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Los miércoles al sol
3º Aniversario. Brihuega.
Celebración de cumpleaños
De paseo por Brihuega
De compras y a comer
Cívica
La visita al campo de lavanda
El regreso con susto
Los miércoles al sol
3º Aniversario. Brihuega.
Lo que íbamos a hacer:
09:30 Mar de Cristal.
09:40 Salida hacia los Santos de la Humosa a 41km 30'. 40°30'29.4"N 3°15'03.3"W
10:15 En el mirador nos comemos la tarta del cumple.
10:45 Salimos hacia el punto de cita con la guía Susana en Brihuega en la puerta del restaurante a 60km 45'. 40°45'44.9"N 2°52'10.8"W
11:30 Comienzo de la visita guiada a Brihuega con Susana que incluye el castillo y las cuevas árabes.
13:45 Fin del guiado.
14:00 Comida en Brihuega en el Hostal Villa de Brihuega. Menú del día con el café incluido.
16:00 Salida hacia Cívica. A 12km 15'. 40°48'05.2"N 2°47'07.5"W
16:15 Visita guiada a Cívica.
16:45 Regreso a Brihuega al campo de lavanda.
17:00 Visita a los campos de Lavanda.
Aparcamos los coches en el monumento a la batalla de Brihuega y damos un paseo por los senderos de tierra. 40°47'20.1"N 2°51'01.4"W
18:00 Salida hacia Madrid 1h 86km.
19:00 Llegada a Mar de Cristal.
Pues este era el plan. Pero la reunión cambió y, al final, acabamos reuniéndonos en Los Santos de la Humosa.
La organización de los distintos convoyes hace que acabemos reorganizándolo todo y nos encontramos directamente allí.
El día parece que nos dará buen tiempo. Buen tiempo significa, en esta ocasión, que no nos asaremos en el intento. Porque con las lluvias y bajada de temperatura de los días previos, se nos ha quedado un día que se promete liviano.
Y allá vamos con lo acontecido.
Celebración de cumpleaños
Lo primero era, aparte de encontrarnos en algún sitio, celebrar el tercer aniversario de la historia de estas preciosas reuniones en que nos congregamos una vez al mes, usualmente en un miércoles que también suele ser soleado -por aquello de hacerle honor al nombre de la actividad- y, también, merced a ese tino o acuerdo que nuestro querido organizador tiene con la AEMET, o con el diablo -no sabemos y preferimos no saberlo- pero en el que suele hacer el tiempo adecuado para poder disfrutarlas sin percances.
Lo segundo, dada la coincidencia de fechas, celebrar en el mismo acto el cumpleaños de Josele, que se ha venido con toda la familia para n o perderse el evento. Felicidades pues a todos por el tercero y al uno por los tantos que cumple, que no me constan pero que exceden las seis décadas.
Abrazos y salutaciones, y nos disponemos raudos a montar el ara de las celebraciones, con el ya consabido mantel multiusos de Panama Jack, que tanto juego nos da y que tanta historia tiene tanto en su anverso como en su reverso.
Mención particular a los deudos de los marranos que se dejaron los restos del botellón en las mesas de picnic del emplazamiento, que aunque no se hayan de enterar, al menos que les piten los oídos y el karma les devuelva sus residuos multiplicados por mil y en el salón de sus casas.
Allí, extendido el aislante de la mesa de picnic -de dudosa higiene, por lo ya explicado- se van organizando los distintos dulces que compondrán el menú mañanero para la celebración.
A destacar, el cumplimiento preciso de lo comprometido por Alfredo: un bizcocho de su personal manufactura, incluyendo un adornito chocolatero "ad hoc" para la ocasión. Un aplauso por el detalle!
Feli aporta unos pastelitos borrachos para complemetar la dieta glucémica, que incluye también los polvorones más viajados de España, aportados por nuestro querido líder. No sé si esas cosas caducan por fecha o por kilómetros, pero siempre hay alguien dispuesto a meterles mano, en un intento de colaborar a su extinción definitiva.
Marga, aparece en modo "puerta de nevera", exhibiendo una generosa colección de pines y chapitas -o chapotas- por delante y por detrás. Muy adornada ella.
Hacemos los honores de lo que cada uno da de sí en esto de comer dulce y recogemos los restos y los avíos, para que no puedan decir de nosotros lo que nosotros de los antedichos marranos.
