Portugal 2022
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Pasarelas de Paiva, La Fregeneda y Oporto

28 de octubre: Llegamos a Guarda

El Hotel Santos Paseo nocturno por Guarda Buscando para cenar El briefing y el chat exclusivo

29 de octubre: Primer palizón

El puente infinito Las pasarelas del Paiva Camino a Oporto Misión imposible: La cena de los guiris

30 de octubre: Oporto en dos opciones

Primera "espantá" Los unos por Oporto Y los otros en bici Comida playera De atascos y patinazos

31 de octubre: Segundo palizón

Desayuno comunal: la grand bouffe El camino de Hierro: segunda "espantá" El fiasco del museo del Duero en Hinojosa El mirador de la Peña de la Vela: una vista espectacular Halloween for ever

1 de noviembre: Ciudad Rodrigo y el Karting

Ciudad Rodrigo Need of speed La parrillada en el circuito Despedida y cierre

Pasarelas de Paiva, La Fregeneda y Oporto

28 de octubre: Llegamos a Guarda

El Hotel Santos
Pues después de un viaje sin problemas, fuimos llegando, poco a poco, a Guarda.
El hotel es relativamente moderno pero incrustado en la muralla de la ciudad, lo que le da un atractivo especial, con esa combinación de la modernidad interior y lo vetusto de la fachada. La recepción lo hace parecer un hotelito corriente, más bien vulgar, pero la arquitectura interior es de un interesante diseño con cada planta en dos niveles y una escalera volada de madera, en un arco como de media luna que le da cierto atractivo.
El único pero es que el espacio para los desayunos tiene abuardillado una parte del techo y, si te sientas en una mesa de ese lado, has de tener cierto cuidado al levantarte para no dejarte la cresta pegada en él.
Mención aparte, las camas. Algo duras e incómodas a mi propio decir y al de algún otro que también las encontró algo así.
En el apartamento-hotel, justo frente al hotel-muralla, se alojaban preferentemente los grupos familiares, sobre todo por el objetivo de la fiesta de Halloween que se habría de celebrar el último día. Estaba muy bien, con diversas plantas y con su cocina enorme e incluso con sus saloncitos de estar. Muy apañado para organizar la fiesta y el desayuno comunal que habría días después. Ciertamente un alojamiento muy agradable y con buen aparcamiento en las inmediaciones, lo que se agradeció mucho para el cargar y descargar los coches dado que fué bajo la lluvia en varios de los días.

Paseo nocturno por Guarda
Los más madrugadores en la llegada, jubilados, prejubilados y teletrabajadores entre otros, aprovechamos para hacer un recorrido corto, pero insistente -pasamos varias veces por los mismos lugares- por la ciudad. Nos dedicamos a hacer las localizaciones de panaderías, restaurantes y demás lugares que habrían de ser necesarios en algún momento de la noche o de la mañana.
La panadería, perfecta. Casi al lado del hotel y abre a una hora adecuada a nuestro horario viajero -y tempranero- del día siguiente que, como llevábamos una hora perdida por el cambio de horario, sería a las siete y media -en la hora nacional- como en el juego de cartas.
En la excursión del grupo de Merys, Gelen y yo mismo nos tropezamos con un señor muy amable que nos fue orientando, con relativo éxito, para localizar la oficina de turismo, ya cerrada y algún que otro sitio para cenar -bueno, bonito y barato- pero la oficina estaba cerrada y el bareto donde nos envió, con su mejor disposición el hombre, no apuntaba maneras. Buen intento pero fallido y, a la postre, tuvimos que orientarnos por nuestros propios medios y criterio.

Buscando para cenar
El restaurante para la cena costó más decidirlo. Había varios y cada uno tenía su aquél y unos límites de horario que, aunque se han adaptado algo más a los usos hispanos, son un tanto tempraneros para nosotros.
Al final recalamos en uno pequeñito pero molón y que resultó bastante bien. Al dueño, cuando le dijimos de cenar sobre las nueve, nos dijo que mejor las ocho y media. Entiendo que es más razonable para su conciliación familiar, pero un poco pronto para nuestros usos normales. También es cierto que al final nos vino bien, porque teníamos el "briefing" a las nueve hora portuguesa y acabamos yendo incluso antes.
Allí coincidimos el convoy de los Merys, Gelen y yo mismo con el clan de los Navarro. La calidad de la comida, en la opinión de ambos grupos, bastante bien.
Terminamos de cenar con una cierta premura para llegar puntuales a la cita del briefing, no fuera a ser que nos lleváramos el primer baldón por impuntuales ya en la primera citación.

