Iniciamos el año de actividades de estos estupendos "Miércoles al sol" con un maravilloso y soleado día -aunque con un frío de bigote- para realizar una intensa serie de visitas, con el objetivo pricipal de conocer la Real fábrica de tapices.
Así fue el día.
El cafelito
El punto de reunión era la cafetería de Caixaforum, a las 10 de la mañana. Yo llego merced a RENFE Cercanías, pues, para estos fastos en el centro de Madrid, es lo que más tranquilidad y confiabilidad en ser puntual me aporta.
Por el camino, oh puntualidad y coincidencia, me encuentro con Miguel, los Santana y el mismísimo y amado líder. Para llegar, ya en pequeño grupo, al encuentro con los que ya están allí a pie de obra, Susana, Fernando, Emilio... y las presencias virtuales, en la escasa distancia que media con la cafetería de la esquina, de Marga, Ángeles, Reyes, Mery y Concha... En fin, las que no han resistido la tentación de entrar a calentarse con la primera ingesta de un cafecito caliente, que no está el tiempo -a estas horas de la mañana- para mucho estar a pie firme y a la intemperie.
Una apuesta en pesetas surge entre Emilio y el líder sobre un asunto baladí, pero que supone que Emilio pierde las mil pelas apostadas. No sé en qué quedará el pago de la apuesta; si el líder-padrino le enviará los matones a su casa o si éste pagará de buena fe -afirma tener fondos disponibles de aquella vetusta moneda-, pero habrá que seguir el asunto.
Poco a poco van llegando las rezagadas, Feli y Espe, las hermanas, Amelia... y, aprovechando la posibilidad de que cada poseedor de una tarjeta de Caixabank puede invitar gratuitamente a tres, pasamos todos gratuitamente al centro de exposiciones.
Nos subimos a la cafetería para desayunar, los unos, y re-desayunar, otros.
Ahí se organiza la recolecta de fondos para abonar el estipendio de la jornada y, ya con el fajo en el bolsillo de nuestro organizador, nos bajamos a ver las dos salas de exposiciones previstas en este centro.
Parque Jurásico y la Bauhaus
La primera de las salas contiene la exposición "Dinosaurios de la Patagonia", en la que un breve documental cuasi-mudo -el sonido es tan tenue que para los que estamos ya con el oído un poco p'allá es como si lo fuera del todo- debe servir de introducción a lo mollar de la muestra. No hay forma de que suban el volumen de la proyección, así que tenemos que figurarnos la mitad del audio y pasamos a contemplar las reproducciones de restos de esqueletos fosilizados de aquellas tremendas bestias.
Porque alguno hay pequeñillo, pero la mayor parte de los bichos reproducidos -sus tremendas estructuras óseas- son de un tamaño impresionante.
El estar allí delante de aquellos huesos simulados, imaginando lo que debiera ser el animal con sus músculos y todo, francamente, acongoja.
Las reproducciones están increíblemente bien realizadas, y alguna de ellas -la mayor de todas- alcanza los treinta metros.
Se imagina uno, allí delante de las bocas de los dinosaurios, con aquellos enormes dientes serrados, en las que cabríamos casi enteros, si no enteros del todo,
y da algo de "yu-yu".
Y con esta impresión visual, nos vamos para la segunda sala a visitar: "Tiempos Inciertos, Alemania entre Guerras. La República de Weimar".
En esta exposición se puede conocer la increible expansión cultural y
social que supuso este riquísimo periodo. Tiempos convulsos los de este período que, aunque democrático, se caracterizó por una gran inestabilidad política y social, en el que se produjeron golpes de Estado militares de la derecha, intentos revolucionarios de la izquierda y espeluznantes crisis económicas.
Allí se muestran esculturas y fotografías, carteles, videos, música,... que permiten hacerse una perfecta idea de lo que debieron ser
aquellos años. Años que finalizaron con la llegada del mayor monstruo conocido: Adolf Hitler.
Conmovidos por todo los conocido, nos vamos a la siguiente etapa cultural de la jornada.
Exposiciones "modelnas"
Como en esta siguiente exposición gratuita no se puede entrar en grupo, al parecer, nos vamos yendo en grupitos según vamos saliendo de la anterior. Al fin, salen los más rezagados y emprendemos una rápida excursión hasta la sala-museo de "La Neomudéjar", centro de arte de vanguardia y experimentación artística que se ubica en una antigua nave ferroviaria de finales del sXIX.