Y, tras ello -una vez reorganizado el convoy, nos dirigimos directamente hacia Brihuega, unos, y otros pasando antes por Guadalajara, para que Feli deje su auto y se incorpore al del Topo-líder para seguir también camino hasta Brihuega también.
De paseo por Brihuega
Llegados a Brihuega, nos ponemos en manos de Susana, nuestra guía en esta visita a esta preciosa localidad. Hacemos tiempo, para que lleguen los retrasados mientras Susana nos va explicando sobre plano algunos pormenores de la visita.
A la sombra de la arboleda del Parque de María Cristina, se hace más grata la espera y los detalles que nos va aportando nuestra guía, entran mejor en nuestras conciencias. En todo caso, la espera es breve y enseguida comenzamos la visita.
La iniciamos entrando al casco histórico por la puerta y calle de la Cadena, que anuncia ya la temporada turística con su engalanamiento de colgaduras blancas y violetas. Ahí nos va explicando Susana que las colgaduras y adornos de las calles las disponen los propios ciudadanos en buena parte. De hecho, hay unos toldos realizados en cuadrados tejidos en ganchillo, realizados por varias decenas de mujeres. Todo un trabajazo de artesanía realizado con ilusión y maña.
Vamos después hasta la Iglesia de San Felipe, en donde nos explica la suerte que ha habido con el hecho de que la arquitectura de incipiente gótico haya aguantado. Porque, dado que el estilo arquitectónico era aún un tanto de prueba y error, se les empezaron a "despatarrar" un tanto las arcadas y columnatas, pero con la suerte -prima hermana esta suerte de la de la torre de Pisa- de que parara el "despatarre" y haya aguantado hasta nuestro días, aunque con algunas restauraciones, cosa lógica.
Un poco pena que al restaurador le apeteciera ponerle un embaldosado cerámico que, quizá, no sea el que mejor se compadece con el estilo del monumento. Quizá sea para facilitar el deambular de los viejecitos y los más limitados de movimiento.
Luego bajamos hasta la Plaza del Coso, en donde vamos a visitar las cuevas árabes que surcan una buena parte del subsuelo de Brihuega.
Por el camino, vamos visitando algunas calles de las más genialmente engalanadas, con colgaduras de sombreros, paraguas, simples toldos... pero todos tienen que cumplir una misma condición han de ser de paja -o de su color- blancos o violetas. Una preciosidad llena del ingenio y la dedicación de los ciudadanos.
También admiramos un tilo centenario en la Plaza
de Herradores, un precioso y magnífico árbol, frondoso de bonitas hojas y en flor, que da una estupenda sombra y aroma. Un descubrimiento para muchos que, aunque conocíamos el árbol de nombre, no lo habíamos podido admirar -y disfrutar- nunca.
La Plaza del Coso contiene, además del ayuntamiento y las cuevas, alguna de las tiendas que nuestra guía nos recomienda para la adquisición de los productos derivados de la destilación de la lavanda, ya que son artesanos y producen y elaboran ellos mismos tanto la lavanda, en sus propios cultivos, como de los diferentes destilados y demás productos.
Metidos ya en la cueva, nos explican que aquél laberinto que vemos es solamente una parte se lo excavado, porque cada vecino de superficie tiene sus derechos por el subsuelo y no todos han querido explotarlo para las visitas de los turistas. Así, de hecho, nos encontramos tramos cegados por diversas ramificaciones de los túneles.
La temperatura de trece grados se agradece, porque, aunque en el exterior estaba medio con nubes, el calor ya apretaba y hacía desear la sombra, escasa por la tendencia de los urbanizadores primigenios en la dedicación de la plaza a los eventos taurinos, con lo que no hay ni soportales ni árboles que den sombra abundante, apenas cuatro cipreses para darle algo de color a la plaza.
Algunas empiezan ya a sufrir algo de los trece grados del ambiente y empiezan a desear salir al exterior, aunque antes hay que deambular por los diversos pasadizos y escaleras, que dan acceso a varios niveles dentro del intrincado laberinto. Menos mal que está iluminado y señalizado, porque no quiero pensar en las visitas que pudieran estar haciendo el recorrido el día del pasado apagón. Alguno/a se mojaría las interioridades.