El briefing y el chat exclusivo
Mal de muchos, epidemia. Al final hubo que hacer como tres versiones de la reunión, adaptándolas a los horarios de los que llegaban atrasados del viaje. Con lo que hubiera dado lo mismo hacerla más tarde. Pero las programaciones del Topo, adaptadas a la compatibilización con los horarios infantiles y de los muy durmientes, son como son. Buena voluntad que le pone el muchacho. Así que, cuando fuimos número suficiente para el primer pase, empezamos las explicaciones, que se fueron extendiendo merced a las interrupciones que tanto le gustan al Topo.
Se había creado un "Chat oficial de la organización" para los comunicados importantes del Topo, mediante la inclusión en WhatsApp de un segundo móvil de Almu que esgrimía el mismo Topo, por el aquél -supongo yo- de liberarse ella de la tarea de amanuense. (El hombre sigue irredento en su negativa al Whatsapeo con su propio móvil). Y el error fue no abrir otro chat paralelo para los marujeos propios de la tropa, como se hiciera en la reciente Oceánica noruega, para que las pertinencias e impertinencias de los viajeros no ocluyeran los designios transmitidos por el oficial. Al final el chat se convirtió en una especie de posada del peine en donde se colgaban fotos y comentarios de todo el mundo.
Para la próxima, sugiero que se cree primero el "maruji-chat" y luego el del boletín oficial del estado de las cosas del Topo, convenientemente "capado" para que los viajeros no puedan usarlo en modo "Diez minutos".
Más tarde, fueron llegando poco a poco los últimos rezagados y tras una enésima versión del briefing -paciencia y buena disposición del Topo-, nos fuimos todos a dormir.

29 de octubre: Primera excursión

El puente infinito
Desayuno, buen desayuno, en el hotel; primer contacto con el techo del comedor y corriendo a comprar el pan para la comida, que habría de ser en modo "picnic bajo la lluvia". Nada, yo compré un par de hogacitas de lo que parecía ser un estupendo pan de aspecto como el gallego y corriendo al coche para estar puntuales y listos para la salida a las nueve, hora en que el Topo había anunciado que él y los suyos se iban sí o sí. Porque a pesar de que había anunciado que no iba a ser un viaje en grupo, todo el resto estábamos en lo contrario y listos para pegarnos a su portón trasero. El asunto fue que en un momento en que hubo el usual desacuerdo de los GPS del Topo y mío, coincidiendo con un adelantamiento próximo a una desviación y la lluvia que dificultaba la visión del auto-topo, yo que era el que iba segundo, me los llevé tras de mí -cual flautista de Hamelin- por otro camino distinto sin querer. Eso sí, salimos por delante del líder oficial.
Así que tras una larga y llovida ruta, llegamos al punto en que descargar a nuestros pasajes y decidir si se hacía o no la visita al puente y al resto de las pasarelas, porque el tiempo -que amenazaban de tormentoso las predicciones- aconsejaba una decisión sopre el terreno, pues pasar el puente metálico con viento y relámpagos podría hacer que fuera inviable tanto por nuestra propia decisión como porque la organización lo cerrara.
Al final, el tiempo parece que acompaña -más o menos- y que se podrá cruzar el puente y los conductores nos vamos para dejar los coches al final del recorrido y regresar para subirnos los quinientos -malditos- escalones para llegar al nivel del susodicho puente.
Briefing bajo la lluvia, en portugués y con traducción a cargo de nuestros brasileiro/portugués parlantes -parlanta, fundamentalmente- sobre qué sí y qué no hacer en el puente y al lío. Menos mal que amainó un poco la lluvia porque, por lógica seguridad, no se podía cruzar con paraguas. Claro que Sole no debió de estar muy al tanto de la traducción de lo del paraguas ni del hecho de que los demás dejáramos abandonados los nuestros, con lo que la hicieron regresar a voces los de la organización para dejar el bendito paraguas.
Un breve photocall para ilustrar el recuerdo y adentro!
Así, empezamos a cruzar el puente con un cierto resquemor por los posibles resbalones y la altura cierta, aunque el puente ofrece confianza con sus perfectas protecciones y seguridades. De todos modos, solamente con saber que colgamos al equivalente de cincuenta pisos, ya impone.
Las vistas, son impresionantes aunque bastante mermadas por la poca visibilidad que la situación climática deja. A pesar de todo, se contempla bien la cascada, el tajo que salva el puente metálico, el valle por el que transcurre el río Paiva y las pasarelas de madera que habremos de recorrer más tarde.
Mucha mano agarrada a las barandillas, alguna gansada de nuestro organizador con su poncho amarillo y mucho selfie. La verdad es que pasamos rapidito, para lo largo que parecía el puente, supongo que ayudados por la posibilidad de una nueva llovida y pasar el trance lo antes posible.