Al entrar le preguntan a Marga si vienen a la inauguración y ella, sin dudarlo, responde un "por supuesto" que la presenta, contra su intención, como interesada y entendida en este tipo de expresiones artísticas.
Aquí se exhibe la exposición Dear Salaryman, de
Allegra Pacheco, una artista costaricense que pretende mostrar una visión de lo cotidiano y sus dimensiones más voraces ligadas al trabajo y a los entornos laborales. Algo muy multimedia y para estómagos acostumbrados a digerir este tipo de muestras. Pero meritorio, supongo, al fin y al cabo.
Entre exposiciones y demás, con el asunto de que es la inauguración de la otra exposición, hay la oportunidad de disfrutar la invitación a un vino -o varios, según los casos- a costa de la organización.
La otra exposición, la de Cristina Calderón, presupone una conexión emocional y un vínculo temporal entre dos máquinas, una en Barcelona y otra en Madrid.
Afortunadamente, Emilio, que ya conocía la Fábrica de Tapices, durante su forzada renuncia y espera, ha podido conocer esta interesante interpretación de primera mano, de la propia Cristina, quien le ha explicado el sentido y concepto de su obra, mientras el resto nos íbamos a conocer la Real Fábrica de Tapices. Él mismo nos la relata a continuación.
Explicación de la obra de Cristina Calderón en el Museo Neomudéjar Ayer, mientras el grupo visitaba la Real Fábrica de Tapices, tuve la ocasión de quedarme en la exposición de Cristina Calderón.
Estando en la nave donde exponía su curiosa obra, una máquina industrial gigante cubierta con plásticos, en compañía de otra pareja, apareció la autora y se prestó a explicarnos su arte.
Se trata de un concepto artístico que trata de unir las almas de dos máquinas en desuso por la evolución de la tecnología.
Lo que se denominan máquinas modernas, se corresponden a las máquinas que se diseñaron en los siglos XIX y principios del XX que en la actualidad están “muertas” por la falta de utilidad y por haber sido reemplazadas por otras máquinas postmodernas o ultramodernas que son las que actualmente prestan servicio.
Identificó una máquina de la empresa textil catalana Fabra y Coast situada en Barcelona, de tamaño gigante, que forma parte del museo MUHBA. Por otro lado el museo Neomudejar alberga otra máquina de dimensiones similares en un almacén de pequeño material y telégrafos MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante) que servía para reparar las locomotoras de Renfe, que precisamente son las que llevaban material a la fábrica de Barcelona y ahí es donde se hace la unión entre ambas.
La máquina de Renfe se encuentra cubierta por unos plásticos que simbolizan la mortaja del cadáver. Mientras, en otra sala del museo, hay una proyección de la nave de la fábrica de Barcelona que alberga la otra máquina, que ha sido escaneada y microfotografiada por un dron que ha generado un modelo 3D de la misma y que se proyecta de forma traslúcida viéndose la nave al completo y la máquina.
La autora ha generado sendas maquetas a la antigua usanza y de forma manual y artesana que ha puesto una junto a otra delante de un riel por el que corre, hacia a delante y atrás, una lámpara que proyecta la sombra de ambas máquinas sobre la pared de fondo generando un efecto artístico muy original.
Sinceramente, sin la explicación de la autora habría sido casi imposible entender la obra, pero con su ayuda y simpatía y la de su ayudante, me ha parecido una expresión del arte conceptual muy original, llevada a cabo con gran esfuerzo.
La idea de Crsitina es hacer otra exposición complementaria en Barcelona, proyectando allí la respresentación en 3D de la máquina de Madrid tal y como ha hecho aquí la de Barcelona.
Se puede seguir el desarrollo de la obra de arte en su cuenta de Instagram Cristina Calderón
Adjunto unas fotografías de la gran máquina y de la autora, el ayudante y un servidor.
Emilio
Luego, de camino a la fábrica, ocurrió una anécdota graciosa. Emilio llamó al Topo para decirle algo: "José Luis!" y me volví yo. Insistió de nuevo y nada. Entonces decidió usar otro apelativo que circula por ahí: "amado líder!" y ahí ya sí que nuestro amado líder se da por aludido y se vuelve. Y es que lo tiene ya muy interiorizado el muchacho. Unas risas.
