La Bolsa de Lope
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Los miércoles al sol

La Bolsa y Lope

La puntualidad inusitada Chocolate y churros en las alturas En la Bolsa De Bellas Artes al aperitivo La comida Revoltosa Casa de Lope y El Prado

Los miércoles al sol

La Bolsa y Lope

Pues nada. Tras muchas vicisitudes y "que sí ques, que no ques" y varias reorganizaciones sufridas y replanteadas por nuestro genial promotor, en esta ocasión acabábamos realizando la visita a La Bolsa. Visita precedida de un reincidente chocolate con churros en el precioso entorno de la terraza del Círculo de Bellas Artes, seguida de una visita al Museo de la Academia de Bellas Artes, aperitivo, comida, casa de Lope de Vega y El Prado. Prado no de echar una siestecita, sino de ver cuadros y esculturas.
La visita al Cristo de Medinaceli se malogró por cosas de los horarios y las obras. Quedará, quizá, para mejor ocasión.
Y esto es lo que aconteció: (Más o menos).

La puntualidad inusitada
De camino hacia la estación de metro de Banco de España, voy disfrutando del pequeño paseo que media entre la estación de cercanías de Recoletos y la susodicha estación, pues el día está fresco aún a esas horas, pero con un precioso sol.
Ya llegando a la esquina del paseo de Recoletos y llegando al semáforo para cruzar al lado del banco, veo allí a un montón de compañeras de actividad: Concha, Marga, las hermanas Reyes y Ángeles, y las otras hermanas, Ana, Inés y Gelen -las Palomino, que esta vez acuden en trío-, todavía en el trance de salutaciones y besos, al que me uno sin dudar. Un primer grupito que, tras los abrazos y una breve meditación, nos ponemos en marcha hacia la boca de metro de más arriba -la calle Marqués de Cubas- pues, aunque en la web oficial del simposio figura claramente especificado, ninguno parecemos recordarlo a ciencia cierta.
Nos vamos para allá arriba y, según vamos llegando, vemos al querido organizador y a otro montoncito de participantes: el propio Organizador, Miguel y Alfredo, Katus y Josele, y (en su primera participación), Patricia (recuperada para la causa nuevamente), Paco y Carmusa.
Todavía se hallan en plenos besuqueos, con lo que se deduce fácilmente que acaban de llegar. Milagrosamente -y sin que sirva de precedente-, según estamos en las salutaciones, se cumplen con precisión las 10:00 horas de la convocatoria de la cita. Lo menciono porque creo que es un hito en esto de las diversas actividades que nos organiza nuestro querido Topo, sea a fuer de los Miércoles al Sol o de otras actividades del clan, creo que no se ha dado esta circunstancia en ninguna otra ocasión.
Así que, como el resto de la comitiva se irá uniendo sucesivamente en el propio Círculo de Bellas Artes, donde nos reuniremos con Mery, Feli y Amelia, nos vamos camino del primer hito de la mañana.

Chocolate y churros en las alturas
El ascenso a la terraza lo hemos de hacer por turnos, pues, como somos un montón en esta ocasión, el pobre ascensor no da más de sí y no estamos ya para tantas escaleras, en general.
Como la mañana está esplendorosa, es un gustazo impresionante el contemplar -nada más salir del ascensor- la luz de la mañana y las maravillosas vistas del "todo Madrid". Todo Madrid, pues, por verse, se ve hasta el tejado del estadio del Real Madrid, sobresaliendo entre los más modestos y clásicos tejados de la ciudad.
Es momento de las fotos y selfies para las redes y recuerdos personales, tras las que se avecina una compleja comanda para la pobre camarera. Pero, al final, todo el mundo tiene su chocolate, o su café, y sus churros, amén de su vasito de agua, que ya ponen por defecto, al parecer. Yo, como vengo desayunado del Escorial, no le pido más que un vasito de agua, pero -digo yo que por el tumulto y lo tempranero, aún no habría cogido ritmo la pobre- me quedé finalmente con las ganas.
Para no fallar a la tradición, se nos ha hecho tarde con el placentero desayuno y la charla, así que hay que salir escopetados para la Bolsa. Sin embargo, los hados y el señor político de turno, con su corte de cámaras y subalternos, nos retrasan en los accesos al ascensor. Yo me bajo a pie por no esperar y liberar una plaza, amén de hacer un poco de ejercicio suplementario para demostrarme que todavía puedo. Y la verdad es que la escalera es engañosa, porque los tramos y los pisos no son homogéneos y tienes plantas-trampa como la 2A y la entreplanta, que te dejan descolocado. La cuarta también tiene su aquél porque es más larga que el resto. Y todo esto, en espiral.
Al salir nos encontramos con Susana y Fernando, que se funden en profundas salutaciones con los nuevos -pero antiguos- amigos y compañeros. Susana, en la efusión, casi pierde las antiparras de sol que le caen al suelo, aunque sin mayor daño, afortunadamente.
Total, que el Topo sale disparado hacia la Bolsa como si fuera el día de la gran recesión y los demás nos vamos todo lo rápido que vamos pudiendo.