Las pasarelas del Paiva
Terminado el recorrido del puente, unos nos vamos para recorrer las pasarelas, inasequibles al desaliento a pesar de la lluvia intermitente, y el resto quedan a su albedrío en actividades más prudentes y en seco.
Afortunadamente, el recorrido por las pasarelas es, mayoritariamente, en una suave cuesta abajo. Hay que ir con mucho cuidado porque los tablones del piso resbalan en algunos puntos como el jabón en la ducha -no podría haber escogido mejor símil- y se observan algunos traspiés que, en algunos casos, terminaron en culadas.
La hora del picnic se adelanta para algunos que decidimos acoplarnos a la demanda infantil y al momento de oportuno sosiego que da la lluvia.
Momento de frustración para mí por mis hogazas de pan, nada gallego ni afín, sino de maiz y de una masa tan densa como "indeglutible". Aquello hace bola, sí o sí. Ni con mi cervecita, fervientemente transportada para el disfrute del momento, ni con agua a raudales ni con "ná"! Una pena de comida y pan para los animalitos del bosque.
El recorrido es francamente bonito. En parte, se agradece que la lluvia -cada cual se conforma como puede- haya desanimado hoy a la gente en la visita y hacemos el camino prácticamente solos, apenas cruzándonos con algún corredor/a o paseante.
El río se encajona y se agita entre las piedras en unos tramos y se vuelve lento y manso en otros, con las orillas cubiertas de un bosque verde y variado en el que los madroños y sus frutos empiezan a estar en pleno apogeo.
Alguna garza y otras aves nos tropezamos, que se pueden ver merced a lo poco concurrido del camino, y un nuevo puente colgante, mas corto, bajo y menos espectacular pero que ofrece un bonito punto de vista sobre el río.
Una enorme rama de un árbol junto a la orilla se troncha y cae al agua del río, lo que hace pensar en que hay que tener cuidado y estar pendiente de por debajo de dónde se pasa además de mirar dónde se pisa.
Al final, después de la paliza de los 500 escalones y el paseo bajo la lluvia, llegamos de nuevo al parking en donde varios nos cambiamos de ropa, pues vamos empapados de dentro afuera tanto como de fuera adentro.
Un café, unas aguas y un poco de reposo mientras esperábamos el regreso de Juanra, Blanca y el Topo con los coches del parking de arriba, aunque Blanca decidió dar un rodeo por otro camino, y continuamos camino.

Camino a Oporto
Pues algo repuestos de la excursión matutina, seguimos camino de Oporto, que hemos de llegar con tiempo para alojarnos y dar un paseo nocturno por la ciudad.
Llegamos a destino y cada uno a su hotel. Abluciones y cambios de ropa en el IBIS Budget, moderno y escueto, y al vestíbulo del NOVOTEL, al que se le percibe más nivel, para organizar los coches de manera que no hubiera que llevarlos todos. Así que nos redistribuimos y nos vamos para Oporto de visita.
Y menos mal que nos fuimos concentrados en menos coches, porque Oporto, entre su antigüedad y sus obras, está un poco caótica y más de noche.
Yo me fui con Irene y Víctor para disfrutar de los múltiples cortes, desvíos y zonas restringidas que el itinerario del GPS nos proponía. De hecho, hubo un momento que tuvimos que hacer un vuelta y marcha atrás por no meternos en una zona restringida. Llegabas por una calle paralela al río y tenías dos opciones: meterte por una rampa o similar por la que al final se veía el agua -nada de poner señales de peligro que eso es de cobardes- o por el otro lado que tenía su disco de circulación prohibida... Y así, entre varias idas y venidas, alguna mención a la familia del responsable portugués y a la voz del GPS, fuimos disfrutando del estupendo panorama portuario nocturno y llegamos al punto donde habíamos quedado. No fuimos los últimos, pues los Salido tuvieron también sus más y sus menos con el itinerario y llegaron aún más tarde.
Visita breve al puerto y a la catedral. Claro que la catedral está "arriba" y el puerto está "abajo". Y esto, que es de primero de Barrio Sésamo, se traduce en que hay que subir otro montoncito de escaleras, del altos peldaños, que remata las fatigas de los 500 escalones matutinos. Algunos vivos se acochinaron a los pies de la escalinata y los Merys se quedaron "haciendo barra". El resto, tras la subida, dimos un breve paseo pasando por la estación de ferrocarril, con su precioso y enorme vestíbulo decorado en su estilo original, camino la plaza en donde estaba la oferta de restaurantes en los que habría de colmar nuestras expectativas gastronómicas en lo portugués.