La Real Fábrica de Tapices
Este logro de visita es merced a la perseverancia de Ana, que le venía insistiendo a su querido hermano y organizador sobre su interés en conocer la fábrica. Éste último, tras arduas y dilatadas gestiones, consiguió la visita para varios meses después, debido al interés que despierta entre los ciudadanos lo que aquí hay.
Llegamos justitos y puntuales a la puerta de la fábrica y, tras que el líder llame por el telefonillo para anunciar nuestra llegada, esperamos a que alguien tenga la bondad de franquearnos la entrada al recinto, porque estamos a la sombra y se agradecería una pronta entrada. Mientras, hemos hecho la foto grupal de rigor, con la mencionada ausencia de Emilio y, al fin, la espera tiene su premio y nos abren. Nos identificamos (a Reyes costó identificarla, merced a su costumbre de andar por el mundo sin documentación. Menos mal que su hermana provee y lleva siempre una fotoocopia de su DNI. Vaya cachaza!) y vamos esperando la llegada de nuestra guía voluntaria, que se hace esperar. Tanta preocupación de nuestro amado líder sobre la exquisita puntualidad exigida y, al final, no era para tanto la cosa, porque nos vemos en la necesidad de esperar unos buenos quince minutos o más, porque el grupo anterior ha llegado con retraso y se acumula, además, el retraso propio de las explicaciones de la visita. Pero, en fin, vamos al grano.
Lo primero, es la explicación que nuestra guía, voluntaria de una asociación dedicada a este menester en diversos museos, nos ofrece sobre la historia de la casa.
Fundada en 1721 y con Goya como su más conocido trabajador, la fábrica ha pasado por varias ubicaciones hasta llegar hasta este su asentamiento actual.
Lo de Goya, tiene su gracia,
representa una expresión del clásico "amiguismo", habito nacional que permitió que éste se introdujera en la corte y llegara, así, a ser reconocido y famoso para llegar hasta la posteridad como uno de los grandes pintores españoles.
Luego, pasamos a conocer los "obradores", los talleres en donde se trabaja en la fabricación y restauración de tapices y alfombras.
Uno, en sus prejuicios, se forja a veces una idea errónea, inexacta o, simplemente, estúpida sobre algunos temas. En este caso, la cosa es la visión del tema de los tapices como algo obsoleto y arcaico, barroco en cuanto al gusto estético, y tremendamente desfasado. Pero no.
La visita a esta Real Fábrica de Tapices se convierte en algo recomendable para los que, como yo, padecen de este errónea visión. Explico por qué.
Lo primero que se observa es la juventud de los maestros liceros, que allí se esfuerzan en la producción y reparación de tapices y alfombras, utilizando técnicas textiles tradicionales. Son tremendamente jóvenes -según nos explican, ha habido unas numerosas jubilaciones recientes- pero no inexpertos, pues fueron perfectamente formados por sus maestros antecesores. Llama la atención esta juventud, porque resulta notable por el tipo de oficio, que se aprende allí mismo desde aprendiz a maestro, y no es oficio común, aunque sí que lo supongo bien remunerado, por la habilidad y otras virtudes que requiere el trabajo y el tiempo y materiales que se emplean. Los precios de lo que se tiene expuesto para venta en la web de la Real Fábrica, lo atestigua. No te digo ya lo que se haga por encargos de particulares.
Luego, lo antiguo de los telares -centenarios ellos- que continúan en funcionamiento, continuando con las mismas técnicas de fabricación con que se iniciaron.
Pero, una vez entrado al detalle, te das cuenta de lo que supone elaborar un tapiz. Cuando ves al maestro licero trabajar, desde la parte interior del telar, con decenas de canillas cargardas con múltiples colores, lo enrevesado de las tramas y lo preciso del manipular tantos hilos, entras en un estado de admiración por éstos artistas artesanos. De seis meses a un año, dependiendo de su complejidad, puede llevar la elaboración de un solo metro cuadrado de tapiz. No en vano tienen los precios que tienen.