En la Bolsa
Allí nos encontramos con el resto de compañeros -Jenny, Samuel y Silvia- con lo que, ya al completo, nos vamos organizando en fila para que nos identifiquen y etiqueten adecuadamente para la entrada al Palacio de la Bolsa.
Tras preguntar al de seguridad de la puerta si podía grabar dentro del Palacio y contestarme que sí, pasamos al control de seguridad en donde un nuevo vigilante me dice que allí, en la zona de control, no puedo grabar. Me disculpo, haciendo referencia a que fuera me han dicho que sí, y me aguanto un comentario sarcástico que me ha venido de repente.
Luego, subimos a la primera planta en donde nos acoge la que será nuestra guía, quien, tras una breve introducción de lo que será la visita, anuncia que se pueden hacer fotos, pero no grabar. Me vuelvo a envainar el comentario y guardo mi GOPRO, pero me decido a pasarme un poco por el arco del triunfo la advertencia, grabando un par de planillos más con la cámara de fotos -también graba video- simulando que hago fotos nada más.
Luego, nos explica el por qué del nombre del salón de los pasos perdidos, visitamos la contigua sala de fumadores, en donde se debían coger las bronquitis y demás enfermedades de pulmón -por lo que explica que fumaban, salía humo por las ventanas como si fuera un incendio-.
Después nos cuenta sobre el misterio del Palacio, que cerró sus puertas durante la Guerra Civil, pero cuando se reabrió en 1940 el edificio, que no había sido dañado, se descubrieron, sin embargo, unos disparos de bala en una de las vidrieras del Salón de los Pasos Perdidos. Algunas investigaciones sugieren que los disparos se efectuaron desde el Salón de la Contratación, también conocido como el parqué principal. (Yo opino, sin ser experto en balística, que los disparos fueron realizados, por el contrario, desde el contiguo salón de fumadores, pues el orificio de salida es perfectamente perpendicular y hacia -precisamente- el lado del referido Salón). A pesar de las indagaciones, el origen exacto y las circunstancias de estos disparos siguen siendo desconocidos.
Visitamos luego lo más conocido del Salón de Contratación, en donde aprovechamos el espacio para hacernos la imprescindible foto de grupo, con la colaboración de nuestra guía como fotógrafa improvisada. Pero la hizo muy bien.
Luego, nos vamos ya para el Museo de la Academia de Bellas Artes.

De Bellas Artes al aperitivo
Nos vamos dando un paseito -todo está muy cerca- hasta la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, para visitar lo que allí hay expuesto.
No nos da para mucho, pues vamos acumulando algún retraso. Visitamos algo de las principales salas, en donde, personalmente, no encontré nada más atractivo que unas filigranas 3D de la época, porque las pinturas, su estilo, me resultan muy oscuras y carentes de vida.
Quizá en la exposición de aguafortistas sí que hubiera encontrado algo más de mi gusto, pero o me lo pasé o no era la pretensión o no daba tiempo, pero la cuestión es que no la vi.
Luego de la breve visita, nos vamos camino del museo del jamón, en donde disfrutaremos de un apetecido y apetecible refrigerio, con sus bravas algo deslucidas, patatas fritas y unos ricos torreznos recién hechos.
Un rato de chafardeo para completar el momento y nos vamos para el Restaurante de la Revoltosa, en donde habremos de comer.