Misión imposible: La cena de los guiris
Pues eso, de guiris. Allí los restaurantes esperados son en plan "modelno" y son escasos de espacio y mesas y están atestados. Con ello, nos tenemos que distribuir cada grupito como mejor podemos entre las distintas opciones de locales para comer.
Como en el único que hay algo de sitio nos quieren sentar amontonados en un minúsculo hueco entre la barra y la puerta, los Irenes y yo nos decidimos a cruzar la plaza en busca de otras opciones más cómodas y razonables, quedándose los Juanras, los Jennys y algunos otros en unas mesas del exterior -pero a cubierto- y el resto se disgrega entre las varias opciones. Total: los únicos que al final degustaron el menú recomendado por la organización -bocata de cerdo mechado con queso- fueron los Topos, que mientras esperaban sus bocatas tuvieron que salir corriendo a la calle pues a la pobre Elena le dió una vomitera en dos tiempos que remató ya subida en el coche. Eso sí, los bocatas en cuestión estaban de muerte.
Al final, la decisión de mi grupo se convierte en una buena y mejor idea y acabamos en un restaurante de público local, con bastante amplitud y con unas buenas y abundantes opciones para cenar, que ya va siendo hora.
Y tras una buena cena, vuelta a los hoteles a reposar para el día siguiente.

30 de octubre: Oporto en dos opciones

Primera "espantá"
Como algunos estaban menos dispuestos al ejercicio ciclista por una u otra razón -ganas de ver Oporto con mayor detalle y/o ahorrarse la posible paliza del pedaleo- se produce un cisma organizativo y, sin querer pero sin pensar, dejamos al Topo un tanto "expuesto" a las críticas del propietario de las bicicletas que se encuentra con que le sobran bicicletas y se le perjudica el pedigrí y la bolsa ya que, con Oporto atestado de turistas, había tenido que decirle que no a mucha gente. Lo sentimos Topo, no lo volveremos a hacer, que tus desvelos de organización te cuesta.

Los unos por Oporto
Pero ya estaba hecho y los Merys, Navarros, Juanras, Jennys, Gelen y yo nos vamos para recorrer la ciudad aprovechando el espléndido día que se presenta y ver, a pleno sol, lo que el día anterior vimos entre penumbras y luces artificiales.
Un montón de gente -local, hispana y variopinta- satura la mayor parte de la zona turística del puerto y del puente. Recorremos desde arriba la zona del barrio viejo, entre el puente do infante y el de Don Luis I, que recorremos por su plataforma superior, llena de gente y esquivando los trenes-tranvía que lo cruzan, y más tarde hacia la catedral, ya visitada la noche anterior y que pudimos visitar en su interior.
Ahí se nos separa Concha y el resto continuamos la visita, en la que yo me arreo un tantarantán al salir de las escaleras que conducen a la torre, por levantarme antes de lo conveniente. Poco más que un raspón, pero la dignidad... Breve paseo por las callejas del entorno de la catedral y vuelta atrás, momento en el que nos volvemos a escindir en dos grupos. Los Merys, Navarros y Gelen se quedan a seguir disfrutando de Oporto y el resto nos vamos hacia la playa, para ya comer con el grueso del grupo. (Grueso el grupo, no significo a nadie en especial, eh?).

Y los otros en bici
Tras el desayuno, cada uno en su hotel, los ciclistas se fueron hasta el alquiler de bicicletas, donde no los miraron con muy buena cara por dejarles sin usar 14 de las 36 bicis que teníamos contratadas y eso que de igual forma se las pagamos.
El paseo como tal tuvo su parte buena y su parte mala, el entorno era muy bonito con el Duero al lado y con la playa en la desembocadura al final como premio. Lo malo, la mucha gente que había y que había que ir esquivando en las aceras, pues el tránsito era compartido. Hicieron algún trecho por las vías del tranvía turístico aún en uso, al que había que ceder el paso, pero sobre todo tener cuidado con no meter la rueda en los raíles, algo que más de uno comprobó lo que ocurría cuando lo hacía.
El premio de llegar hasta la playa fue que, como es habitual, Juan Luis sacó "El Corte" y pudimos degustar un rico chorizo y un sabroso salchichón. Loas siempre al instigador por tan magna aportación.

Comida playera
Después de la devolución de las bicis sin roturas ni en el material ni en los ciclistas, éstos y el resto de los díscolos vamos a comer al restaurante Cufra Grill de la playa, entre ventanales que daban un calorcito que a última hora se tornó algo elevado. Otra carita de poker del señor Guillerme, porque nos esperaba en mayor número, 27 de los 38 previstos, pero aun así, menos mal que estaban avisados de nuestra presencia para meternos antes de la cola de gente que estaba esperando para sentarse cuando se levantaran los del primer turno, pero al final acabamos sentándonos juntos, apretando filas, porque las mesas eran grandes y duplicamos el número de plazas.
El lugar en general fue un acierto y todos nuestros platos colmaron las expectativas, bastante cantidad, buena calidad y bien atendidos. La única que se llevó un disgusto fue Irene con unos macarrones a la boloñesa que pidió, pues le trajeron un barreño de engrudo en el que el concepto "boloñesa" no aparecía por ningún lado -no había nada rojo en la salsa-, y más parecían valer para hacer obras que para meterles el tenedor, aunque los curiosos que lo probaron decían que de sabor estaban muy buenos. Y todo esto con más de 2 horas para comer -un lujo- con café, copa y el puro porque ya no se lleva... hasta dio tiempo para rescatar un camioncito de los jardineros municipales en el parque contiguo, a riesgo de terminar con el aplastamiento de alguno de nuestros pollos, y con el apoyo imprescindible del americano "pequeñín", que aportó su juvenil fortaleza para arrastrar el camioncejo.