De nuevo en el exterior, seguimos la ruta hasta la Plaza de la Virgen, pasando la muralla por el Arco de la Guía (se llama así, no es que fuera de Susana, nuestra guía). Ahí hay otro para de buenos ejemplares de tilo, pero frecuentados por abejas, con lo que la mayoría recibe las explicaciones al sol, salvo los más calurosos, que arrostramos el riesgo, pero a la sombra. Ahí se encuentra la plaza de toros. La tradición taurina de Brihuega es innegable y descrita convenientemente por Susana, así como nos explica que el edificio circular, antaño Real fábrica de paños, hoy es un lujoso 5* en donde disfrutar de una exclusiva estancia, romántica y acogedora, pero a precio de hotel de lujo, claro.
El siguiente hito de la visita es la propia plaza de toros. Es una plaza bastante grande y en uso. No en ese momento; digo que se usa para lo de Cossío, cepillarse toros en loor de multitudes, y que se nota la importancia que la ciudadanía Briocense de da al espectáculo.
Total, unas cuantas gansadas a propósito de lo taurómaco y a otra cosa, mariposa.
Continuando la visita, nos vamos bajando un poco más hasta la iglesia de Santa María de la Peña, en donde nos encontramos con los Flores, que "se han enterado" de que veníamos por cerca de su lugar de nascencia... Eso a pesar de la difusión que hace nuestro líder y organizador de sus eventos. Pero el chorreo por el desacato es leve, es lo que tienen estos miércoles relajados.
Luego, pasamos a ver el cementerio, ubicado en lo alto de la muralla y con unas preciosas vistas a la vega. Buen lugar para yacer en espera de juicio. La verdad es que un cementerio es distinto dependiendo de su entorno. No es lo mismo esto que un cementerio roñosillo al lado de un polígono. Será clasismo y, en el fondo, una vez finado da un tanto igual, como sujeto paciente del entierro, en dónde lo hagan. Pero, a priori, dará gusto pensar en acabar plantado en un lugar así, que quieren ustedes que les diga.
Terminada esta visita, nuestra guía se despide con las oportunas recomendaciones para los interesados en adquirir los productos típicos de la región, a saber, miel y derivados de la lavanda, amén de los imanes "neverizos" de las aficionadas/os a tales abalorios.
De compras y a comer
Nos vamos subiendo hacia la misma puerta por donde entramos, que es donde se encuentra el restaurante Hostal Villa de Brihuega en donde habremos de comer, con cierta premura tanto porque cierran las tiendas a las dos de la tarde como porque la comida la tenemos concertada a esa misma hora y son ya casi.
Susana, como dije, nos ha recomendado dos tiendas de lugareños y cultivadores de la lavanda, si bien, para la cosa de la miel, nos ha recomendado las carnicerías, porque manejan la misma miel y no tienen el precio glamouroso de las tiendas especializadas en el turista.
Así que el personal se distribuye en las dos tiendas, una en la propia plaza del Coso, ya mencionada, y otra algo más arriba, en los soportales de la calle Mayor. Aunque, al final, las que se han aventurado en la de la calle Mayor, reculan hasta la del Coso porque la otra no les ha gustado nada.
Por mi parte, entro en esta última con más curiosidad que interés en la compra de nada, pero, dada mi afición a los caramelos de violeta (una fijación infantil derivada del propio gusto de mi abuela) y a las esencias naturales que tienen un fin medicinal o terapéutico en alguna medida, claudico al consumismo.
Mientras el amado-y-nunca-bien-ponderado-líder abroncaba a la Flores por discrepancias con su presencia efectiva en la preoceánica, ante el mutismo premeditado de Óscar, quedo encomendado para "arrear" al personal que aún queda en la tienda -las rezagadas rebotadas de la otra tienda- que aún se encuentran decidiendo qué se compran, si esencias, si aromas, si un abanico... Total, que consigo que salgan para que las pobres propietarias puedan cerrar e irse a comer ellas también. Por cierto, que cuando advertí que a ellas les incluían un folleto explicativo sobre los múltiples usos y aplicaciones del aceite esencial de lavanda, me quejé de que a mí no me lo habían dado, pero fueron tan tajantes -y dos contra uno- en que sí me lo habían puesto que tragué. Pero mi memoria a corto, a pesar de que "a lejos" está un poco perjudicada, no está perdida del todo, y, al llegar a casa, verifiqué que, efectivamente, no me la habían puesto en la bolsita como me juraron. En fin, cosas que pasan.
Ya con las prisas metidas en los pies, nos fuimos subiendo hacia el restaurante.
Lo de la comida, al menos por el sector sur, dejó al local un tanto en entredicho. Me dio la impresión de que es un establecimiento orientado al guiri que llega en autobuses, porque tienen preparadas las mesas para hacerlas incluso para más de veinte personas, y por la amplitud del local... en fin, cosa de mis percepciones viscerales; nada de estudios en profundidad.