La comida Revoltosa
Pues nada, la comida en la Revoltosa es en plan gallinero, subidos en sillas altas, pero la comida está bien. Unos garbanzos aceptables, unas ensaladas ricas, un pescado recién hecho y en su punto... y de los tallarines del líder, no le oí protestar; o sea, que no llevaban cebolla. Y los que se apechugaron los garbanzos y el estofado, tampoco protestaron. Así que, bien.
El querido líder, en su afán por amenizar las comidas/sobremesas, ya no sabe qué inventar. Por ello, no sé si es que le fue faltando un poco la imaginación, se trajo un jueguecito de sus "niños". Se trataba de un aparatejo para desarrollar la motricidad y agilidad de reflejos para los infantes que, no sé por qué, pensó que debíamos desarrollar a nuestras -más o menos- provectas edades. Total, y como siempre, un jueguecillo de competición para ver quién era capaz de apretar botoncitos y liberarlos con mayor rapidez. El aparatito tenía niveles progresivos en los que aparecían cada vez más botones que apretar y liberar y cada vez más rápido y con menos tiempo para hacerlo. Al final, hubo quien llegó al nivel siete, mientras que otros nos quedamos allá por el tres. Hubo que jugar entre plato y plato, porque los horarios iban, de nuevo, un pelín comprometidos para ir a la siguiente actividad.
Lo que está claro es que el Topo tiene bizum. No sabe de qué, por qué ni desde cuándo, pero lo tiene. Fue Patricia la culpable de revelar el ignoto servicio que el asombrado líder negaba acérrimamente, jurando por los dioses que él no tenía bizum. Patricia le decía que si a ella en el bizum le salía su número con una marquita al lado, era que lo tenía. Y que le había hecho un pago. Josele confirma que a él también le aparece el móvil del Topo como con bizum. Así pues, al querido organizador le queda la misión de averiguar con qué cuenta lo tiene asociado. Igual descubre que tiene allí un sustancioso fondo de inversión.
Luego, se va prácticamente todo el mundo a ver al Cristo de Medinaceli o camino de la casa de Lope de Vega, según sus preferencias, con lo que a partir de aquí comienza la diáspora con la diversificación de visitas. Algunos pocos nos quedamos disfrutando un ratito más de la sobremesa, porque la modorra es grande. Y, al cabo de un tiempo de "desoporización", nos vamos de camino a la casa de Lope.

Casa de Lope y El Prado
Por el camino nos envían mensajes de que la basílica está cerrada hasta las cinco, justo la hora concertada para la visita a la casa de Lope. Total, vuelta al redil, pero se han dado un paseíto extra. Menos mal que todo está cercano, porque algunas rodillas ya no están para mucho más.
Llegamos pues a lo de Lope y, una vez recongregado todo el segundo turno de la visita, la empezamos.
La guía nos descubre que, como ya pasara en la casa natal de Cervantes en Alcalá de Henares tiempo atrás, la casa está un tanto idealizada y se trata de una recreación con bastante parte de suposición, pues ni la distribución es la original ni los muebles eran los del propio Lope. La casa ha pasado por varios propietarios y reformas y, aunque la guía nos asegura que los muebles son del estilo de la época, no son tampoco los usados por el insigne propietario.
En fin, que lo que queda es la cosa de que el ilustre escritor habitó allí y que, quizá, algo de su ser etéreo puede haber quedado por allí. En todo caso, la casa tiene un patio/huerto -con su pozo y todo- que sorprende ver en medio del casco de Madrid, aunque sea el viejo. Pero sé de buena tinta que hay algunos otros también muy lindos, pero escasos. Habrá que ir a descubrirlos en alguna otra.
Y con la visita hecha, nos vamos quedando en menos y nos vamos a la inmensa cola del Museo del Prado que, con eso de ser miércoles y gratis a partir de las seis, llega hasta el quinto pino.
Nos colamos los cuatro que llegábamos, el Líder, Alfredo, Miguel y yo, con las que estaban allí ya guardando la cola, las hermanas Palomino, Feli y Silvia, y, al cabo de un breve rato, entramos.
Iniciamos una visita casi de compromiso, porque el amado líder tenía que ir a recoger a sus niños (y había partido), Miguel no estaba para más paseos por su rodilla y se va con Alfredo. Yo me reasigno con las restantes últimas empecinadas pero, al cabo, de una muy breve visita, casi tan breve como lo esperado en la fila para entrar, decidimos que ya está bien por hoy y que cada uno a su quehacer preferido.
Y así quedamos emplazados para la próxima, que con eso de ser especial y en tierra de Valencia, promete ser aún más jubilosa, por lo peculiar.
Gracias al organizador por sus desvelos y al resto por su resiliencia y aguante y por su grata compañía.
¡Nos vemos!

Nota de redacción: Al final, Silvia si llegó a ver la Basílica del Cristo de Medinaceli. Incluyo la foto que nos envía.
Gracias, Silvia!