De atascos y patinazos
Tras la generosa y reposada comida, camino al centro comercial Palacio de Hielo de Viseu, en donde los más jóvenes habrían de disfrutar de una hora de patinaje sobre hielo.
Claro que los centros comerciales en Portugal reúnen todos los condicionantes que suelen concurrir en los hispanos, y el atasco monumental para entrar en el parking del centro, fue de alivio. Tras un ratazo haciendo cola, salvo el Topo que llegó y entró antes haciendo gala de su condición de líder puntual, conseguimos ir entrando y llegar al tercer piso en donde se encontraba la pista, pequeña y algo licuada, pero suficiente para que la infancia y adolescencia hicieran gala y demostración de su equilibrio y de ganas de remojarse en las caídas, los menos hábiles.
Los adultos fuimos cautos y no arriesgamos el porrazo, pero ellos, aunque con algún sustillo que otro, se lo pasaron en grande a juzgar por el griterío y las risas.
Los Juanras llegaron tarde y, gracias a las súplicas, consiguieron probar un poquito la pista con la promesa de salir a la vez que el resto para no demorar el cierre. (Esto de cerrar -por lo que se ve- lo llevan muy a rajatabla los de por aquí).
Nueva diáspora para cenar y, los que quedamos en el centro, tras unos momentos de duda por las demoras de algunos locales e incertidumbres propias sobre lo apetecido para cenar, nos hicimos con diversos platos de "fast food" en los locales del centro comercial y de regreso a Guarda, de nuevo al Hotel Santos.

31 de octubre: Segundo palizón

Desayuno comunal: la grand bouffe
Como había un buen trecho desde Guarda a Fregeneda, había que salir bien temprano. Así que tuvimos que desayunar en la cocina del aparthotel, en donde nos dotaron abundantemente de cafés, cacaos, bollos, frutas, fiambres, zumos, agua... y que gracias a la generosidad del Topo, que se levantó a las seis para colocar, calentar y tostar el material, nos permitió desayunar rápido, abundante e incluso -para algunos- hacer acopio para el picnic de la excursión.
El bullicio era ostensible pero entretenido, desayunando a matacaballo y deambulando a la búsqueda de lo más apetecido por la cocina. Divertido y útil. Genial, Topo!
Luego, todos de nuevo a hacer cola tras el líder para no perdernos, salvo los Juanras que, para no llegar tarde, salieron antes.