Y las alfombras, con sus dos opciones de nudos -turco o español-, trabajadas al alimón por varias hábiles maestras -a pesar de su juventud, ya digo, que se realizan de una sola pieza, no importa su tamaño, que impresionan por su
habilidad, incluso en el manejo de las tijerillas que usan para el corte y enrasado de los hilos de lana. Como curiosidad, nos comentan que esas tijeras especiales ya no se fabrican al aperecer, con lo que deben mimarlas para que les duren todo lo posible.
Lo curioso es que aquí no solamente se realizan proyectos digamos "para organismos oficiales", sino que se encargan por particulares (bien dotados económicamente, es obvio) y hay cola de espera.
Hablando de alfombras, nos enseñó la que cubría el suelo de un enorme salón, hecha en una única pieza que, después de lo conocido, hacía aumentar el valor de una pieza tan longeva como para haber sido confeccionada allá por mil ochocientos y pico y, sin embargo, conservar aún sus intensos colores, amén de unos manchurrones que debían ser el efecto negativo de las convenciones que se celabran allí, como parte de los servivios que ofrece la real casa. Da lástima, poruqe a mí se me encogería el corazón si se me cayera un trocillo de patata frita o una salpicadura de vino sobre aquella maravilla, pero no sé si los que disfrutan de esos eventos les preocupará mucho el asunto.
Fue una pena no poder dejar ningún testimonio gráfico de aquello, aparte de unas fotos robadas en los pasillos por la ignorancia de la prohibición de hacerlas (aunque creo que en los pasillos no era tanto el problema), no queda constancia en imágenes del impresionane trabajo que allí se realiza. Una pena.
También una pena que, con el retraso en el inicio de la visita y lo extendido de las explicaciones de nuetra guía, los cuarenta y cinco minutos previstos se convirtieron en hora y media y tuvimos que terminar la visita abruptamente, sin ver el jardin textil tintóreo -a penas nos asomamos- y los talleres de restauración y alguna otra cosilla que hubiera estado bien conocer con detenimiento. Pero se nos había hecho ya tarde para la hora concertada en el restaurante y había que salir pitando.
La comida ligera
A paso ligero, inciamos la marcha hasta el restaurante, situado al otro lado de la estación de Atocha del que nos encontrábamos, cerca -el loado líder todo lo organiza con mimo- pero a distancia suficiente como para entrar en calor con la rápida caminata, rapidez a la que contribuía el hambre despertada por la elusión forzada del aperitivo.
Para amenizar la espera de las comandas y para no faltar a su costumbre, el amado líder organizó un jueguito de adivinar la identidad de personajes a partir de unas pistas que el mismo daba. La verdad es que con las primera pista no había manera, pero, pista a pista, íbamos logrando averiguar de quienes se trataba. Total: el resultado de la clasificación fue de Mery y Reyes con 4 puntos, Fernando con 3 puntos y yo con 2 puntos.
La comida, pantagruélica. No sé cómo alguna gente se puede apiolar una fabada (cuatro generosos perolos de fabada para once) y media sábana de cachopo. Qué envidia de estómagos. A mí el codillo me duró hasta pasada la media noche -muy rentable, ciertamente- en que rematé la cosa con un yogur y una manzanita, por el qué dirán.
Claro que alguna de las de supuesta "garganta estrecha y estómago encogido", no tuvo problema en meterse al cuerpo un generoso bol de arroz con leche en un "plis-plás", sin que se le meneara una pestaña, vaya. Hubo también quien habiendo pedido menú, y que pareciera comer como pajarito, aún habiendo dado buena cuenta de él, se atrevió aún con un platico de fabada. Sin embargo, a algún otro, el filetillo se le hizo excesivo tras una ensalada "tres quesos" que se convirtió en una ensalada con cuatro trozos de queso que parecían ser del mismo tenor.
Hay que hacer mención de la generosidad de Emilio, que nos obsequió compartiendo un cupón de la ONCE y que la diosa fortuna a tenido a bien agraciarlo con el reintegro.
Como veis, el bueno de Emilio ya se ha comisionado, diligentemente, para convertir el importe en una nueva oportunidad para celebrar el próximo Miércoles al Sol en el Caribe. (NOTA DE ACTUALIDAD) Emilio me comunica que el segundo intento ha salido peor. Para otra vez será!
Los Santana, cual es la tradición y su responsabilidad como padres, nos dejan ya aquí para acudir al sostenimiento de su criatura, que no debe quedar desamparado por el gusto de compartir estos momentos de asueto de nuestros miércoles.
