángeles y Reyes se iban antes por este medio- y el muchacho me dice que justo al otro lado y que habríamos de rodear todo el parque. Un éxito que aumenta -aún más- mi triste fama. Qué se le va a hacer.
Afortunadamente, recordé que Jose, en su proverbial previsión, me había pasado el PDF de las entradas y, siendo estas individuales, podríamos utilizar cuatro para entrar por nuestro lado y, el resto, usar las otras restantes.
Tras varios intentos, consigo hablar con el líder para plantearle el asunto, quedando en que usaría las cuatro últimas, para facilitar el asunto al resto, usando éstos las primeras.
Pero hete aquí que el convoy de Blanca también ha entrado por donde ha podido, con lo que le envío el PDF para que ellos puedan usar la misma estrategia. Habla ella con el Topo para decírselo, éste le dice que use las cuatro anteriores a las que nosotros hemos usado y Blanca... usa las cuatro primeras, para regocijo de nuestro querido y paciente organizador. No más comentarios.
Una vez dentro, Blanca se ofrece a conformar al líder con un achuchón de esos de "corazón y cadera" que nos enseñaron en el museo de la "Felicidad" (Para algo nos tenía que valer aquello). No me consta la opinión de Pedro.
El parque se llama en realidad así, "Mágicas Navidades". Pero es el parque de la Navidad, realmente, por lo bonito y luminoso que es.
Una noria gigante y otras atracciones similares y típicas de los parques de atracciones, ilustran el propósito del parque y una pista de hielo complementa el divertimento para los más activos. Aparte, hay un bastantes sitios para comer/cenar.
Iniciamos un camino dubitativo y zigzagueante hacia el encuentro del resto de los dispersos compañeros de fatiga. Los encontramos poco a poco y, ya juntos, iniciamos un pequeño paseo para ver el espectáculo que se hacía, justamente, en el escenario junto a la puerta por la que habíamos entrado nosotros.
Hay que reconocer que nuestro querido organizador va haciendo gala de un sereno temple ante las diversas "disfunciones organizativas" que le hacemos sufrir, ya apenas se mosquea o lo didimula muy bien (que también es un logro, quieras que no).
El espectáculo es sorprendente, fundamentalemente por el enorme decorado que se anima con proyecciones y juegos de luces, acompasadas con la música que baila un nutrido grupo de bailarines y cantantes.
El parque, ya digo, está muy bien, francamente, y merece mucho la pena la visita; especialmente, si se tienen niños.
Hay también un belén enorme en tamaño de las figuras (escala 1:1) y por su extensión, con campamento romano, murallas, río y todo lo que un buen belén debe tener.
Pero para mí, lo mejor, con diferencia, fue el impresionante despliegue realizado en las áreas de "Las linternas de Asia". Un conjunto enorme de sofisticadas figuras iluminadas desde el interior, con un colorido y detalle apabullantes. Además, muchas de las figuras eran animadas, con lo que lucían aún más.
Sin embargo -todo yin tiene su yang- lo único que resultaba bastante insufrible era el villancico del "Burrito sabanero" de mi odiado Bisbal -hoy más que ayer- que repetían uno sí y otro no alternando con los de Raphael y algún otro. Acabé del burrito hasta las partes pudendas. Si me lo hubiera tropezado allí mismo, le hubiera intentado introducir el burrito por el "orto", que dicen los argentinos, con toda su carga incluida. Que latazo!
Luego recalamos en un recinto tipo "October fest", un tanto deslucido aún de ambiente por la falta de gente, que estaba toda en el exterior disfrutando del precioso parque iluminado.
Aquí, las luces -unos globos no muy grandes- subían y bajaban mientras los actores del ruidoso escenario hacían las cositas para las que los habían contratado. Pero a la Flores le producía una rara sensación que ayudó a que se marchara algo antes.
El resto, de los pocos que ya íbamos quedando, se fueron yendo ya desde allí, sin visitar la zona de las Luminarias de Asia.
Al final, el último en recogerse fui yo mismo, que me quedé para recorrer a mis anchas el maravilloso espectáculo luminoso de las muchísimas figuras que había allí.
Los que no lo vieron y les apetezca, pueden ver el video que hice ex profeso y monotemático de esta zona.
Y, ya sin más, me fui dirigiendo a donde se suponía que debería estar mi coche. Porque, en ausencia de mis acompañantes de convoy y con toda la responsabilidad de localizarlo con mi única memoria... no las tenía todas conmigo de no tener que esperar a que se vaciara el parque para poder encontrarlo. Pero, al final, no fue tan grave el asunto y pude encontrar la puerta de salida adecuada, el lugar donde estaba el coche y salir de allí, con un mínimo despiste que me obligó a retroceder apenas unos 250m, a causa de un nuevo desencuentro con mi navegador.
Feliz navidad para todos, pues, y hasta la próxima de enero!