El camino de Hierro: segunda "espantá"
Tras un viaje "en húmedo", llegamos a la estación de Fregeneda para empezar el famoso "Camino de Hierro".
Allí nos dan nuestros chalecos fosforito, una linterna y las oportunas advertencias sobre el recorrido, entre las que se incluye la de guardar silencio y no deslumbrar a los murciélagos en los túneles 1 y 3 que, por la cosa de los hábitos de los bichos en cuestión y del comienzo de la época de hibernación, eran muy sensibles. Los había a miles y, los que se volvieron, disfrutaron de los grititos de los animalillos. No parece que se vayan a extinguir...
Forrados con esa nueva capa fosforescente/reflectante, debe ser que como los murciélagos son cegatos no les molesta el tono, nos ponemos en camino junto a los raíles y pasamos el primer túnel de la ruta que, según nos han explicado, llega realmente hasta Oporto.
En principio habríamos de hacer el recorrido en dos grupos, unos solamente el primer tramo "corto" de ida y vuelta y otros el "pata negra", con sus 17 Km y 20 túneles. Pero nada más pasar el primero y acochinados por la lluvia, comienza la gran "espantá" de los que iban a hacer el recorrido largo y también de los del corto. Los Juanras y Jenny fueron los únicos que llegaron a completar el recorrido corto, porque el resto, a los 2 km de marcha, se dieron la vuelta. Vergüenza!
Al salir del primer túnel, ya de vuelta, les paró de llover y algún cachondo dijo que tenía que haber continuado con la ruta completa... Pero nada, se trataba de un farol en toda regla en un vano intento de salvar la honra perdida.
Los cinco osados que nos atrevimos al recorrido "senior" pudimos disfrutar de una vista suficiente -pero disminuida- del precioso recorrido -túneles aparte- y los puentes y el valle por el que discurre la ruta. Los siguientes túneles son más cortos que el primero pero se agradecen, pues llueve intermitentemente -solamente cuando cierro el paraguas- y esas treguas nos permiten caminar algún rato a cubierto y parar para hacer un avituallamiento (Lo que yo -por cierto- entendí que era la comida y para el resto era un tentempié, con lo que recibí algún comentario moderadamente ácido cuando me vieron sacar mi cervecita). Sin embargo, pudimos hacer la parte final de recorrido sin lluvia, comer -esta vez sí- sentados en un banco e incluso acabó haciendo presencia el sol al llegar al final del recorrido, lo que fue una reconciliación con la naturaleza.
Al resto, con el acochinamiento de los del recorrido corto, les quedaba tiempo en exceso, por lo que el Topo llamó al tal Lorenzo para ver si les enseñaba, antes de la hora concertada, la maqueta del tren del Camino de la Fregeneda, que está en el colegio del pueblo, ya en desuso docente pues los últimos alumnos este curso lo hicieron ya en el pueblo de al lado, pues teníamos la cita prevista a las 3 pero Lorenzo, todo disponibilidad, se acercó a abrirnos 2 horas antes para que luego pudiéramos ir a echar gasolina y comer tranquilamente en Lumbrales.
Es admirable, por lo que contaron, la maqueta que ha hecho poco a poco este hombre, que refleja a escala el largo paseo que se dieron los 5 únicos valientes que la hicieron en realidad.
En Lumbrales volvió a demostrarse la decadencia de Topodiving. Casi un tercio de la expedición decidía regresar al hotel para echarse la siesta y abandonar la planificación de esa tarde. Ya no somos lo que éramos...
Y el resto de los "esforzados" se reunieron con los expedicionarios de los veinte túneles que, tras un pequeño refrigerio y rehidratación, cogimos camino de la Hinojosa por un bonito paisaje por la ribera del Duero, cruzando la presa de Saucelles, para ver el museo del río en Hinojosa.

El fiasco del museo del Duero en Hinojosa
Pues allí que nos plantamos en el pueblo de La Hinojosa, a la puerta del dichoso museo, a esperar que viniera el responsable a abrirnos y enseñarnos su contenido. Un ratito de espera, un rato de espera, una "jartá" de esperar y, tras varias gestiones de nuestro querido organizador, le dicen que el que tenía que abrir no aparece y que la secretaria, que quizá podría abrirnos el museo, está en un velatorio en el tanatorio cercano.
Como no era plato de gusto ni educado el ir a sacar a la susodicha señora de tal trance, nos aguantamos el mosqueo y nos vamos con buen tono a visitar el mirador de la Peña de la Vela.

El mirador de la Peña de la Vela: una vista espectacular
Tras un reúse del Topo, pues los caminos -aunque buenos- son algo enrevesados, llegamos todos tras él al mencionado mirador. Una pasada.
Desde un cerro en el que hay unos chozos semiderruidos (hay que llamar al orden a Abel que se sube en los frágiles techos y arrastra tras de sí a la chiquillería a hacer lo mismo), se ve la presa de Saucelles por donde acabamos de pasar y el río Duero discurriendo por un precioso valle, haciendo frontera con Portugal al fondo.
Momento de fotos para todos, selfies con el paisaje al fondo, paisaje al fondo sin "selfiados"... y la foto de grupo.
Con el empeño, que agradezco, de que debo salir yo también en las fotos, Jenny -la "selfiadora" más experta, procede para este logro a colocar su móvil sobre una piedra... Craso error. Cuando hace viento no debe arriesgarse el material en tomas en que no se tiene bien asegurada la cámara y, con tan poco peso y demasiada superficie, el móvil sale rodando peñas abajo por una hendedura. Menos mal que lo puede acabar recuperando sin mucho esfuerzo y poco daño.
Luego de un par de intentos consiguió hacer la foto y todos contentos.