El resto, tenemos que tomarnos el café, té o infusión a la trágala, que llegamos tarde a la siguiente visita.
Bueno, pues tras una comida abundante nos vamos caminando a nuestro último destino del día: el Jardín botánico.
El jardín de los bonsais
Llegamos hasta la entrada de los jardines, en donde nos esperaba ya nuestra botánica y guía, con su aparatito altavoz y todo.
Mery, que se toma a chufla la instrucción de nuestro líder organizador de irnos hacia el banco en donde nos esperaba ésta señora, se va a otro banco, teniendo que recular al darse cuenta de que no era tal chufla y que los demás nos vamos yendo alrededor de ella. Es que no se puede ser tan desconfiado.
Empezamos la visita y me pongo a tomar las primeras imágenes del grupo, hasta que la buena mujer y guía se empieza a sentir molesta, intimidada o incordiada por mi afición, y me pide que no la saque ya más en mis fotos. Lo entiendo y cejo en actuar sin esa consideración, pasando a su retaguardia para no provocarle más molestias.
No sé si sería porque le hacía falta una visita a la peluquería para igualar las raíces de su pelo con el resto de la melena, porque después se pasó todo el rato -el Topo mismo me lo recalcó- mesándosela y recolocándosela. Sería un tic, digo yo.
Luego, continuando con la visita, conocimos de los distintos directores de los jardines a través de la historia, de su ilustración y de sus distintos legados y aportaciones a estos jardines.
Al decir de nuestra guía, estos jardines surgieron por las necesidades de la época antigua respecto a las materias primas, medicinales o industriales, y su importancia mercantil en aquél entonces. Hoy, su interés es, más que otra cosa, la conservación e investigación de las especies allí albergadas.
Otra cosa es el invernadero, con sus plantas exóticas, en las que destacó nuestra guía las carnívoras -alguna originaria del Brasil de nuestro querido Samuel, según se observa en alguna foto- y en el papiro.
La colección de bonsáis, iniciada con el legado de los regalos de nuestro expresidente Felipe González, es una visión conflictiva -entre bella y dolorosa- de lo que este arte milenario chino y después japonés supone para el arbolito. Son preciosos, sí, pero torturados hasta el extremo para obtener tan precioso aspecto. No sé yo.
Al final, tenemos que acabar también con prisas la visita, algo desangelada por la ausencia de follaje y floración, teniendo que eludir, además, una parte de la visita por un corte en una de las calles debido a un árbol en riesgo de derrumbe.
Así que, ya en la retirada, vamos olisqueando un arbolito de nombre japonés y sin traducción al cristiano, la hierba luisa y la melisa -me tengo que hacer con algún manojillo de ésta última, por aquello de sus bondades medicinales para el ánimo- y conociendo así mismo las virtudes depurativas de la ingesta de borraja, muy recomendada por nuestra botánica para la depuración del organismo. Tendré que hacerme con una buena sera de esta planta, que falta me hace también.
Al salir, Ángeles se percata de que le falta un pañuelo que, aparentemente, se le había debido caer en el invernadero. Ya lo habían cerrado, pues el guarda iba cerrando tras nosotros, y tubo un momento de angustia... hasta que su hermana, vengativa quizá por lo del DNI, sacó el pañuelo de un bolsillo, pues lo había recogido ella misma de donde se le hubiera caído. Cosas de hermanas.
Luego, ya en la puerta y a la salida, una nueva foto grupal para darle cabida e integración gráfica a Emilio, pero excluyendo a los ya ausentes Jenny y Samuel.
Y con ello vamos llegando al final de la entretenida e ilustrativa jornada; cada mochuelo a su olivo, excepción hecha de Feli, Espe, Ana e Inés, que no renuncian a continuar de pingos y rematar la tarde con sus propias iniciativas.
Gracias, querido organizador, por tan enjundiosa e ilustrativa jornada, tan bien preparada como siempre, aunque luego te fallen los "timings" previstos, sea por culpa de los organizados o de los "proveedores". (Pero se echó de menos el aperitivo, eh? Que el vino de La Neomudéjar no cuenta, que no llevaba tapa).
Quedamos pues encartados para la próxima cita, el miércoles
26 de Febrero, en que, por Alcorcón y acabando en la capital, haremos la "LopeAtlantis";
Hasta entonces pues!