La cuestión es que las raciones eran un tanto escasas. Los platos, del estilo "bacín quijotesco de ala ancha", pretendían más el estilo que la abundancia de los menús. La ensalada, aunque suficiente para una guarnición de otro plato, quedaba escasa como un primero satisfactorio. El pollo, escondido bajo una cobertura sospechosa de patatas fritas, una vez apartados los huesos de los escasos trozos, dejaban escasa huella para paladear un sabor un tanto deficiente, al decir de alguno que lo sufrió. El vino resultó un tanto incompatible con mi hernia de hiato y el paladar de los más entendidos. Eso sí, las doraditas resultaron suficientes, ricas y, sobre todo, recién horneadas.
Nuestro querido organizador, ya lo habíamos comentado entre algunos, nos había dejado libre de jueguitos el momento de la comida en sí mismo, pero no pretendía hacerlo durante el postre y la sobremesa, que hubimos de concretar a la par que un nuevo jueguito de rompecabezas con cochecitos (me parece que empieza a preocuparse en exceso por nuestra agilidad mental e incorpora este tipo de entretenimientos de destreza más con un fin terapéutico que lúdico, aunque con su buena intención de siempre, claro).
Gracias a Adrián, que aportó sus menos años y su personal destreza, conseguimos en nuestro grupo acabar alguno, aunque los más complicados del final se nos quedaran sin resolver.
Después de ello, y tras algunos chupitos en barra de los
más osados, continuamos nuestras andanzas camino de Cívica.
Cívica
Pues nada, con un pequeño desafuero con el navegador -y esta vez no era el mío- conseguimos llegar a la ubicación correcta de la tal Cívica.
Josele & Family tardan algo más en llegar, lo que da oportunidad a algunos chafardeos extras mientras llegan. No sé cómo lo han hecho, pero han aparecido por la dirección contraria a la que hemos venido todos. Muy originales ellos.
Ya reunidos, el dicharachero guía -y propietario, según nos enteramos después- empieza sus explicaciones e historietas sobre el lugar.
Aquello, que yo presumía un yacimiento romano por el nombre, resulta ser el capricho enajenado de un cura de la época oprobiosa del siglo pasado. Camilo José Cela, en su obra "Nuevo Viaje a la Alcarria" (1986), escribió que "Cívica semeja una aldea tibetana o el decorado de una ópera de Wagner. El viajero no estuvo nunca en el Tíbet pero se imagina que sus aldeas deben ser así, solemnes, miserables, casi vacías, llenas de escaleras y balaustradas, colgadas de las rocas y también horadadas en la roca". Yo tampoco he estado, pero aquello resultaba un tanto "especial" y muy arruinado. Daba un poco la impresión de que las balaustradas y escaleras podrían caerse en cualquier momento.
Nos explicó el guía/propietario/constructor que aquello se había construido con el esfuerzo de los paisanos del cura, que fueron engañados por el cura para trabajar, finalmente, por la cara. Porque pasado el tiempo, cuando no recibieron nada y quisieron llevarse sus piedras trabajadas, el cura y su familia, propietarios de los terrenos, les conminaron con amenazas a dejar la cosa estar si no querían que fuera peor... Un modelo de la época, vaya.
Al final, el cura se lo dejó a su "ama de llaves" -esa venía siendo la coartada para tener a la amante en casa, en la época- y ella lo traspasó a sus sobrinos, quienes montaron allí un bar llamado "Del Cojo" -por la disminución física real del sujeto- casado a la sazón con una señora ciega... Una pareja rompedora. Y de allí tras varios avatares de herencias, trapicheos y compras, llegó al actual guía y su hermano, que se hicieron con aquello con la intención de montar un "resort" para el disfrute de turistas. Empresa parcialmente fallida, porque aquello necesita de mucho trabajo y mucho dinero y, a lo que parece, el que trabaja allí es él y el dinero no le sobra, pues las "ayudas públicas" que parecía que iban a darle, nunca han llegado. Imagino que por ahí viene el asunto de las visitas al lugar, para intentar recabar algunos fondos para hacer frente al proyecto.
El lugar que es llamativo, al menos, y ubicado en un lugar precioso, eso sí. Las pretensiones son loables pero aún le queda bastante al lugar para alcanzar el desarrollo que pretende. Bastante tiene con evitar que aquello aguante.