Halloween for ever
De vuelta en Guarda, todo el mundo se apresta a colocarse sus disfraces y maquillajes terroríficos. La costumbre de los locales no es la de esto de disfrazarse y andar por las calles haciendo teatro -el ganso, que se podría decir también-. A algunos de los disfrazados los miraron mal al principio, aunque luego algunos locales se acercaron y participaron en el vacile de los monstruos.
La cena en el restaurante previsto resultó un tanto complicada porque, ya nos lo había parecido a algunos el primer día al llegar, el local no daba para tanta gente. Pensaban que había muchos niños -dijeron- y que los podían poner en un banco corrido, bien amontonaditos.
En fin, que unos comieron allí y otros se fueron a la búsqueda de mejores viandas y locales, aunque algunos tuvieron que regresar y pudieron disfrutar de los ricos sandwiches de la casa, y todos al final recalamos en el edificio de apartamentos, en donde habían montado un estupendo escenario en el que realizar el consabido "truco o trato".
Hay que hacer mención señalada de lo elaborado de la decoración, de la mayoría de los disfraces y del "sexy" atuendo del Sr. Martínez, cachiporrero salvaje en minijubón, que dejó a alguna de las brujas algo preocupada. También del tremendo calabazón que aportaron Víctor e Irene para la emblemática de halloween.
Por lo demás, algún enfrentamiento entre los taimados adolescentes y el beligerante Sr. Martínez, que acabó rompiendo su cahiporra-bate -si sería brutico el hombre- que era de foam, por fuera, pero con un nucleo de plástico rígido con el que estuvo a punto de lisiar al pobre Juan Luis.
El Sr. Martínez, quiere hacer notar que los adolescentes le sacaban la cabeza y que él no empleaba más que un solo brazo... Bueno, que cada uno estime las alturas -y anchuras- de los unos y el otro.
Al final, empacho de golosinas y bolsas repletas a pesar de que a la pobre Sofía le llenaron su calabaza de salida con una "manzana envenenada" demasiado grande, y se echó a llorar desconsolada porque "ya no le cabía más" y acababa de empezar. Además, pobre, como era la más chiquita y entre tanto bullicio, acabó en el suelo más de una vez.
Fiesta y griterío y todo el mundo divertido, unos dando, otros recibiendo, "otro" arreando y los "tacañones" escondidos de los garrotazos del Sr. Martínez en el hotel.

1 de noviembre: Ciudad Rodrigo y el Karting

Ciudad Rodrigo
Tras el último desayuno en tierra portuguesa y a una hora razonable, salimos camino de Ciudad Rodrigo.
Nada más llegar, o para ello, el Topo nos conduce por un barrio extramuros de la ciudad que nos produce la misma impresión que parece que nuestro convoy le produce al vecindario. Quizá una impresión de distinta índole -pero impresión al fin y al cabo- de ver a unos payos dando vueltas por el barrio. Al final, el GPS vintage del Topo se orienta y conseguimos entrar en la ciudad amurallada.
Ciudad -por cierto- que encontramos cuasi vacía -por el contrario que en el mencionado barrio anterior- no se sabe si por ser festivo, temprano o qué otra circunstancia, pues aún siendo festivo, no es tan temprano ya y apenas se ve gente por la calle, ni local ni visitante.
En todo caso damos un pequeño paseo por la ciudad, visitando algunas calles de evocación noble, con la curiosidad de encontrar alguno de los blasones inclinados, orgullo heráldico de bastardos con aspiraciones -según dice la leyenda- y nos explica Sole.
Continuamos hacia la catedral y, de camino, encontramos otra curiosidad en el museo de orinales, anunciado en sus cercanías.
Recorrido final sobre parte de la muralla con vistas al río y a seguir camino del circuito de karting.