Por lo demás, son un par de cuevas horadadas en la roca que, antiguamente y en manos del "Cojo y señora" fueron bares y paradas en tiempos más felices. Ahora, junto con unas cuantas barandas y arcadas que limitan algunos pasadizos excavados en la roca, son un proyecto de casas rurales que pretenden ser en un futuro a largo plazo, un lugar de vacaciones rentable.
Pero lo ameno y campechano de las explicaciones del propietario, junto con el fresco de las cuevas, hacen que merezca la pena el haberlo incluido en el programa.
La visita al campo de lavanda
Seguimos nuestra ruta turística camino ya de los campos de lavanda, con la esperanza de que con los últimos calores hayan florecido algo más de lo que deberían, dada la estación, pues su época de apogeo de floración es entre el uno y el quince de julio.
Llegamos al lugar y vemos ya allí a una familia haciéndose fotos en un campito no excesivamente grande, situado junto al aparcamiento y pegado a un cultivo de cereal. Pero no era ese el previsto, aunque no tenía mala pinta y se veía algo moradito ya.
Así que cruzamos a otro más extenso que podría prometer mejores flores. Pero no. Además, no estaba tan cuidado como el primero que vimos, pues en éste las hierbas y espigas se entreveraban con las propias matas de lavanda, con lo que, aunque hubieran estado más florecidas, el aspecto e imagen de un violeta continuo se hubiera visto deslucido por los matojos amarillentos insertados en las hileras de lavanda.
Eso sí, el olor a lavanda ya inundaba el aire aunque el color aún fuera incipiente. y la extensión de lo plantado, con esas islas de piedras y algún árbol incrustadas en medio de lo espeso de las matas de lavanda, quedaba francamente bonito.
Un breve paseo... Bueno, para algunos que se fueron campo abajo, en busca de mejores emplazamientos para sus selfies, no tan breve. Pero, en fin, deambulamos por allí disfrutando de lo extenso de las vistas, del aroma del aire, del incipiente violeta de las lavandas o lavandines, que ya no sé exactamente la variedad, y estuvo genial.
Luego ya, para el propósito de hacer la foto de grupo, que aún la teníamos pendiente y postergada hasta este momento especial, nos fuimos al primer campo que vimos, como ya dije, mejor preparado para dar fondo y contorno a una imagen conmemorativa de tanto lustre como el de recordar este tercer aniversario de los "Miércoles al sol".
Hubo que esperar a los que se habían ido hasta el quinto pino/lavanda, pero acabamos realizando la instantánea con los parámetros exigibles para tal ocasión.
El regreso con susto
Ya se acababa el día y no quedaba más que una visita, voluntaria, a un pequeño campo de lavanda que Óscar había visto, en su camino a nuestro encuentro, y nos lo había recomendado por más florecido que otros. Así que, todos de acuerdo, nos íbamos a dirigir, ya de camino a casa, hacia ese campo para tener un mejor recuerdo visual del violeta de los campos de lavanda.
Pero hete aquí que los Mercedes también dan sustos. Ya con todos en marcha y a punto de coger la carretera, el coche de Miguel se niega a reconocer la llave de su amo y se queda cuajado y sin posibilidad de arrancarlo ni moverlo siquiera. Carrera para avisar al resto de nuestro infortunio y desolación de Miguel. Pero al final, merced a la perseverancia de Miguel y tras varias probaturas, el coche arranca.
Decidimos que no pararíamos el motor al llegar al campo de lavandas, para no tentar la suerte y arriesgar el quedarnos tirados definitivamente, pues el asunto sería ya cosa de llamar a una grúa.
Pero, al final, no sé si es que no dimos con el susodicho campo en concreto -porque alguno sí vimos, pero no de mayor lustre que los ya visitados- pero hicimos el recorrido sin parar, con lo que nos despedimos un tanto a la francesa.
Así que, desde aquí, aprovecho para despedirme de todos y que todos os deis por despedidos los unos de los otros, ya que no fue posible en su momento.
Cerramos así la temporada y quedamos emplazados para la siguiente, que será especial y en Zamora, tipo Valencia, y en la que no estaremos todos, con lo que ya nos iremos reencontrando en las siguientes.
Un abrazo grande para todos, queridos y queridas, con el deseo de que paséis un buen y feliz veraneo.
PD Gracias a todos por vuestras aportaciones fotográficas para la documentación de esta crónica.
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