Need of speed
Bueno, aquí se ve que lo de las carreras es cosa esencial de la tropa Topodiving. Pocos somos los que nos quedamos sin probar los cacharros con ruedas de juguete. Ni siquiera los más pequeños, aunque acompañados de adulto "responsable", se lo quieren perder. El único problema son los cascos, porque para esas cabecitas les resultan algo grandes y Marcos -especialmente- tiene que ir bajándoselo porque se le sube hasta los ojos. Yo creo que hace las curvas a ciegas.
Los primeros en estrenarse son los más pequeños, que demuestran sus habilidades al volante. Algunos con mucho "vicio" ya cogido en anteriores ocasiones. A Marcos se le ve mucho peligro, Topo, y sería recomendable que vayas buscando un lugar seguro para las llaves del coche, porque este chaval apunta ganas.
Y allí se desfogan las ansias de velocidad de los peques, incluidas las más pequeñas con sus chóferes privados. Unas tandas de entrenamiento y luego, a la carrera!
Lo de la competitividad debe ir en la propia naturaleza o se aprende, no sé. Pero allí se ve que lo de correr les va a todos. Curvas apurando arcenes, aceleraciones a tope en las rectas, curvas enlazadas a tope... se les ve querencia de asfalto y boxes a los muchachos.
Pero todo acaba, aunque Carlitos decide irse a dar una vuelta con su kart por el exterior del circuito y hay que ir a buscarlo a la carrera, porque si no hubiera acabado en la mismísima carretera.
Luego, el verdadero peligro llega al asfalto: es el turno de los adolescentes. Aquí ya no se perdona nada y todos van a tope ya desde las vueltas iniciales. El que más y el que menos quiere defender la posición y se ven intentos de pasadas por el exterior, por el interior... y algunos trompos y salidas de pista ya desde las vueltas de entrenamiento.
Para la carrera, con las posiciones ganadas en los entrenos, se les ve ansiosos de salir. Banderazo y todos a tope. Abel, que salía destacado, se sale en una curva tomada con mucho ímpetu y queda prácticamente sin posibilidades aunque se afana en una remontada.
El grupo se va estirando y los muchachos disfrutan a tope de la velocidad y la competición. Alguna llegada a curva de tres en fondo, pasadas con mucha gana de pódium... Y, al rato, la bandera a cuadros anuncia la última vuelta y el momento de ceder los autos a los mayores.
Nuevo briefing -nivel adulto- explicando que aquello no son coches de choque y las recomendaciones básicas de seguridad y conducción. Luego, el reparto de las redecillas higiénicas antipiojo, ya que no hay balaclava antifuego. Algunos y algunas están tan excitados por el momento que no reparan en lo "propios" que están con solo ese atuendo goyesco. Quedan inmortalizados oportunamente, y a los coches.
Todos con caritas de niños con zapatos nuevos y/o de velocidad incipiente. Tensión ante la salida para las primeras vueltas de tanteo y... arrancan!
Desde las primeras vueltas ya se ve a quienes quieren vender cara la piel y a los modositos -mención especial a Tere, que va disfrutando de su paseo al margen de competitividades. Otras, saludando en su paso ante las cámaras de sobradas que se sienten. Otras luciendo un estilo "taxistero" en su manejo del volante, otros con caras de velocidad extrema e intención de no regalar una décima de segundo y todos con ganas de darle al acelerador mientras que quede gasolina.
Las vueltas de entrenamiento van pasando con aires de carrera. Qué no pasará cuando empiece la competición final!
Terminada la clasificación, se forma la parrilla. Un momento... el coche del Topo echa humo a raudales. Ese coche va a salir ardiendo! Pero no. La organización dice que eso no es nada y le toca salir con el coche "handicapado" y medio asfixiado. (Ya decía el Topo que aquello de que lo hubieran puesto el primero como tope y atravesado en la fila al principio no era buen augurio).
También hay una infracción intolerable pero consentida por el director de carrera: el "pole position", no conforme con su honrosa y privilegiada posición, se adelanta con la excusa de que "se le va" el coche. Imperdonable, pero cuela.
Un momento de tensión y arranca el GP TopoDiving. Vuelta tras vuelta, se va estirando la carrera y se van viendo los que no están dispuestos a perder. Almu, con su cara de velocidad y ansias de correr -no se sabe cómo lo hizo- pierde el móvil en plena pista sin percatarse de ello. Blanca que lo ve, solidaria y deportiva, decide pararse sobre el móvil para protegerlo y se lleva la bronca del director de carrera por producir una situación de riesgo. Al final, el pobre cordón de sujección del móvil queda como único testimonio del lance, siendo arrollado vuelta tras vuelta. Afortunada e inexplicablemente, el móvil sale indemne con apenas unos mínimos arañazos en una esquina.
La carrera continúa y se ven algunos piques "intrafamiliares" que no llegan a mayores, afortunadamente. Se ven unos adelantamientos dignos de Carlos Sainz Jr. o del Mejor Alonso. Unos "por fuera" de muy buena factura y el aprovechamiento de los "pianos" para hacer mejor paso por curva. Todos unos campeones.
Al final, Víctor queda el primero, no se sabe si por esa triquiñuela de la salida, y la "Topa" la segunda, a pesar -o por lo mismo- de haber aligerado peso durante la carrera.
Y tras la competida carrera, a comer.

La parrillada en el circuito
La comida es una parrillada con su ensalada, que se disfruta con ganas tras de las energías y nervios gastados en la competición. Los muchachos del circuito, que pasan de mecánicos y controladores a camareros sin solución de continuidad, nos atienden con su mejor interés en que terminemos de disfrutar la estancia en sus instalaciones.
Los adolescentes, tras comer apresuradamente, se organizan para volver a disfrutar de algunas vueltas más mientras el resto damos buena cuenta de chorizos, pancetas y costillas, amén de las jarras de cerveza que algunos agradecemos especialmente.

Despedida y cierre
Y como todo tiene su final, tras la breve sobremesa y las últimas vueltas de los retoños, llega el momento de las despedidas. Cada mochuelo a su coche y andando que es gerundio.
En resumen, un nuevo viaje lleno de variadas y divertidas actividades que, aunque puestas en remojo algunas de ellas, nos han hecho pasar un "puente de todos los santos" con el que rellenar de buenos recuerdos la memoria. Abrazos de todos para todos, los mejores deseos para el regreso y el deseo de volver pronto a encontrarnos en otra de estas estupendas historias que nos monta el querido y nunca bien ponderado Topo. Gracias, chaval!
Y nos volvimos.

PD. En la colección de fotografías he puesto muchas, lo sé, pero he pensado que, probablemente, los muchachos se quieran ver en "situación de carrera" o disfrutando de los resbalones.
Abrazos para todos!